Santos y difuntos, un llamado a meditar sobre lo fundamental Vida y Muerte son el Gran Asunto, y convergen en la sentada contemplativa

Vida y Muerte son el Gran Asunto, y convergen en la sentada contemplativa
Vida y Muerte son el Gran Asunto, y convergen en la sentada contemplativa

El Gran Asunto no es un tema para pensar, sino una verdad para encarnar. Es el dinamismo de la Vida misma, que se manifiesta en cada respiración, en cada paso, en cada sentada

¿Qué celebro en el día de todos los santos? Mi fiesta. La Vida que soy. ¿Qué celebro en el día de los difuntos? También mi fiesta. Porque yo muero para ser Vida. Invitamos a todos a esta práctica diaria, entregada, fiel, consciente. No como una secta, sino como una comunidad que comparte. Que invita

¿Cuándo es el tiempo de la resurrección? ¿Cuándo es el tiempo de morir? Estas preguntas no se responden en el calendario, sino en el corazón de la práctica. En estos días en que celebramos a Todos los Santos y conmemoramos a los Fieles Difuntos, se nos convoca a mirar con profundidad el misterio de la existencia. De modo especial, despedimos a una figura luminosa en el camino de nuestra Escuela: la maestra Ana María Schlüter, Kiun An, “Ermita de la Nube Radiante”. 

En la tradición Zen, se proclama con fuerza: “Vida y muerte son el Gran Asunto”. No como una idea, ni como una doctrina, sino como una urgencia existencial. El Gran Asunto no es un tema para pensar, sino una verdad para encarnar. Es el dinamismo de la Vida misma, que se manifiesta en cada respiración, en cada paso, en cada sentada.

Creemos. Crecemos. Contigo

La existencia aparece cuando la Vida se hace tiempo, se hace movimiento, se hace acción. Pero cuando ese movimiento se reduce al control del yo pequeño, cuando la vida se encierra en la ilusión de “mi vida, mi voluntad”, entonces la existencia se estrecha y la Vida con mayúscula se oculta. En el Zen, se dice que cuando desaparece el yo pequeño, eso es muerte. Pero no una muerte trágica, sino una muerte fértil, una muerte que abre paso a la plenitud.

La muerte, entonces, no es el fin, sino el umbral. Está siempre cubierta por el horizonte inmenso de la Vida. Porque cuando no hay yo pequeño, la Vida fluye sin obstáculos. La práctica contemplativa —la sentada— es el lugar donde vida y muerte se citan. No como opuestos, sino como aspectos de una misma totalidad. En la sentada, muere el yo que se aferra, y nace el ser que se entrega.

Nuestra existencia es una manifestación de la Vida, pero se vuelve limitada cuando pretendemos controlarla. El yo que dice “yo hago lo que quiero” está reduciendo la Vida a una propiedad, y al hacerlo, se pierde del horizonte infinito que la Vida ofrece. En ese encierro, nos perdemos del encuentro con los demás, de la belleza, de la profundidad. Nos perdemos de todo, porque estamos atrapados en el pequeño mundo que creemos perfecto.

Pero a veces, algo irrumpe. Una Luz, una Presencia, una Palabra. Y el yo pequeño se desvanece. Entonces volvemos a la Vida. Despertamos. Esa es la resurrección. No una promesa futura, sino una experiencia presente. La resurrección es la irrupción de la Vida con mayúscula en el mundo oscuro del yo pequeño. Es el momento en que la Luz divina nos toma, nos transforma, nos libera.

“Y la vida era la luz de los hombres”. O “la luz de los hombres era la vida”. En ambos casos, se nos dice que la Vida verdadera es luminosa, es reveladora, es transformadora. Por eso, vida y muerte son el Gran Asunto. Porque en cada instante podemos olvidar quiénes somos, encerrarnos, y necesitar volver a nacer. Volver a resucitar.

Celebrar a los santos es celebrar que algunos han dejado que la Vida fluya en ellos. Que su yo pequeño fue roto, iluminado, inundado por la Vida. Celebrar a los difuntos es reconocer que todo ser humano ha cumplido una misión en la Vida. Que en ellos la Vida se manifestó, y que su muerte no es ausencia, sino cumplimiento.

La práctica no es un juego. Vida y muerte se citan en la sentada. No para que nos sintamos bien, sino para que nos transformemos. Para que la Vida fluya. No hay propósito más allá de ese. No hay técnica, no hay método, no hay beneficio. Solo la entrega

Nuestra práctica es una práctica para resucitar. No en un horizonte lejano, sino aquí y ahora. En la sentada, en la actividad diaria, en el gesto amoroso. Morir al yo pequeño para que irrumpa la Luz. Eso lo aprendimos de Ana María, cuya misión fue conducirnos hacia esa Luz, incluso cuando no entendíamos, incluso cuando nos resistíamos. Ella fue paciente y firme, como lo es la Vida misma. 

La práctica no es un juego. Vida y muerte se citan en la sentada. No para que nos sintamos bien, sino para que nos transformemos. Para que la Vida fluya. No hay propósito más allá de ese. No hay técnica, no hay método, no hay beneficio. Solo la entrega.

Morir, resucitar. Morir, resucitar. Morir, resucitar. Ese es el ritmo de la práctica. No es algo que se hace de vez en cuando. Es la jornada misma. “No hay jornada sin sentada. La jornada es la sentada”. ¿De dónde brota tu acción? ¿De tu fuerza, de tu inteligencia? ¿O de la Vida que fluye porque has muerto en la sentada?

Un Itinerante .S.A.L.M.O.S. es alguien que arriesga su existencia. Que muere para vivir. Que no se acuerda de sentarse como quien recuerda una obligación, sino que sabe que sin eso no hay Vida. Puede haber existencia, sí. Pero sin Vida.

Meditación
Meditación

El Maestro Interior, que es la resurrección, que es la Vida, quiere brotar en mí. Pero yo me niego, me encierro, me organizo. Le doy permiso de vez en cuando. ¡Eso no tiene sentido! Aprender esto no es fácil. Se aprende con el cuerpo, con la piel, con el corazón. Hay que morir.

¿Qué celebro en el día de todos los santos? Mi fiesta. La Vida que soy. ¿Qué celebro en el día de los difuntos? También mi fiesta. Porque yo muero para ser Vida. Invitamos a todos a esta práctica diaria, entregada, fiel, consciente. No como una secta, sino como una comunidad que comparte. Que invita.

La Escuela de Monjes Urbanos .S.A.L.M.O.S., lleva 14 años siendo semillero de esta experiencia. Ahora queremos abrir más puertas, invitar más abiertamente, decirle a la ciudad que esto no es un lujo, sino un llamado. Descubrir el monje que hay en mí, que no busca beneficio, sino plenitud. Que deja que la Vida brote. Que deja que la Vida fluya.

¡Vamos ahora a nuestra práctica!, entregados totalmente…

losmonjesurbanos@gmail.com

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