Desayuna conmigo (miércoles, 29.4.20) Servicio diaconal

Bailando, de santa Catalina a Hitler sin perecer en el trayecto

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Sin duda, uno de los grandes avances que aportó el Concilio Vaticano II fue la recuperación del diaconado como un ministerio permanente ejercido por hombres casados, por clérigos cuya ordenación no les imponía el celibato. Se trata de un servicio que estuvo en activo durante siglos en la Iglesia católica hasta que pasó a reducirse a una ordenación de trámite o de tránsito, como un peldaño indispensable para acceder al sacerdocio.

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Los diáconos pueden bautizar, casar, predicar, celebrar funerales y promover la evangelización, hacer catequesis e impulsar las obras de caridad de la Iglesia. Llegado el caso, hasta pueden ponerse al frente de una parroquia cuando un sacerdote no pueda hacerlo. Pero lo que nunca deberían hacer es convertirse en sucedáneos de sacerdotes para amortiguar los efectos de la falta de vocaciones, al menos en algunas partes del mundo, porque ello equivaldría a degradar las prácticas religiosas, a menos que el Derecho Canónico termine por admitir, como algunos pretenden, la validez de las misas y confesiones virtuales, en cuyo caso, un solo sacerdote podría ocuparse de millones de fieles y enviar por transporte urgente las hostias consagradas a las iglesias y capillas para que los diáconos den las comuniones. La Iglesia católica cuenta en la actualidad con más de cincuenta mil diáconos casados en todo el mundo, de los que unos 500 son españoles.

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Lo que el Concilio Vaticano II hizo fue volver a la experiencia comunitaria de los orígenes del cristianismo, a una organización que no se correspondía con la que se venía teniendo de un sistema de cristiandad. Además de restaurar un servicio eclesial, que no tenía por qué estar incardinado por completo al sacerdocio, se crearon ministros eclesiales que no necesitaban comprometerse al celibato. Por ello, hemos podido ver a hombres casados oficiando en los altares de nuestras iglesias. Esa medida creó expectativas sobre que la Iglesia católica occidental o latina pronto podría abrirse al celibato opcional de los sacerdotes, una puerta tan necesaria como esperada, pero que incomprensiblemente sigue sin abrirse. Y ahí tenemos ese muro de Berlín, que ahoga en penuria y llanto el catolicismo occidental. Que en él haya, de hecho, algunos sacerdotes casados por determinadas situaciones y circunstancias personales no está sirviendo para ver la facilidad y normalidad con que el buen pueblo de Dios está dispuesto a aceptar que el ministerio sacerdotal lo puedan ejercer no solo los célibes, sino también los casados e incluso las mujeres. Como a la fuerza ahorca, habrá que armarse de paciencia para ver cómo ese muro se desmoronará él solito por la acción corrosiva del paso del tiempo.

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Que la cuestión del servicio diaconal aparezca hoy en la mesa de nuestro desayuno se debe a que el 29 de abril de 1968, cuando apenas habían transcurrido dos años y medio desde la clausura del Concilio Vaticano II, en Alemania fueron ordenados como diáconos permanentes cinco hombres casados. Alemania, de donde partió la Reforma Protestante, siempre ha estado mucho más sensibilizada con las cuestiones pertinentes a una mejor organización eclesial que otros muchos países, como España, país en el que parecemos ir siempre a remolque de otros. Baste recordar a ese respecto que el actual presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el obispo de Limburgo, Georg Bätzing, considera que "no sería un problema para la Iglesia si los sacerdotes fueran libres de elegir entre vivir como casados o célibes".

Objetivamente, no hay ninguna razón bíblica ni teológica que imponga el celibato a los sacerdotes. Se trata solo de razones canónicas que responden, obviamente, a cuestiones de conveniencia de funcionamiento de la institución eclesial, pues el sacerdote célibe tiene menor coste y es mucho más manejable para la movilidad ministerial.

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Por lo demás, es toda una falacia fijar en el celibato la espiritualidad y la sacralidad que el cargo requiere, pues, bien miradas las cosas, lo único indispensable para ejercer el sacerdocio es que el candidato sea honesto, tenga un cierto don de gentes y una predisposición inquebrantable para servir a la comunidad de fieles. La Iglesia, que ha querido hilar tan fino a la hora de elegir a sus sacerdotes obligándolos a llevar una vida casta, ha padecido mucha miopía al elegir a individuos cuya vida sexual no solo no ha respetado el requerimiento canónico de la castidad, viviendo amancebados o frecuentando prostíbulos, sino que ha traspasado alegremente las barreras de la delincuencia con la pedofilia. La santidad que la Iglesia pide a los sacerdotes célibes es exactamente la misma que debe pedir a todos los fieles. No hay dos clases de creyentes, unos sacros o consagrados y otros no, sino una sola comunidad de fieles, un solo pueblo de Dios, cuyos miembros participan todos de la misma santidad que nos viene de Dios a través de Jesús.

