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Cuento de Año Nuevo: Una gata en la Abadía de los espejos

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Lectio urbana

Una gata en la Abadía de los espejos

Los últimos atardeceres del año caían sobre la ciudad. Ella estaba en una esquina, cansada de tanto ruido y exigencia. Había intentado antes escapar de la fatiga de su alma, pero el vacío era insoportable. La sociedad solo le pedía producir, rendir, consumir. Las fiestas de Año Nuevo eran un estruendo de luces y pirotecnia que no lograba conmoverla. Esta vez no quiso postergar más su decisión. Bastó cambiar de acera para decirse: “Aquí comienza mi nueva vida.”

El piso más alto de un rascacielos de cristal se convirtió en su refugio. Desde allí lo veía todo, pero permanecía distante. Rodeada de libros y fragancias de incienso, se proclamó Ermitaña de Ciudad. “En el silencio absoluto encontraré la iluminación”, repetía como un mantra. El Misterio, sin embargo, siempre sorprende. Y pronto descubriría por qué sus padres la habían llamado Esperanza.

Esperanza y la gata | kozorog

La aparición de una gata

El último atardecer del año trajo consigo una visitante inesperada. Una gata de pelaje gris, como la niebla, apareció en su balcón. Tenía en la frente una mancha extraña, semejante a una flor sembrada en tierra. No buscaba alimento, sino compañía. Con una suavidad casi mística, se acercó y rozó sus bigotes contra las rodillas de Esperanza. Era una invitación a salir de su celda de cristal.  

Ella la siguió escaleras abajo, hacia las calles, las fachadas y las ventanas. Sin saberlo, estaba entrando en una peregrinación.

La 'Lectio Urbana'

Lo que parecía un paseo se convirtió en revelación. Cada paso era una pregunta: “¿A dónde vamos?”. Y poco a poco descubrió que caminaba hacia el centro de su propio corazón. La ciudad dejó de ser un caos indiferente y se transformó en texto sagrado. Era una Lectio Urbana: una lectura espiritual del territorio.  

La urbe se transfiguró en Abadía. Los edificios eran torres, los sonidos campanas, las luces cirios de vigilia, las calles pasadizos monacales. Todo adquiría una vitalidad nueva.  

La gata la guio por rincones y plazas, mostrándole los cuatro elementos que siempre habitan la ciudad:  

- Aire: el viento entre los edificios susurraba como Espíritu libre.  

- Fuego: un brasero donde mendigos compartían pan iluminaba la belleza de lo humilde.  

- Agua: la fuente de un parque reflejaba la fragilidad de la vida, espejo de su soledad.  

- Tierra: una mujer dormía sobre cartones, irradiando la paz que ella buscaba en sus meditaciones.  

De pronto, la pirotecnia estalló sobre la calle. El cielo se llenó de colores y diversidad. Esperanza comprendió: la espiritualidad es incompleta sin vínculo, sin acogida, sin comunión. El Año Nuevo le revelaba su verdadero camino.

Lectio Urbana

El umbral del dolor

En el cruce de una avenida, la gata fue alcanzada por un vehículo que huía de la policía. Esperanza la sostuvo en sus brazos, gritando al cielo. La vida se escapaba entre sus dedos. En ese instante de finitud, un velo se corrió: todo está conectado. La espiritualidad no se encuentra huyendo de la ciudad, sino en la compasión por cada criatura que la habita. Vida y muerte son el gran asunto de la existencia.

El nuevo camino

Bajo un árbol del parque, Esperanza enterró a la felina. El gesto era un símbolo. No volvió a su aislamiento: eligió otro camino. Comprendió que su pequeña maestra le había mostrado que la verdadera ermita está en cada esquina, cada encuentro, cada gesto de caridad. La ciudad está llena de espejos del alma.

Desde aquel Año Nuevo ya no fue la mujer solitaria del rascacielos. Supo combinar el recogimiento contemplativo con la inmersión en la multitud. Se convirtió en Monja Urbana, artesana de una sociedad más humana, maestra que enseña a descubrir el “mundanal silencio” en medio del tráfico.  

Sus lecciones de Lectio Urbana revelan que la ciudad, con todas sus grietas, es un texto encarnado de Dios esperando ser amado y consagrado. Leyó en la puerta de un templo que el primer día de Año Nuevo estaba dedicado a María; entonces decidió retomar su nombre completo como una misión: María Esperanza

Monja urbana

En una red social

Fiel a su cultura urbana, compartió un mensaje:  

“Ser Monja Urbana es como una ventana limpia en un edificio antiguo: no estás allí para separarte de la calle, sino para dejar que la luz del Misterio penetre en la oscuridad de sus habitaciones. Allí dentro, el mundo descubre que la esperanza todavía tiene un hogar.”

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