“La Iglesia no puede bloquear el camino al Espíritu, ni cerrar la puerta a nadie, ni siquiera a los 'marcianos'”, repetía una y otra vez el papa Francisco para recordar que el Evangelio es para todos, sin excepción ni etiqueta.

Sin embargo, Mercedes García, madre sevillana, ha denunciado ante el Arzobispado y el Defensor del Menor sintiéndose discriminada por ser lesbiana y madre soltera después de que el párroco de San Isidro Labrador de Pino Montano negara la comunión a su hijo de ocho años bajo la excusa de faltas justificadas en la catequesis. “Esto es homofobia”, afirma Mercedes, que no busca privilegios, sólo igualdad de trato y el derecho de su hijo a celebrar la comunión con sus amigos.

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El párroco alude a que el niño “ha faltado a cinco días de catequesis”, pero Mercedes responde que “es mentira, fueron tres días y estaba enferma, cosas de niños”.

La experiencia de Mercedes viene marcada por “trabas y trato diferente” desde que intentó bautizar a su hijo y el párroco respondió: “La Iglesia no acepta a dos padres ni a dos madres”.

Mercedes lamenta que el sacerdote “me invita a ir a otra parroquia, pero mi hijo quiere estar con sus amigos”; el empeño parroquial choca con la vivencia cotidiana e inclusiva del pequeño: “Para él, la condición de su madre es normal”.

Mercedes y otros padres piden “que no se use la fe ni los sacramentos para discriminar”, mientras la familia sopesa lleva el caso ante la Fiscalía de Menores por delito de odio.

El futuro de la Iglesia, como insistía el Papa Francisco, está en abrir puertas y abrazar a todos, no en levantar muros de exclusión: la fe, los sacramentos y la comunión son bienes de todos los hijos de Dios.

Cuando una parroquia bloquea el acceso al altar por prejuicio y no por Evangelio, “algo muy serio falla” y urge recordar que, incluso para los 'marcianos', la puerta sigue abierta. El arzobispo, monseñor Saiz Meneses, debería tomar cartas en el asunto a la mayor brevedad.