Fiesta de la Inmaculada Concepción María, Madre del pueblo fiel pero también mujer y primera discípula
En general el texto mantiene la línea de Vaticano II, situando a María en el discurso eclesiológico, como lo hace la Constitución Lumen Gentium (Cap. 8) y su principal objetivo es mostrar que los títulos que se le han dado a María han de revelar sin confusión su papel en el plan de salvación, salvaguardando a Cristo como el único mediador
El énfasis dado a la maternidad de María, no es suficiente para las mujeres de hoy, ni es coherente con el desarrollo de la mariología actual.
La mariología actual ha recuperado la humanidad de María y ha insistido en una relectura de los dogmas desde el punto de vista cristológico y eclesiológico
La Nota Doctrinal es teológicamente correcta pero, tal vez, insuficiente para decir algo a las mujeres y varones de hoy
La mariología actual ha recuperado la humanidad de María y ha insistido en una relectura de los dogmas desde el punto de vista cristológico y eclesiológico
La Nota Doctrinal es teológicamente correcta pero, tal vez, insuficiente para decir algo a las mujeres y varones de hoy
A propósito de la fiesta de la Inmaculada concepción de este 8 de diciembre y de la figura de María en todo este tiempo de navidad, quiero comentar algo de la Nota Doctrinal publicada el pasado 7 de octubre por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe (Mater Populi Fidelis), sobre los títulos marianos. En este Nota se pretenden revisar los títulos que se han dado a María a lo largo del tiempo por sus consecuencias cristológicas, eclesiológicas y antropológicas (n. 2). En general el texto mantiene la línea de Vaticano II, situando a María en el discurso eclesiológico, como lo hace la Constitución Lumen Gentium (Cap. 8) y su principal objetivo es mostrar que los títulos que se le han dado a María han de revelar sin confusión su papel en el plan de salvación, salvaguardando a Cristo como el único mediador (n. 3).
La Nota Doctrinal señala que desde los primeros concilios ecuménicos se comienza a delinear el dogma de María como Madre de Dios, pero leído en el misterio de Cristo, no como un culto colocado al lado del de Cristo (n. 11). A partir del S. XII se relaciona a María con la obra de redención en el calvario (n. 12) y como cooperadora con el Hijo en la obra de la salvación (n 13). El dogma de la Inmaculada Concepción (Pío IX, 1854) destaca a María como la primera redimida por Cristo (n. 14).
El título de corredentora aparece en el S. XV, pero Vaticano II evita utilizarlo para reafirmar la única redención que proviene de Cristo. En 1992, Ratzinger respondió negativamente a una nueva petición en el mismo sentido y lo reafirmó en 2002 por considerarlo un vocablo erróneo que impediría ver a Jesucristo como el único redentor (n. 19). Es verdad que Juan Pablo II lo utilizó, al menos en siete ocasiones, pero relacionándolo con el valor salvífico de nuestro dolor ofrecido junto al de Cristo, al cual se une María sobre todo en la cruz (n. 18).
El título de mediadora se utiliza en oriente desde el S. VI y en occidente desde el S XII hasta el S. XVI. Aunque se solicitó su definición dogmática, Benedicto XV solo lo aprobó como fiesta en 1921 (n. 23).
El título de Madre de los creyentes tiene raíces bíblicas y de los santos padres porque María engendra en la fe a todos los cristianos que son miembros del Cuerpo Místico de Cristo (n. 36). El texto aclara que esa maternidad no es una mediación sacerdotal como la de Cristo, sino que se sitúa en el orden y la analogía de la maternidad y esa función materna de ninguna manera disminuye la única mediación de Cristo y se desarrolla con la Iglesia, en la Iglesia y para la Iglesia (n. 37).
Porque María está unida a Cristo de un modo único por su maternidad y por ser llena de gracia, su oración por nosotros tiene un valor y una eficacia que no se puede comparar con ninguna otra intercesión (n. 38) y ella nos dispone a la vida de la gracia sin que se entienda con esto que María tiene un depósito de gracia diferente al de Cristo (n. 45-46).
