"Que Dios nos de ternura para abrazar lo que no sabemos gestionar" Jairo Alberto, misionero en Kenia: "Jesús 'recicló' todo eso de lo que nosotros nos deshacemos: la pobreza, las lágrimas, las pérdidas"

Kibera, en Nairobi
Kibera, en Nairobi

"A Mustafá, que además es musulmán y que reza cinco veces al día y que lee con unción el sagrado Corán, se le ocurrió ofrecer sus servicios para llevarse las basuras lejos de Kibera"

"Me ha enseñado que 'los desperdicios no son desperdicios, a no ser que los desperdiciemos'"

"Todo, eso que nos hace llorar, eso que no logramos, eso que nos humilla, eso que vemos como negativo, eso que llamamos pecado, eso que nos avergüenza, todo es fortuna y se vuelve desperdicio sólo si lo desperdiciamos"

Les quiero hablar de Mustafá, el señor que recoge las basuras. Ah, pero eso no se entiende si no les cuento también sobre Kibera, el barrio cerca a la casa en que vivo aquí en Nairobi: es una zona de tugurios, es un laberinto de casas de lata, y claro, no hay servicios públicos, el problema de las basuras es difícil de gestionar y sencillamente, no sabemos qué hacer con ellas.  

Pues a Mustafá, que además es musulmán y que reza cinco veces al día y que lee con unción el sagrado Corán, se le ocurrió ofrecer sus servicios para llevarse las basuras y botarlas bien lejos. Al poco tiempo tenía muchos clientes y tuvo que llamar otros para que le ayudaran. Así fue que, sin planearlo mucho, resultó fundando una empresa y pagando salarios a otros y ahora hasta tiene un carro para facilitar su trabajo.

Un día de estos, vino Mustafá a la casa a cobrar sus honorarios y lo invité a que nos tomáramos un té, y así empezamos a hablar de su trabajo y de las basuras. Queriendo captar su benevolencia, empecé diciéndole que me parecía duro y pesado su oficio, y todo eso por lo complicado de la suciedad, de los olores, y de ir casa por casa sacando desperdicios y tener que llevarlos bien lejos. Nunca me esperé la sabiduría con la que Mustafá me respondió.

Slum en Kenia
Slum en Kenia

Para sorpresa mía, descubrí que Mustafá amaba su tarea y que era además “apasionado” de las basuras, sí, así como suena, apasionado. Me dijo que las basuras le daban su sustento y el de su familia y que gracias a ellas podía ayudar a otros a conseguirse la vida. Mi huésped me dejó del todo admirado cuando muy convencido recalcó que “los desperdicios no son desperdicios, a no ser que los desperdiciemos” (waste is not waste, unless is wasted). Y así, me explicó que todo en las basuras era fortuna, que cada cosa podía ser transformada y volverse útil y fuente de riqueza y que incluso alrededor de los botaderos había “mafias” que se peleaban para obtenerlas y que esto los ponía en peligro a él y sus colaboradores.

Mustafá, el buen seguidor de Mahoma, me recordó el Evangelio de Jesús, la Buena Noticia. Oírle hablar así ponía otra vez el sermón de las bienaventuranzas en mis orejas. Jesús en la montaña, como Mustafá por las casas del barrio, “recicla” todas esas cosas de las que nosotros queremos sólo deshacernos: la pobreza, las lágrimas, las pérdidas, el hambre, la sed, las incomprensiones; y nos dice que en realidad todo esto esconde un tesoro de alegría y que allí se oculta la vida misma. En esta lógica de la sabiduría, la de Jesús y la de Mustafá, la que Dios destila en el corazón de los que aman, todo es ganancia y nada se pierde: todo es gracia.  

Todo, eso que nos hace llorar, eso que no logramos, eso que nos humilla, eso que vemos como negativo, eso que llamamos pecado, eso que nos avergüenza, todo es fortuna y se vuelve desperdicio sólo si lo desperdiciamos. Eso mismo también lo han concluido otros como Pablo cuando decía que "donde abundó el pecado sobreabundó la gracia", o Antoine Lavoissier, cuando sentenciaba que "nada se pierde, nada se destruye, todo se transforma".

Sé que en mi vida y seguramente en la de ustedes hay muchas cosas que quisiera botar y no ver más, y ahí tal vez esté el obstáculo más grande para ser feliz y vivir a plenitud.  Qué tal si en estos días le pedimos a Dios que no dé paciencia y ternura para abrazar todo lo negativo; que nos dé, aunque suene feo, "pasión por las basuras", por todas esas cosas que nos encartan y que no sabemos cómo gestionar; y que por ahí empiece la transformación que tanto deseamos.

Basural
Basural

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