Segundo domingo: Jesús transfigurado (Dia 4) ¿Dónde buscas tu consuelo por ser testigo de Cristo?

El rostro de Cristo transfigurado pintado por Rafael
El rostro de Cristo transfigurado pintado por Rafael

¿Dónde buscas tu consuelo por ser testigo de Cristo?

Te entregas a la gente, pero ¿quién te fortalece a ti?

Y, dijo Jesús a sus discípulos:Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la encontrará, porque quien se avergüence de mí y mis palabras, también este Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre”.

Y, pasada una semana del pronunciamiento de estas palabras tan claras, veraces, luminosas y solemnes, dicen los evangelios que subió Jesús con Pedro, Santiago y Juan a un monte alto a orar.

Y, mientras oraba con su Abba, al que intensamente amaba, su cuerpo se transfiguró, llegando sus vestidos a resplandecer por la luz radiante que le inundaba.

Y, es que la divinidad santa, el amor ardiente y la reluciente luz, se habían fusionado en las personas del Padre Santo y del Hijo obediente.

Y, suspendidos los sentidos, queda el alma liberada para gustar un no sé qué, que hace sentirse bien, sin buscar, ni saber dar razón de tanta felicidad y bienestar. Sumergido en la luz que irradian el amor, el bien y la belleza, Pedro acierta a decir: “Qué bien se está aquí, haré tres tiendas, y nos quedaremos por siempre”. Es la alegría y el placer de la vida bienaventurada que, adelantadamente, gustaron.

Y, el Padre, que se siente con su Hijo complaciente, abre su boca y pronuncia su verbo: - ESTE ES MI HIJO AMADO, EN EL QUE ME COMPLAZCO, ESCUCHADLE -.

Y, la intensidad de la fuerza, la irresistible luz y la totalidad son tan plenas que, los pobres cuerpos de los Apóstoles se hubieran volatizado, si no fuera porque de testigos Jesús los quisiera. El mensajero del Evangelio no solo carga con la cruz, sino que tendrá descanso, también, si sabe encontrarlo en el Señor.

Y, así, un día podrán decir los elegidos: Yo estuve allí, y a Moisés y a Elías vi, y pude oír cómo de la Pasión hablaban con Jesús, que las Escrituras en Cristo se cumplían, que con el Padre contaba y amado se sabía, aun cuando nosotros le negamos, y sólo le dejamos.

Y, la primicia de la gloria que en el monte contemplamos, era por igual a la gloria del Resucitado, pues se nos concedió, en un momento, vislumbrar la victoria de la Verdad y la Vida sobre la Muerte y la Mentira. Bendición y gracia para nosotros fue, y, aunque caímos y le abandonamos, el Maestro me mantuvo siempre fiel.

Y, no contéis a nadie lo presenciado, nos dijo Él, hasta que haya resucitado.

Y, ¡es lo único que hicimos bien!

¿Dónde buscas tu consuelo por ser testigo de Cristo? Te entregas a la gente, pero ¿quién te fortalece a ti?

Semana RD: Diez años del pontificado

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