Comentario al Evangelio del 21º Domingo del Tiempo Ordinario Ojea: “La puerta estrecha es exigente por la humildad”

“La ley del amor, del amor a Dios y del amor al prójimo, que es la ley de Jesús, la ley del Evangelio es dificilísima de cumplir, es tremendamente exigente”
“La humildad nos recuerda que somos adultos y que tenemos que hacer todo ese esfuerzo, ese trabajo interior en la vida cristiana para que, a través de la infancia espiritual de ponernos como niños en las manos del Padre”
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
En el vigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario, el obispo emérito de San Isidro, Mons. Oscar Ojea, inició su reflexión señalando que “la frase fundamental del Evangelio de este domingo es: ‘Entren por la puerta estrecha’”. Según el obispo, “Jesús no contesta la pregunta que le hacen: ¿serán pocos los que se salvan? Y va al fondo de la cuestión de la salvación: ‘Entren por la puerta estrecha’”.

Una puerta exigente
Eso porque “la ley del amor, del amor a Dios y del amor al prójimo, que es la ley de Jesús, la ley del Evangelio es dificilísima de cumplir, es tremendamente exigente, mucho más exigente que la ley judía. El amor lo exige todo, pero desde adentro, desde el corazón”. Según Ojea, “esta puerta es estrecha, esto quiere decir es exigente. Conlleva muchas veces la Cruz, el sufrimiento, como aparece claro en la carta a los hebreos: `Que no vacilen sus manos, que no vacilen sus rodillas cuando haya alguna corrección por parte de Dios`”.
El obispo insistió en que “hay tanto sufrimiento en el mundo en que estamos viviendo”, y puso un ejemplo: “una familia a quien le costaba muchísimo conseguir trabajo consigue trabajo y al poco tiempo, hace tres días, se inunda la casa. Me llaman y me entero de este desastre, una tras otra y, sin embargo, no pierden la esperanza”. Para Ojea, “es esa fe que hace que yo pueda seguir caminando por la puerta estrecha”.
Hacer lugar a otros
“También tiene que ver la puerta estrecha con hacer lugar a otros. No entro solo, entro con otros. Por eso el hacer lugar significa renunciar a tantas cosas de mí mismo”, recalcó. En ese sentido, “la hospitalidad es una parte fundamental de la caridad. Así lo sabían los primeros cristianos que abrían sus casas y sus corazones a los paganos para que pudieran participar todos de una misma fe”.
Para Ojea, “principalmente esta puerta estrecha, que no está cerrada, a la que todos podemos entrar, aunque es estrecha, esta puerta estrecha es exigente por la humildad”. Eso porque “es necesario el conocimiento humilde de uno mismo, el conocimiento de nuestras debilidades, de nuestras fragilidades, no tener ese corazón de hierro para los demás y un corazón de carne solo para con nosotros mismos. Somos tan negligentes para con nosotros, tan indulgentes y exigentes con los demás”.
Importancia de la humildad
Ojea habló de la humildad, y para ilustrar la humildad frente a esta puerta, se refirió a ese magnífico verso de Miguel de Unamuno: “Agranda la puerta, padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños. Yo he crecido a mi pesar. Si no me agrandas la puerta, achícame por piedad. y vuélveme a la edad aquella en que vivir es soñar”.
Para Ojea, “este verso que ilustra la infancia espiritual, la humildad nos recuerda que somos adultos y que tenemos que hacer todo ese esfuerzo, ese trabajo interior en la vida cristiana para que, a través de la infancia espiritual de ponernos como niños en las manos del Padre, llenos de confianza, podamos atravesar esa puerta”. Algo que le llevó a pedirle a la Virgen, “que es la puerta del cielo, que nos ayude a achicarnos nosotros para que la puerta sea una puerta por la que podamos pasar todos”.