"Hay apóstoles incógnitos, no solo la forma institucionalizada es la válida" Tres formas en que Dios llama a los apóstoles, todas igualmente válidas

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"La primera, se origina de forma muy externa. Es la atracción por una figura, la atracción por un personaje, que creemos puede modificar la vida propia y de los demás"

"Existe una segunda forma de convertirse en apóstol. Una forma mucho más personalizada, y es la de descubrir la relación personal que se puede tener con aquel a quien se va a anunciar"

"Existe un tercer modo de convertirse en apóstol. El tercer modo de convertirse en apóstol es debido a la forma como se comunica el Misterio"

"La visión integral de la espiritualidad acepta y promueve las tres maneras. Porque las tres son válidas, y con las tres se puede hacer mucho bien"

Hay tres formas de convertirse en apóstol; tres maneras de percibirse enviado, de ser embajador de la Presencia divina; tres formas, igualmente válidas. La primera, se origina de forma muy externa. Es la atracción por una figura, la atracción por un personaje, que creemos puede modificar la vida propia y de los demás. Jesús lo sabe y por eso lo pregunta: ¿quién cree la gente que soy yo? ¿quién cree la gente que es el Hijo del hombre?

Y la gente dice cosas. Algunas de ellas muy atractivas, interesantes: un profeta, alguien que anuncia, alguien que está haciendo algo interesante. Todo esto lo hace atractivo, y entonces, puede ser que unas personas consideren que esa atracción es suficiente para decir "este hombre vale la pena”; averiguaré sobre él conoceré sobre él y hablaré de él. 

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Por esto no es de extrañar que en la actualidad algunos hablen de Jesús como un gran hombre, como un gran revolucionario, como alguien que dijo cosas interesantes que cambiaron el mundo, o simplemente como alguien que me da suficientes argumentos para creer que yo debo hablar como él, o hacer cosas como las que él hizo. Esta primera forma, repito, es muy externa. Y puede mover a algunos a hacer alguna forma de vida apostólica, de trabajo para aquel personaje maravilloso que cambió el mundo. Para muchos es válida y muchos lo están haciendo.

Existe una segunda forma de convertirse en apóstol. Una forma mucho más personalizada, y es la de descubrir la relación personal que se puede tener con aquel a quien se va a anunciar. Lo encontramos también en el Evangelio cuando Pedro le responde a Jesús "Tú eres el Mesías, tú eres el Hijo de Dios vivo." Esta forma habla de una relación con tú; una relación personal que se establece con él, una relación personal que implica un proceso personal de acercamiento a la persona de Jesús. Este ha sido principalmente el motivo por el cual muchos siguieron a Jesús, se acercaron a él lo, tocaron convivieron con él, lo escucharon, le preguntaron. 

Hoy día muchos perciben que su vida ha sido una relación con él. Han escuchado su llamado, le han respondido y se han convertido en apóstoles. Por eso allí encontramos la llamada vocacional. Muchos sacerdotes decimos "yo me he encontrado con Cristo; él me ha llamado; me percibo llamado para hablar en su nombre y anunciar su Evangelio.  Es una manera de percibirse como un enviado: Él me ha llamado y me ha enviado.

Los religiosos y las religiosas han percibido de igual modo este llamado. Muchas de ellas, como santa Teresa, pero todas las religiosas seguro hoy día, dicen: "Él ha sido el amor de mi vida, es mi esposo, es Aquel que yo amo; es una relación personal estrecha. Y dicen “yo hablo en Su nombre porque lo amo, percibo su amor y su amor me impulsa a anunciar su Evangelio.” Entonces, podemos decir que es un apostolado basado en la relación personal.

En esto se hace mucho hincapié en nuestra Iglesia. Siempre se habla de que anunciemos a la persona de Cristo, encontrémonos con Él, vivamos con Él, que Él sea nuestro amigo, nuestro esposo, nuestro guía; y es maravilloso. Una persona podría ser un apóstol porque se ha experimentado en esa relación y basado en ese amor va y lo anuncia.

