Desayuna conmigo (jueves, 19.3.20) Gracias, papá

¿Es Dios nuestro padre?

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La iniciativa de la celebración hoy del “día del padre” en España surgió en un colegio en el año 1948, inspirada por los celos de algunos padres de alumnos que se sentían preteridos por la celebración solo del “día de la madre”. Las convicciones de la maestra que organizó el primer homenaje a los padres la llevó a elegir la fecha de la onomástica de san José, modelo de padre para cualquier familia cristiana. La idea cuajó fácilmente y, pocos años después, Galerías Preciados lanzó su primera campaña publicitaria para obsequiar a los padres con regalos ese día, a la que, por estimarla muy procedente, no tardó en sumarse también El Corte Inglés. Estamos, pues, ante una celebración alimentada por una bonita idea de armonía social, por una entrañable celebración cristiana y por la fuerza que le transfiere su dimensión comercial.

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En estos tiempos de feminismo desbordado y de reivindicaciones a ultranza, no está de más recordar esos inicios de supeditación de la celebración del día del padre al de la madre, por más que al padre siempre se le haya considerado el “cabeza de familia”, concepto este que ha entrado en crisis afortunadamente en nuestro tiempo.

Fue buena pena que dos sobresalientes hechos de nuestra historia en favor de la mujer no tuvieran ninguna continuidad en el desarrollo del cristianismo y de la sociedad. El primero es el papel primordial que tuvo la Virgen María en la gestación misma del evangelio cristiano, consumado en la vida, muerte y resurrección de su hijo Jesús, un desarrollo en el que el hombre progenitor, su esposo, desempeñó un papel secundario. Ese es un hecho sobresaliente que se olvidó por completo a la hora de encuadrar y valorar la función que la mujer debería haber tenido en la implantación y evolución de la Iglesia. El segundo nos concierne directamente a los españoles: fue el sabio pueblo español el que, hace unos siglos, dio un sentido completamente distinto a la expresión proverbial del “tanto monta, monta tanto”, que nada tenía que ver con la igualdad de los sexos, al aplicarla a los Reyes Católicos: «Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando». Lo evidente es que, a pesar de haber habido alguna reina más en la historia española, la mujer no ha venido “montando nada” en absoluto en nuestra sociedad.

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Para los cristianos el “día del padre” tiene una resonancia especial al rezar el “padrenuestro” y llamar a Dios “padre”. En nuestro tiempo de reivindicación de la igualdad de la mujer en todos los frentes, no son pocos los que en todo ello ven reminiscencias machistas de nuestra cultura y de nuestro sentir religioso, razón por la que optan incluso, al dirigirse a Dios, por hablar de padre y madre, sin darse cuenta siquiera de que ambos conceptos, referidos a Dios, no son más que metáforas para acercarnos al Dios desconocido y omnipotente de alguna manera, relación cuyo patrón humano más adecuado es el de “paternidad”, entendido, lógicamente, sin ninguna connotación sexual. La osadía del pensamiento dogmático prescindió de esa dimensión metafórica para tomarlo en su materialidad lingüística al fijar que en la única naturaleza divina hay tres personas distintas, de las que una es padre y otra, hijo, entre los que se establece la relación de “engendrar”, y reservó para la tercera la relación de amor entre ambos, el Espíritu Santo.

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Según el dogma, el hijo es “engendrado, no hecho”, mientras que la creación fue hecha y no engendrada, pues Dios no la sacó de sí mismo (engendrar) sino que “la hizo de la nada” (crear). Con todo ello lo que hemos conseguido, en una especulación inaudita por encerrar a Dios en conceptos humanos, es achicarlo hasta la condición de “padre”, concepto que, aun siendo riquísimo en su significado, se queda muy corto a la hora de dirigirse a un Dios que es muchísimo más que el mejor de los padres humanos. En este contexto, dirigirse a él también como “madre” no le añade absolutamente ningún matiz más que el de darle beligerancia en las deficiencias de nuestra propia organización social. Por ser el concepto de “padre” el más significativo para dirigirnos a Dios y aunque no tenga ninguna connotación machista, hoy podemos celebrar espiritualmente también la paternidad divina sobre nosotros, la cual, si no nos viene, a tenor de los dogmas que profesamos, de haber sido “engendrados” por él, sí que nos viene del hecho de haber sido “redimidos” por su hijo amado, Jesús de Nazaret.

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Dando un gran salto para situarnos de tejas abajo, el de hoy es un día maravilloso para todas las familias que tengan conciencia del alcance de su entidad en el conjunto de la sociedad, de la que son la célula básica. Es, por tanto, un día que reclama armonía total en el hogar como fundamento de la comunidad universal que formamos todos los seres humanos.

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Y, si tras ese salto, descendemos todavía un peldaño más para adentrarnos en la escena familiar, forzoso es reconocer que, aunque vivimos en un mundo todavía demasiado masculino o machista, los hombres pintamos poco, por no decir nada, en el gobierno de nuestros hogares, pues en ellos se hace por lo general, a la primera o a la última, lo que dice la mujer. Mi larga experiencia de vida matrimonial me ha llevado a la definitiva certeza de que, cuando en el hogar hay disparidad de criterios entre marido y mujer, lo más acertado y sensato es callarse y hacer lo que diga la mujer, pues, a fin de cuentas, es lo que prevalecerá. Así, cuando menos, se ahorra una discusión tan inútil como la bagatela que la desencadena. No es difícil oír de vez en cuando afirmaciones de autoestima tan sensatas como la de quienes fijan su autoridad de ser muy hombres y de vestir ellos los pantalones en el hogar diciendo: “en mi casa mando yo, pero yo mando que se haga lo que dice mi mujer”. Por lo demás, en este contexto, la sola mención de los comportamientos machistas de maltrato de la mujer atufa, comportamientos que nada tienen que ver con la condición de "macho", sino con la de imbécil redomado.

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Felicidades hoy, de corazón, a todos los Pepes y Pepas y, desde luego, a todos los papás. Hoy es un día muy apropiado para entablar una sincera y confiada conversación con Dios para expresarle el más devoto sentimiento filial diciéndole: “Padre nuestro, que estás en los cielos”.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gamil.com

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