Pero... ¿qué pasará en Torreciudad?
Este sábado, el vicario del Opus Dei en España, Ignacio Barrera, presidirá la tradicional Jornada Mariana de la Familia en Torreciudad. Y lo hará después de que, este lunes, el obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo, haya advertido de las “intrigas mafiosas que están en curso” en torno a este asunto, tal y como le confesó, por carta (una carta que existe, pero que el prelado, al menos hasta ahora, no tiene intención de hacer pública) el propio Papa Francisco
Según las fuentes consultadas por RD, el dictamen del comisario Arellano será muy similar al borrador de acuerdo presentado a las partes en junio, y que filtraciones cercanas al entorno de la Obra tiraron por tierra. Esto es: Torreciudad se convertiría en santuario diocesano, dependiente de la diócesis, y el obispo podría nombrar al rector, pero entre una terna propuesta por la prelatura, a la que se cedía la gestión de Torreciudad
Se esperaba que la labor de Arellano fuera más allá de una mera mediación (no era esa su función) entre el Obispado y el Opus, y se centrara en un análisis de la realidad de Torreciudad en todas sus aristas. Algo que no ha hecho. A lo largo de este año, Arellano apenas ha acudido a la zona en dos o tres ocasiones, no ha dirigido los actos del 50 aniversario ni ha encargado una auditoría externa para desentrañar las finanzas del complejo. Simplemente, se ha limitado a escuchar las razones de ambas partes, sin entrar en los asuntos de fondo
“La decisión está prácticamente tomada, y la sabremos en unos días”. La respuesta, lacónica, resuena entre los muros del Vaticano. La pregunta es sencilla: ¿Cuándo habrá dictamen de Roma sobre el conflicto por Torreciudad? Cinco años después de las primeras conversaciones, y después de una montaña de acuerdos y desacuerdos, todo parece indicar que la resolución del comisario pontificio plenipotenciario nombrado por el Papa Francisco, Alejandro Arellano, para dirimir el pulso entre la diócesis de Barbastro-Monzón y el Opus Dei sobre el ‘complejo’ fetiche del fundador de la Obra, Josemaría Escrivá de Balaguer, está al caer. Y que seguramente no satisfará, al menos por completo, a ninguna de las partes.
Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME
Este sábado, el vicario del Opus Dei en España, Ignacio Barrera, presidirá la tradicional Jornada Mariana de la Familia en Torreciudad. Y lo hará después de que, este lunes, el obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo, haya advertido de las “intrigas mafiosas que están en curso” en torno a este asunto, tal y como le confesó, por carta (una carta que existe, pero que el prelado, al menos hasta ahora, no tiene intención de hacer pública) el propio Papa Francisco. Y es que el pontífice fallecido fue uno de los grandes apoyos de Pérez Pueyo a la hora de emprender una batalla desigual contra la Prelatura, nada más y nada menos, que por el control de una de las ‘joyas de la corona’ del Opus Dei: un ‘santuario’ dedicado a la Virgen que, según las biografías oficiales, curó a Escrivá de Balaguer siendo un niño. Nadie espera una respuesta pública de Barrera a Pérez Pueyo, aunque tampoco nadie la descarta. “Si el obispo usó la homilía del lunes, ¿por qué no lo va a hacer el vicario?”, plantean, enigmáticos, fuentes cercanas a la Obra.
Todo ello, e n mitad de los fastos del 50 aniversario de la muerte de Escrivá, y de la construcción de Torreciudad, una onomástica que el Opus pretendía celebrar con el conflicto solucionado. La Obra no supo valorar el impulso de un obispo que ya logró vencer resistencias, eclesiásticas y civiles, para la devolución a Aragón de los ‘bienes de la Franja’ y que tampoco en este tema parece dispuesto a tirar la toalla. Al menos, mientras Roma no oficialice su fallo final. En un escenario que difiere mucho del que había cuando vivía Bergoglio.
Todo ello, pese a que el actual Papa no es precisamente un entusiasta del Opus Dei, y sin que Prevost haya aprobado, aún, los nuevos estatutos de la Obra para adecuarlos a su nueva condición, derivada de la decisión de Francisco de considerarla una asociación clerical, sin las atribuciones de las prelaturas (hasta el prelado, Fernando Ocáriz, dejó de tener rango episcopal).
¿Qué dirá, finalmente, Roma? Según las fuentes consultadas por RD, el dictamen del comisario Arellano será muy similar al borrador de acuerdo presentado a las partes en junio, y que filtraciones cercanas al entorno de la Obra tiraron por tierra. Esto es: Torreciudad se convertiría en santuario diocesano, dependiente de la diócesis, y el obispo podría nombrar al rector, pero entre una terna propuesta por la prelatura, a la que se cedía la gestión de Torreciudad. A cambio, el Opus incrementaría sustancialmente la aportación que anualmente ofrece a la diócesis, mientras que la talla original de la Virgen, venerada desde hace mil años en la zona, peregrinaría dos veces al año hasta la ermita original.