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Pero existe una tercera forma. Existe un tercer modo de convertirse en apóstol. El tercer modo de convertirse en apóstol es debido a la forma como se comunica el Misterio.  También lo encontramos en el texto del Evangelio en que Pedro le dice a Jesús que lo reconoce como el Hijo de Dios vivo. Aquí aparece en el modo como se lo reconoce Jesús a Pedro: “esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo”. 

Encontramos de esta manera, que Pedro debió haber sido una persona que tuvo experiencia del Misterio. Pedro debió haber sido alguien que entró en una relación, ya no personal, sino mistérica con Dios mismo. Aquí ya no se mueve la persona por una figura especial, ni por un personaje atractivo; tampoco se habla de relación personal; tampoco se hablaría de que estuvo dialogando con alguien que le dio esa información o que le generó esa atracción, sino que fue el Misterio mismo quien habló en él. Se trata de una experiencia silente, profunda, contemplativa, en donde la relación interpersonal ya no se da, sino que es el descubrimiento de que el Misterio mismo se manifiesta en la misma persona. 

De esto se trata todo lo que han experimentado tantos místicos. Se trata de aquello de “me mueve la fuerza del Misterio”. Por eso algunos hablan de una vocación universal de toda la humanidad a vivir la profundidad del Reino que Jesús anunció. Pero también que se puede vivir de un modo distinto; es decir, que se puede percibir ese Misterio en diferentes personas, en diferentes lenguajes, en diferentes tradiciones. No es por una relación personal sino porque el Misterio se está manifestando en la humanidad, se manifiesta en algunos y los mueve a trabajar para que otros descubran la Presencia del Reino. 

Esta es la tercera forma de convertirse en apóstol. Se trata entonces de un impulso misterioso en el ser humano; un impulso que le lleva a hablar de un modo distinto, un impulso que le lleva a asumir un estilo de vida, que muchas veces ni siquiera la persona comprende, por qué tampoco sabe de dónde viene ni a dónde va a terminar; y menos aún, tiene el control de esto. Es un trabajo propiamente de disposición contemplativa y mística, para reconocer que la fuerza de Dios se mueve en la humanidad.

Son tres formas de convertirse en apóstol: una por una figura que me atrae, otra por una relación personal y otra porque el Misterio me mueve y me siento movido de tal manera que comprendo que el Misterio está obrando de diferentes modos en medio de la humanidad. 

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¿Cuál de las tres es la suya? ¿usted habla de Jesús o de lo que dijo Jesús porque le parece un personaje interesante, que dijo cosas interesantes, que vale la pena tener en cuenta? o ¿usted establece más bien su vínculo con Jesús a través de la oración, de su devoción, de ese diálogo con su Palabra? o ¿usted es de aquellos que se percibe movido por el Misterio del Espíritu que obra en usted y por esto descubre que es el mismo Espíritu que movió a Jesús a vivir, a anunciar lo que Él era, el Hijo de Dios? ¿y por eso usted también se percibe como hijo de Dios?

La visión integral de la espiritualidad acepta y promueve las tres maneras. Porque las tres son válidas, y con las tres se puede hacer mucho bien. Necesitamos entonces volver a reconocer la grandeza de la figura de Jesús; necesitamos volver a establecer una relación personal con Él, porque somos humanos y necesitamos relacionarnos, sentirnos amados y amar. Pero también, y en esto la contemplación es muy profunda y fuerte, necesitamos descubrir que realmente el Misterio me está moviendo, y lo único que me queda es ser dócil al soplo del Espíritu del misterio que me mueve. Entonces puedo decir como los apóstoles Pedro y Pablo que soy enviado, y la fuerza de ese Espíritu me llevará a hacer lo que debo hacer. ¿y qué debería suceder si por la acción del Misterio, o de su relación personal con Jesús, una mujer se descubre llamada al mismo apostolado que un clérigo?

Por eso volvamos ahora a nuestra práctica contemplativa en la que descubrimos de qué manera y por qué motivo nos descubrimos apóstoles. 

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