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El día nos pone encima de la mesa de nuestro desayuno otras curiosidades. Un día como hoy de 1380, moría la monja dominica santa Catalina de Siena, reconocida por la Iglesia como copatrona de Europa y de Italia y Doctora universal. Dados los tiempos que corren, ese patronazgo requiere una reactivación urgente que ayude a Italia en su desenfrenada lucha contra el coronavirus y libre a Europa tanto de los efectos nocivos del actual desmembramiento como de las opacidades enquistadas que la están impidiendo crecer. En lo que a la Iglesia concierne, el doctorado de santa tan relevante tiene que volver a sentar las claves que la ayuden a llevar a efecto, también en nuestro tiempo, su benéfica acción evangelizadora.

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Además, un día como hoy de 1945, Hitler y Eva Braun se casaron en el búnker de Berlín, donde se ocultaban, antes de suicidarse al día siguiente. Es inútil imaginar siquiera en aquella situación un ambiente festivo y menos aún pensar en una gozosa consumación del matrimonio. Una vez más, el suicidio nos enseña sus garras como la solución contundente a una situación tenebrosa. Muchos católicos, sin llegar a comprender en absoluto lo que dicen, consideran a Hitler como uno de los pocos habitantes del Infierno por sus muchos crímenes y hasta estarían dispuestos a enfadarse seriamente con Dios si no fuera así. Pero la verdad es que la vida le exigió un doloroso tributo por sus fechorías, pues nos sería difícil calibrar la tensión que en esos momentos debió de vivirse en un búnker en el que se cocinó al mismo tiempo el matrimonio y el suicidio. Creo estar en lo cierto al afirmar que, antes de dejar este mundo, la vida nos cobra a cada uno el tributo que debemos pagar por el uso que hayamos hecho de ella, es decir, que la muerte fija el equilibrio de la justicia en nuestra balanza particular. Después, todo pasa a ser Dios y cada uno de nosotros, en él para siempre.

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No, no es el desenlace de Hitler lo que nos espera a todos los humanos por el saludo que de lejos nos hará hoy el asteroide 1998 OR2, un enorme pedrusco de unos tres o cuatro kilómetros de diámetro, que pasará a más de seis millones de kilómetros de la Tierra, distancia relativamente pequeña en las dimensiones cósmicas, pero suficiente para que los no entendidos ni siquiera nos demos cuenta de su paso. Con solo que hubiera variado unos milímetros su trayectoria, podría haber impactado de lleno contra planeta y convertirnos a todos en cenizas. ¡Pobre ser humano, condenado siempre a sortear tantos fuegos!

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Nos queda un último sorbo de café en este desayuno para unirnos al mundo de la danza, cuyo día internacional se celebra hoy “como una forma de atraer la atención sobre el arte de la danza. También se busca reunir a todos aquellos que han elegido la danza como medio de expresión para que, traspasando las barreras culturales, políticas y étnicas, celebren la danza y su diversidad”. El arte de la danza nos deleita con la belleza de los cuerpos humanos en movimientos artísticos. Gregory Vuyani Maqoma, sudafricano, bailarín, coreógrafo, docente y actor, pregonero de la celebración de este año, lo expresa de esta manera: “A medida que bailamos con nuestros cuerpos cayendo en el espacio y enredando juntos, nos convertimos en una fuerza de movimiento, tejiendo corazones, tocando almas y proporcionando la curación que es tan desesperadamente necesaria”.

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Interesante macedonia la que hoy nos ha tocado desayunar. A mí me honra el papel, en este caso, de prestar a los lectores de este blog un “servicio diaconal”, que pone a resguardo del celibato sacerdotal una sacralidad y santidad que pertenecen por igual a todos los cristianos, al amparo de una santa doctora, que se empleó a fondo en mantener la unidad de la Iglesia. Lo de Hitler ha sido solo un chispazo para que no cedamos a la tentación de recorrer caminos desviados, que podrían llevarnos incluso a chocar con un asteroide y quedar hechos trizas o tetrapléjicos, con lo bonito que es el cuerpo humano, sobre todo cuando baila con soltura y ritmo. Desayunemos tranquilos, pues la vida seguirá siendo bella.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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