Frío invierno en el Village

Nos gustaría pensar que la vida es como esas historias en que los sueños se hacen realidad, pero no es así “A propósito de Llewyn Davis”. La última película de los Coen nos presenta a un prometedor joven músico, que intenta iniciar su carrera en el Village de Nueva York en 1961 –el frío invierno que llegó a la ciudad, Bob Dylan–, pero los obstáculos se acumulan en esta semana, hasta formar una montaña infranqueable...

Sin dinero, ni un lugar para vivir, un padre que se muere –con el que no logra hablar–, una hermana que le desprecia, un patrón que le estafa, un disco que no se vende, un compañero que se suicida, dejándole solo –por lo que ya no puede cantar con él– y una amiga con la que ha tenido una relación en secreto y ha quedado embarazada –a quien quisiera pagarle un aborto–…

Son circunstancias que se escapan de su control, aunque sea responsable de algunas de ellas, pero que van conformando una historia triste y desoladora. El personaje que interpreta el guatemalteco Oscar Isaac –hijo de un cubano, pero criado en Miami, que sabe cantar y tocar la guitarra– está lleno de dudas, angustia y rabia, que oculta en su interior –el título original es “dentro de”, no “a propósito de”–. Ha perdido toda confianza en si mismo y en el mundo que le rodea.

Como dice Ángel Quintana, “el cielo por el que se pasea el minúsculo Llewyn Davis es grisáceo, parece helado, como si anunciara alguna cosa gélida marcada por una extraña melancolía que se inscribe en un entorno presentado como un mundo en proceso de construcción”. Estamos en Greenwich Village, el barrio de la bohemia neoyorquina, a principios de los años sesenta, una década que va a transformar el mundo...

PRÓXIMA PARADA, GREENWICH VILLAGE

La película de Paul Mazursky, “Next stop, Greenwich Village” (1976) nos muestra cómo en los años cincuenta se llena esta parte de la Gran Manzana de escritores, actores, pintores y músicos, que ocupan sus cafés y pisos baratos. Es la época de la generación “beat”. Aquí muere en una taberna, el poeta Dylan Thomas, alcoholizado. Se estudia arte dramático en el Actors Studio. Tocan los mejores músicos de jazz en el Village Vanguard, o el Blue Note. Y renace el folk en los cafés Gaslight y Wha?

En la película aparece el mítico Café Reggio, un famoso establecimiento italiano que introdujo el “capuchino” en América, durante los años veinte. No sólo está en las películas de Mazursky y los Coen, sino también en Shaft y la segunda parte de El Padrino. Se hace referencia a él en Serpico, aunque no lo veamos. Y JFK hizo un famoso discurso en la puerta. Me sorprendió cuando fui, lo barato y pequeño que es. Es uno de mis sitios preferidos de Nueva York.

El personaje de Llewyn Davis está basado en las memorias de un músico de folk llamado Dave Van Ronk, “El alcalde de la calle MacDougal”, la arteria principal del Village, que sale de Washington Square. Esta plaza es conocida por su arco de triunfo. Aquí se canta y juega al ajedrez en verano. En ella vivió el escritor Henry James y está la iglesia del misionero bautista Adoniram Judson, que se convirtió en un centro de la lucha por los derechos civiles.

Joel Coen conoció el Village a principios de los setenta, cuando vino a estudiar cine en la Universidad de Nueva York, que está aquí en el barrio. La gama de colores de la película está basada en la foto de la portada del disco de Dylan, The Freewheelin´, que es una de las imágenes más románticas de los sesenta. En ella vemos a Dylan con su gran amor, Suze Rotolo. Ella le agarra del brazo, un frío invierno, cerca del apartamento donde vivían, hasta que ella se marcha a Italia y él comienza la relación con Joan Baez, que le llevó a la fama.

LOS TIEMPOS ESTÁN CAMBIANDO

“No conocía ni una alma en esta heladora metrópoli oscura, pero todo iba a cambiar y rápido”, escribe Dylan en sus Crónicas. La cultura americana en 1961 –que vemos al principio de una serie como Mad Men–, tiene más que ver con los años cincuenta que con la época revolucionaria que comienza en el 67. El cantante de Minnesota deja la universidad, para ir a Nueva York en medio de una dura nevada y un fuerte viento, que produce el invierno más frío que se recuerda en veintiocho años.

Dylan duerme en sofás como el de Dave Van Ronk, o profesores universitarios, leyendo a la mañana siguiente, sus libros –como hace Davis–. Aunque cuando piensa en volver a la mar y se da cuenta que ha perdido sus papeles de marinero, es Van Ronk mismo, el personaje. Es él quien fue a Chicago para una audición con Albert Grossman, el temido representante de Dylan. Y fue también Van Ronk quien reclamó a Mo Ash sus derechos por el disco que hizo para Folkways.

