"El Señor no nos llamó a llenar templos, sino a redescubrir en cada ser humano el Templo" Misa en latín: ¿Controversia con la que retrocedemos a la religión del templo?

Misa en latín
Misa en latín

"La altísima y justa devoción a la Eucaristía no puede convertirse en un intento por restringir la presencia de Cristo al Sagrario parroquial, porque ciega a los fieles para descubrirlo en la Creación, como lo logró san Francisco, y más aún en el ‘herido del camino’, como lo reclama el Buen Samaritano"

"Lo suscitado por la pandemia, ha vaciado los templos y muchos clérigos están preocupados por hacer volver a la gente a las cuatro paredes, cuando en realidad es una oportunidad histórica para salir a anunciar el templo de Cristo en el herido del camino"

"Faltan momentos de silencio y de adoración contemplativa. Parece haberse perdido la inmersión en el abismo del Misterio para dar lugar al ‘ruido’ de las intervenciones. Esto requiere de una revisión a la hora de preparar las celebraciones"

La nueva regulación de ‘la Misa en latín’ ha reavivado controversias y suscitado incandescentes debates eclesiales en medios y redes sociales, con la participación de clérigos, teólogos y fieles en general, cuya atención a la liturgia parece a veces una obsesión, que los dista de la espiritualidad integral que identifica la evangelización. Pareciera que se ha retrocedido a la religión del templo. Y es que el asunto no se reduce con simpleza a si la ‘Misa en latín’, con toda su pompa, debe continuar o no.

Las mutuas descalificaciones, -algunas de poca altura-, más emotivas que constructivas, dejan mucho qué desear con sus sentencias: ‘la Misa en latín es la verdadera misa’ vs. ‘la Misa en latín, y de espaldas al pueblo, no es una Misa’. Los conatos de división, que los anteriores pontífices intentaron evitar con los permisos concedidos, -y ahora con la regulación del Motu Proprio ‘Traditionis Custodes’ de Francisco-, más bien parecen acentuarse. Otras comunidades, como los neocatecúmenos, por ejemplo, también tienen consideraciones especiales en esta materia, sin atentar contra la unidad.

Podemos preguntarnos con libertad, si era necesaria esta controversia, en el marco de la propuesta del mismo Francisco sobre la acogida a las diversidades, sinodalidad, ecumenismo, diálogo interreligioso, etc., para llegar al Fratelli Tutti. Las discusiones parecen regresarnos a la ‘religión del templo’, en medio de la urgente renovación por una ‘Iglesia en salida’.

Velo en misa

El ‘todo pasado fue mejor en la fe de la Iglesia’, que proclaman quienes temen al dinamismo del Espíritu, parece haber despertado un ritualismo inexplicable en algunos clérigos y laicos jóvenes, e incluso un antievangélico centramiento de la fe en el templo. “No creo que se pueda encontrar a Cristo de manera real fuera de los templos", me esgrimía un hermano sacerdote en días pasados. Concepción esta, alejada de la espiritualidad propuesta por el Señor en la parábola del Buen Samaritano, fundamento de la renovación del Vaticano II.

La altísima y justa devoción a la Eucaristía no puede convertirse en un intento por restringir la presencia de Cristo al Sagrario parroquial, porque ciega a los fieles para descubrirlo en la Creación, como lo logró san Francisco, y más aún en el ‘herido del camino’, como lo reclama el Buen Samaritano de la parábola, - que a diferencia del sacerdote y del levita, prefirieron ‘no verlo’-. Si las cosas van hacia allá, solo queda volver a ‘medir’ la fe de los fieles, y a señalar a los verdaderos cristianos, por las veces que van al templo. ¿Otra vez?

Nada más lejos del giro al que hemos sido llamados, al rumbo que hemos tomado desde el Concilio Vaticano II y al ‘Ritmo del Ser’, que reconocemos en el Soplo del Espíritu de Cristo entre nosotros. El Señor no nos llamó a llenar templos, sino a redescubrir en cada ser humano el Templo, el Sagrario, la Casa de Dios. Con esta controversia sobre los rituales, se corre el riesgo de perder la auténtica perspectiva de la evangelización. La misión consiste en volver al templo que somos y por allí, descubrir el templo del prójimo, -incluyendo a la casa común- (‘con-templar’: entrar en la unidad del templo), para celebrar la maravillosa liturgia de la compasión.

Misa en latín

Una vez la comunidad vive la fraternidad en la recociliación, la misericordia y la justicia, podemos poner la ofrenda en el altar y cantar alabanzas a la presencia Eucarística de Cristo, y aprender a adorarla, como profundo signo de nuestra devoción. Una vez celebrado el culto a Dios en el hermano, retoma su sentido la liturgia parroquial, en la que el Maestro nos llama a descansar en Él, mientras nos lava los pies.

Así, gracias a este Motu Proprio, en tiempos de la ‘Iglesia en salida’ a la que nos llama Francisco, se corre el peligro de generar un efecto bumerang que nos obligue a volver la mirada sobre los rituales litúrgicos, a centrar en ellos nuestra atención y a encerrar a los clérigos en las sacristías.

Y no estamos lejos. Lo suscitado por la pandemia, ha vaciado los templos y muchos clérigos están preocupados por hacer volver a la gente a las cuatro paredes, cuando en realidad es una oportunidad histórica para salir a anunciar el templo de Cristo en el herido del camino. Sería lamentable que el llamado de Francisco a la unidad en la liturgia, se convirtiera en un retroceso, por cuenta de quienes viven y añoran una pastoral de la conservación, de aquellos que les cuesta salir a las periferias y de aquellos que no han descubierto su verdadero rostro: ser Santuarios de Cristo, en los que se celebra la fiesta del amor y la liturgia de la Misericordia.

Misterio de Dios

Finalmente, vale la pena meditar en que, la liturgia se define como ‘celebración del Misterio’, y a veces, de ‘contemplación del Misterio’ en nuestras celebraciones, más bien poco. Aquí aparece un respetable reclamo de la liturgia preconciliar a las actuales formas de celebración parroquial: ¿se ofrece al cristiano una experiencia del Misterio en la liturgia? En el ritual preconciliar, se postran todos dirigidos hacia el altar, incluyendo al sacerdote; pareciera que ‘toda la Iglesia se dirige hacia Dios’, con momentos de silencio y contemplación; ‘no hay nada por entender’, ‘nada por decir’ en lenguaje vernáculo; es la ‘experiencia del Misterio’. Es inefable.

Es un reto a la liturgia parroquial actual, en la que, la ‘participación de los fieles’, -de la que habla la Sacrosanctum Concilium-, se confunde con el ‘intervencionismo de todos los asistentes posibles’, generando más ruido. Faltan momentos de silencio y de adoración contemplativa. Parece haberse perdido la inmersión en el abismo del Misterio para dar lugar al ‘ruido’ de las intervenciones. Esto requiere de una revisión a la hora de preparar las celebraciones. Allí puede haber un camino de unidad, más que un nuevo motivo de controversia.

Oración

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