Samuel Beckett recibió una educación muy religiosa de su madre, que era “casi cuáquera”, pero en Francia se convertirá en uno de los creadores más importantes del llamado “teatro del absurdo”.
“Lo que me fascina de los mandamientos”, dice Kieslowski, “es que todos estamos de acuerdo en el hecho de que son justos, pero al mismo tiempo los violamos todos los días”.
Los cristianos creemos que nuestro lenguaje espiritual puede ocultar la realidad de lo que somos, cuando la Palabra de Verdad descubre nuestra impostura.
Nos parece bien buscar la justicia, cuando se trata de algo general, pero cuando lo que revela es la maldad de nuestro propio corazón, todo son excusas.
El extraterrestre, como el Dios de la antigüedad, ha dejado de darnos miedo. Si nuestros antepasados temblaban ante la posibilidad del juicio de Dios, hoy ya no piensan en él ni los viejos.
El siglo veinte comenzó con optimismo. La suposición que prevalecía era que somos fundamentalmente buenos y el avance de la civilización haría que el amor fuera una realidad universal. ¿A dónde han ido las flores? La utopía ha fracasado.
Hace medio siglo que las chicas de la Familia Manson asesinaron cruelmente a siete personas. El sueño de paz y amor de los años 60 se convirtió en una pesadilla.