La filtración de ese posible acuerdo motivó una última propuesta de la diócesis muy parecida a la actual, excepto en una cuestión capital: que fuera la Santa Sede, y no el Opus, quien se haga cargo de todo lo referente a la gestión, incluida la patrimonial, del complejo, que se convertiría así en un santuario internacional.
Con esta premisa, además, se cumpliría uno de los cometidos que Francisco encargó al comisario Arellano al nombrarlo comisario pontificio para Torreciudad, y que no era únicamente dilucidar quién controlaría el complejo: abordar una auditoría del mismo, para desentrañar posibles irregularidades financieras o patrimoniales en el entorno.
Arellano y la cuestión económica
De hecho, se esperaba que la labor de Arellano fuera más allá de una mera mediación (no era esa su función) entre el Obispado y el Opus, y se centrara en un análisis de la realidad de Torreciudad en todas sus aristas. Algo que no ha hecho. A lo largo de este año, Arellano apenas ha acudido a la zona en dos o tres ocasiones, no ha dirigido los actos del 50 aniversario ni ha encargado una auditoría externa para desentrañar las finanzas del complejo. Simplemente, se ha limitado a escuchar las razones de ambas partes, sin entrar en los asuntos de fondo.
Porque lo económico, también, está en la raíz de este conflicto. Y no, como se han empeñado en asegurar los medios afines a la Obra, porque la diócesis quisiera incrementar la donación anual (unos ridículos 19,32 euros al cambio) del Opus por la cesión a perpetuidad de la imagen de la Virgen, ni mucho menos con el montante de 600.000 euros que apuntaron algunos, sino por los rumores sobre posibles operaciones financieras relacionadas con la zona, así como por la falta de transparencia sobre el origen de los fondos que sostienen Torreciudad, uno de los santuarios más visitados de Aragón.
Con todo, la razón última de la diócesis es una cuestión de dignidad. Como apuntó esta semana Pérez Pueyo, “desde hace ya cinco años venimos pidiendo, casi suplicando, que se respete la dignidad de nuestro pueblo: humilde y pequeño, sí, pero con una dignidad gigante y una fidelidad inquebrantable, como ha sabido demostrar a lo largo de los siglos”. Una lucha entre David y Goliat que, si nadie lo remedia, parece decantarse por el lado del gigante.
¿Unificación de las diócesis de Huesca?
En el trasfondo del conflicto, también, está un proyecto de unificación de diócesis, que conllevaría, a medio plazo, la desaparición de los obispados de Barbastro-Monzón y Jaca, para su inserción en la diócesis de Huesca, una decisión que se tomaría teniendo en cuenta la falta de vocaciones al sacerdocio y la adecuación a los límites provinciales, pero que no se lleva a cabo en otros lugares, como Guadalupe que, pese a ser la patrona de Extremadura, sigue perteneciendo canónicamente a la diócesis de Toledo.
“Ha puesto a León y al comisario en una dura tesitura: si fallan en su contra, es como si lo hicieran contra Francisco”, señalan nuestras fuentes, que matizan que es posible que, a última hora, se pueda encontrar un resquicio para un acuerdo que parece más difícil que nunca. El tiempo se agota
También, un posible traslado del propio obispo, que ya se negó en dos ocasiones a salir a un destino diferente sin que se solucionase el conflicto. En Roma, hay cierto malestar por las últimas declaraciones de Pérez Pueyo apelando al papa fallecido. “Ha puesto a León y al comisario en una dura tesitura: si fallan en su contra, es como si lo hicieran contra Francisco”, señalan nuestras fuentes, que matizan que es posible que, a última hora, se pueda encontrar un resquicio para un acuerdo que parece más difícil que nunca. El tiempo se agota.
“Nuestra Señora de los Ángeles de Torreciudad ha de ser venerada en su pequeña y humilde morada de donde nunca debió salir tras mil años de historia en manos de un pueblo que la venera con enorme devoción”, culminaba este lunes Pérez Pueyo, clamando, al menos, por la devolución de la milenaria talla a su emplazamiento original. “Y es por ello que quiero transmitiros la seguridad de que vuestro pastor siempre se mantendrá fiel a su pueblo, a esa pequeña grey de dignidad gigante a la que es mi mayor orgullo servir. Y así será hasta el final”. Aunque le cueste el cargo (él no piensa renunciar). “Ángel, no cedás”, le dijo Bergoglio. No lo ha hecho. Al menos, hasta que llegue la decisión final.