María es más discípula que madre (n. 73), es la primera que ha creído (n. 74) y se aclara que los “presuntos fenómenos sobrenaturales” que hayan recibido juicio positivo por parte de la Iglesia, no se convierten en objeto de fe y, por lo tanto, los fieles no están obligados a darle un asentimiento de fe (n. 75). Esta posición es muy importante para contrarrestar tanto énfasis que algunos grupos ponen en las apariciones marianas.
Finaliza el documento haciendo alusión a cómo los pobres encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María y lo expresan en la piedad mariana “popular” que tiene tantas expresiones diversas, principalmente en las peregrinaciones a los santuarios marianos donde encuentran fortaleza y consuelo para salir adelante (n. 79-80).
El breve resumen que hemos presentado nos permite decir que estas aclaraciones pueden ayudar al diálogo ecuménico porque es bien sabido que el culto a María, por las distorsiones que se han presentado a lo largo del tiempo, ha constituido una de las dificultades para dicho diálogo.
Además, el documento resulta oportuno para contrarrestar movimientos marianos que, en la actualidad, insisten en dar culto a María, desligándola de su relación con Cristo y mucho más orientados a un tradicionalismo basado en prácticas externas (uso del velo, arrodillarse para comulgar, confesarse a menudo, etc.) y a una fijación en la moral sexual, bastante alejada de los desarrollos actuales de la teología moral. Muchos de estos grupos son de clase media-alta, privilegiando el uso de rosarios costosos, usados incluso como joyería (collares, pulseras, imágenes de lujo) y promocionando peregrinaciones a los santuarios marianos de Europa (de poco alcance para la mayoría del pueblo sencillo). Un detalle interesante es que a estos grupos están asistiendo jóvenes, lo cual alimentaría la esperanza de un acercamiento de ellos a la Iglesia, pero, curiosamente, no salen del círculo del propio grupo y, como ya dijimos, están más propensos a fomentar las distorsiones que la nota del dicasterio señala que una vivencia eclesial más acorde con el espíritu de Vaticano II.
El énfasis dado a la maternidad de María, no es suficiente para las mujeres de hoy, ni es coherente con el desarrollo de la mariología actual. Las mujeres de hoy, no se sienten identificadas solamente con la maternidad de María, sino que aspiran en ver en ella todas las dimensiones que han de ser desplegadas por las mujeres y que la cultura patriarcal ha invisibilizado con esa sobrevaloración de la maternidad.
El documento reconoce a María como primera discípula (n. 73) e incluso cita a Agustín quien dice que “es más importante para María ser discípula que madre de Cristo” (n. 73), pero no destaca a la María profeta -con su canto del Magnificat- e insiste en la actitud de obediencia, humildad, silencio, disponibilidad de María al plan de Dios, actitudes que siendo válidas para la vida de todo ser humano, han contribuido a mantener a las mujeres en resignación y aceptación callada de su sufrimiento.
La mariología actual ha recuperado la humanidad de María (por ejemplo, el magnífico trabajo de Elizabeth Johnson “María, verdadera hermana nuestra” (1993) y ha insistido en una relectura de los dogmas desde el punto de vista cristológico y eclesiológico -como lo hace esta Nota Doctrinal-, pero que no es el discurso que se ofrece en las predicaciones o catequesis sobre María. Hubiera sido interesante que la Nota Doctrinal valorara este trabajo y lo impulsara para que inspirara más no solo la vida de las mujeres sino también de los varones, en la vivencia del discipulado y en la puesta en práctica de la corresponsabilidad eclesial, por el bautismo recibido.
Finalmente, sigue siendo un desafío recuperar una imagen de María como modelo de seguimiento para varones y mujeres (no solo para mujeres) pero capaz de decir algo a la sociedad actual que lucha por liberarse de los estereotipos de género tan fomentados también por las religiones y en los cuales se sigue invocando la figura de María para mantenerlos. La Nota Doctrinal es teológicamente correcta pero, tal vez, insuficiente para decir algo a las mujeres y varones de hoy.