El trío que aparece en la película, recuerda a Peter, Paul y Mary. El Paul que llegó a ser el tercer componente del trío, Noel Paul Stookey –en lugar de Llewyn Davies, que es rechazado por Grossman en la ficción–, es luego, cristiano evangélico, como Maria Muldaur. Ella era muy conocida en el Village, entonces. Lo mismo pasó con T-Bone Burnett –el encargado de la música de la película–, que fue una pieza clave en la conversión de Dylan a finales de los setenta, al hacer con él la gira de la Rolling Thunder Revue.

Otros acaban víctima de la droga, como el personaje de John Goodman, un músico de jazz adicto a la heroína, que recuerda a Dr. John y a su colaborador Doc Pomus, que iba también con muletas, a causa de la polio. Aunque había también mucha impostura, por supuesto. Dylan se presenta como un vagabundo sin familia, llegando incluso a cambiar de apellido. Ramblin´ Jack Elliott tenía apariencia de vaquero –como vemos en la película, cuando está grabando en la Universal–, pero era hijo de un neurocirujano del rico barrio rico de Queens.

ALGUIEN INCÓMODO
Esto es algo más que una historia sobre el éxito o el fracaso. Nadie aprecia el talento de Davis, porque es una persona difícil de apreciar. La película arranca con una canción, que vemos interpretar al protagonista en un café de forma seca y desnuda, desde la primera nota a los aplausos finales –algo insólito, no sólo en el cine de los Coen, sino incluso en documentales musicales–, para ver a continuación cómo le pegan en un callejón. No tardamos en entender por qué...

Este hombre ofende a todo el mundo. Le maldicen hasta sus más íntimos amigos, porque hiere sus sentimientos, después de abusar tanto tiempo de su ayuda y generosidad. Por el comportamiento histérico del personaje de Carey Mulligan, entendemos que le ha roto el corazón. Por eso no deja de vapulearle verbalmente. Aunque en esta historia, todas las cosas se sugieren, más que se dicen.


En la humanidad imperfecta de Llewyn vemos alguien de “mirada distante, ojos entreabiertos y algo cansados, a punto siempre de claudicar tras la suma de varapalos cotidianos”, como dice Jonás Trueba. Si la película no nos gusta más, es por la “escasa empatía” del personaje. Atrapado por las circunstancias, se ve sometido a una “carrera de obstáculos e infortunios difícil de sobrellevar”. Un segundo visionado muestra la complejidad de este relato, lleno de detalles y bifurcaciones, como la referencia a la Odisea del gato Ulises.

Vemos la ingenuidad de la sociedad antes del asesinato de Kennedy, bajo una capa de frío que nos hace sentir la precariedad de un tiempo parecido al nuestro, lleno de incertidumbres y perplejidades, ¿Por qué si no, nos cuentan esta historia ahora, los Coen? Davis es alguien desorientado, un superviviente, que vaga nómadamente en su soledad, como un espíritu libre, irresponsable y falto de compromiso. Lo que pasa es que él se ve como una víctima del azar y las circunstancias, condenado a vagar errante, sin derecho a esperar que el futuro le depare ninguna fortuna.

¿UN GOLPE DE SUERTE?

La trágica y loca ambición de Llewyn es enfrentarse a la fría indiferencia de la vida, por la que recibe los golpes duros de un Destino, que el creyente llama Providencia. Uno sale del cine humillado y aturdido, ante la misteriosa e impredecible relación de nuestras historias y dramas personales, con los giros y vueltas de una realidad que no podemos controlar.

Los Coen nos muestran que no es sólo cuestión de talento, lo que hace que uno pueda salir adelante en esta vida. ¿Es un golpe de suerte, el que da valor a nuestra existencia? Hay una infinita serie de posibilidades, que nos hacen preguntar: “¿qué hubiera ocurrido si...?” No sabemos que pasaría si su compañero no hubiera muerto; si él hubiera entrado en escena algo después; si otro productor o promotor, hubiera estado en el club cuando tocó; si se hubiera unido a otro grupo, en vez de seguir él solo…

Hay una delgada línea entre el éxito y el fracaso, la tragedia y el triunfo, la fatalidad y el destino, la desesperanza y la esperanza. Lo que logramos en la vida, parece tener más que ver con la suerte, la coincidencia y las circunstancias, que lo que podemos imaginar. La Providencia nos humilla y nos hace sentir temor y asombro.

La ironía de la vida es que no consiste en estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno, sino en el misterio de esa realidad divina que llamamos gracia. ¿Por qué nosotros sobrevivimos y otros no? ¿Qué explica que algunos podamos alcanzar cierta medida de felicidad, mientras otros parezcan acumular una desgracia tras otra?

Inescrutables son los caminos del Señor. Él es excelso, dice David, pero atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos” ( Salmo 138:6). ¡Seamos humildes y agradecidos! Confiemos en la salvación que Él nos da por su Hijo Jesucristo y esperemos que “el Señor cumpla su propósito en nosotros”, porque “su misericordia es para siempre y ¡Él no desampara la obra de sus manos!” (v. 8).

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