Mensaje de Navidad del presidente de la CEE
Argüello: "La Navidad nos invita a poner en la mesa común de nuestra sociedad española una llamada a colaborar en el bien común"
Mensaje de Navidad del presidente de la CEE
Alegre y santa Navidad, queridos amigos.
Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz. Paz a todos, a cada uno.
Permitidme que a través de la imagen y de la palabra, gracias a TRECE Televisión, pueda acercarme a vuestras casas. Y en nombre de la Iglesia, de las diócesis, de tantas comunidades que hacen presente el Evangelio de Jesús en nuestra tierra, os diga de nuevo, alegre y santa Navidad.
Hace ya unas cuantas semanas se encendieron las luces en las calles y plazas, no solo de las grandes ciudades, sino incluso hasta de pueblos muy pequeños de España. Pero hoy, se ha encendido verdaderamente la Luz. Es esta Luz que trata de abrirse paso en medio de la noche, en las tinieblas de la humanidad.
La Navidad está llena de nuestras fiestas, de nuestros encuentros, de regalos, de tantas propuestas. Y en medio de todo eso, ha de abrirse paso el acontecimiento. El verdadero regalo, la verdadera Luz, que es Jesús, el Emmanuel, este pequeño que nace en un pesebre y que está en brazos de María, su madre, para llevar la luz, precisamente, a aquellos que tienen sombras en el corazón. De alguna forma todos tenemos alguna sombra, pero es Navidad, y, especialmente, se enciende la luz de una manera muy singular para aquellos que tienen en su corazón tinieblas, confusión, dudas. Para ellos, para vosotros, para nosotros, es especialmente la Navidad.
Hoy, muchas familias se reúnen, pero también, reconozcámoslo, muchos estáis solos y quizás, de manera casual, estáis viendo ahora este mensaje, o incluso en horas posteriores, a través de redes sociales. Es especialmente para vosotros, para quienes estáis solos, para los que el Emmanuel, el Dios con nosotros, viene, se acerca, quiere acoger y acompañar vuestro momento de soledad, de duda.
El Señor nace en el último de los últimos lugares para llevarnos y abrazarnos a todos
Como también el Señor viene para quienes estáis en residencias de mayores, quizás añorando algún familiar que hubiera venido a sacaros esta noche y llevaros a su casa, a vuestra casa, a cenar en familia. O los que estáis en centros penitenciarios, o en hospitales. Estos son los lugares especiales de la Navidad, porque son los más próximos al pesebre, son los más reales de un Dios que ha decidido nacer a las afueras, porque no había lugar para Él, ni en la posada, ni en casa del gobernador, ni en las chozas de los pastores malditos. El Señor nace en el último de los últimos lugares para llevarnos y abrazarnos a todos.
Queridos amigos, al acoger al Emmanuel, a Jesús, al Salvador, y saber lo que este acontecimiento es de norte a sur, de este a oeste, nos une también a otros lugares de la tierra. Como, por ejemplo, la tierra misma de Jesús, donde no acaba de establecerse la paz, o, cómo no, nos vincula especialmente a los cristianos perseguidos, aquellos que para celebrar la Navidad hoy tienen casi que esconderse.
Jesús nace para todos. Acojamos su presencia, que renueva nuestros corazones, que transforma nuestras relaciones, y que nos invita a poner en la mesa común de nuestra sociedad española una llamada a colaborar en el bien común. El Señor toma nuestra carne y entra en nuestra historia, nos transforma y abre la posibilidad de una historia nueva y santa.
Son ya dos mil veintiséis años de este acontecimiento. Alegrémonos y sepamos por qué nos deseamos Feliz Navidad, por qué nos decimos Próspero Año Nuevo. Porque el Don, porque Dios, porque el Amor se nos ha ofrecido, ha tomado nuestra carne y ha entrado en nuestra historia.
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