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110 asamblea plenaria del episcopado colombiano
Desafíos reales convocan virtualmente a los obispos colombianos en una inédita 110 Asamblea Plenaria, que se desarrolla del 6 al 8 de julio. Los prelados apuntan a “pensar y replantear las realidades fundamentales de la convivencia social, religiosa, política, económica, cultural y ecológica”, tal como lo anunció su presidente Óscar Urbina, Arzobispo de Villavicencio. De esta manera, esperan “establecer sinodalmente las claves y directrices pastorales”, en medio de un horizonte al que describió como “brumoso, incierto y hasta tenebroso”, para la misión evangelizadora.
Los cerca de cien obispos son conscientes de que la pandemia “pone en cuestión el camino, la metodología, las opciones y hasta las finanzas de la Iglesia”, asunto que se convierte en un verdadero reto a la creatividad y el liderazgo de los pastores. Indudablemente que para llegar a un horizonte más luminoso urge “cambiar los paradigmas y ser dóciles para dejarnos guiar por el Espíritu Santo”, enfatizó Mons. Urbina, quien lidera a los obispos desde hace cuatro años.
La tradicional Iglesia colombiana ha gozado de un continuo reconocimiento latinoamericano que las actuales circunstancias le reclamarán una reconstrucción cimentada en la comunión profunda con su Maestro. Debe enfrentar ahora un verdadero ‘salto’, que le reclama su estirpe evangelizadora, capaz de integrar la agudeza creativa del colombiano, su capacidad de resiliencia y la alegría de sus creyentes.
Así lo deja entrever el presidente de los obispos cuando reconoce que solo el Espíritu “nos llena de valor, imaginación y creatividad… ir hacia las periferias y salir de los cenáculos que encierran y no confrontan”. Monseñor Urbina, un pastor de paso firme, un filósofo inteligente y hombre sensible a las búsquedas de la Nación, invita a superar los fatalismos, porque “el corazón humano, centro de nuestro trabajo evangelizador, desempeña un papel relevante para ayudar a gestar un mundo nuevo (…) El tiempo que vivimos es el terreno donde acontece la obra buena de Dios en nosotros. Señala horizontes y empieza a hablarnos de Dios. Él interviene y revela comienzos completamente nuevos”.
Sin lugar a dudas la Iglesia colombiana está llamada a mirar con esperanza este presente que abre las puertas de un futuro incierto marcado por la pandemia, en medio de la tentación del miedo, fanatismo o la parálisis, que suelen emerger en individuos y comunidades de quienes aún los corazones no se han dejado madurar por la fuerza del Evangelio. Insistió el prelado en que por esto “nos pide mirar la cultura expresada en estos momentos de cuarentena, no para juzgarla, menos acusarla, sino para una toma de conciencia”.
La pobreza, la violencia y la corrupción, que siempre andan juntas, y que en este país suramericano persisten en mantenerse como inquilinos indeseados, deben recibir desde el seno de la Iglesia nuevas formas de ser abordadas, muchas de ellas verdaderamente proféticas, que superen los discursos y las obras asistencialistas, todos lo saben y esta es la oportunidad: “no podemos cerrar los ojos ante una identidad cada vez más frágil, que no permite enfrentar el pluralismo, ante una mentalidad materialista y superficial, ante las violencias que se extienden a lo largo y ancho del país, y ante la deshumanización que impide dejar salir las bondades que se esconden en el propio corazón para reconocer y vivir la fraternidad”, acotó monseñor Urbina.
Esta asamblea del episcopado colombiano lleva por título ‘Al servicio del Evangelio para la esperanza de Colombia’. Solo el obispo secretario, Mons. Elkin Álvarez, se encuentra en la sede del episcopado, los demás arzobispos, obispos y vicarios apostólicos se reúnen virtualmente. Hubo previas reuniones de preparación, ahora hay encuentros por Provincias Eclesiásticas, y escalarán hasta el pleno de la Asamblea, por medios virtuales.
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