Segundo Domingo de Adviento (7-12-2025) Preparar el camino del Señor con frutos de sincera conversión
Adviento es tiempo de preparación para la venida del Señor. Juan el Bautista es el profeta que anuncia esa venida.
Fariseos y saduceos se acercan para ser bautizados por el Bautista, pero él increpa fuertemente llamándolos “raza de víboras” porque su arrepentimiento no es sincero ya que su vida no da los frutos esperados
El Bautista explica que el bautismo de Jesús es en el Espíritu que dará los frutos de una verdadera cosecha.
Que este tiempo nos lleve a abrir el corazón a la verdadera conversión, con una praxis que se sitúe del lado de los pobres.
El Bautista explica que el bautismo de Jesús es en el Espíritu que dará los frutos de una verdadera cosecha.
Que este tiempo nos lleve a abrir el corazón a la verdadera conversión, con una praxis que se sitúe del lado de los pobres.
En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea, proclamando: Arrepiéntanse, que está cerca el reino de los cielos. Éste es a quien había anunciado el profeta Isaías, diciendo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos. Juan llevaba un manto hecho de pelo de camello, con un cinturón de cuero en la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Acudían a él de Jerusalén, de toda Judea y de la región del Jordán, y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos acudían a que los bautizara les dijo: ¡Raza de víboras! ¿Quién les ha enseñado a escapar de la condena que llega? Muestren frutos de un sincero arrepentimiento y no piensen que basta con decir: Nuestro padre es Abrahán; pues yo les digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos para Abrahán. El hacha ya está apoyada en la raíz del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo con agua en señal de arrepentimiento; pero detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de quitarle sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego. Ya empuña la horquilla para limpiar su cosecha: reunirá el trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que no se apaga (Mateo 3, 1-12).
Adviento es tiempo de preparación para la venida del Señor. La lectura de hoy nos ofrece criterios para esta preparación. Mateo lo hace a través de la persona de Juan el Bautista quien, como profeta, va proclamando la necesidad de arrepentimiento ante la inminencia del reino. El texto nos presenta a Juan como alguien que vive con coherencia su ser predicador y profeta, tiene una vida austera expresada en su ropa sencilla y, al mismo tiempo, mostrando su fortaleza y seguridad en lo que predica.
El evangelista nos dice que acudían a bautizarse con Juan muchos fariseos y saduceos. Podríamos pensar que están acogiendo su predicación y están dispuestos al cambio. Pero el Bautista les increpa fuertemente llamándolos “raza de víboras” porque él se da cuenta que ese arrepentimiento no es sincero ya que su vida no da los frutos esperados. De ahí que les hace caer en cuenta que cualquiera puede decir que es hijo de Abraham, pero sin un verdadero arrepentimiento, eso no sirve para nada.
Las palabras de Juan el Bautista mantienen toda su actualidad ya que no es lo mismo vivir una religiosidad que una experiencia de encuentro con Dios que transforma la vida hacia el compromiso con el bien y la justicia. Es muy fácil hablar, realizar ritos y, en este tiempo de adviento en el que se despierta la sensibilidad religiosa, participar de novenas y otros eventos que traen distracción y alegría, pero no significan conversión y cambio.
Por eso el profeta explica que el bautismo al que llama no es el definitivo sino el de preparación del que traerá Jesús: el bautismo en el Espíritu que da los frutos de una verdadera cosecha, quemando todo lo que no sirve, expresándolo con la referencia a la paja que será quemada en el fuego que no se apaga. Además, muestra la distancia entre su predicación y la de Jesús, al que reconoce con más autoridad y a quién él no es digno de quitarle las sandalias.
Este relato nos invita, entonces, a abrir nuestros corazones a la verdadera conversión, evitando quedarnos en la superficialidad de cambios externos, sin que toquen la profundidad del propio corazón. En este tiempo de adviento, ojalá no nos quedemos solo en el ambiente festivo, sino que revisemos si nuestra praxis se corresponde al pesebre -pobre, desprovisto de poder y del lado de los últimos-, como debería ser para ser verdaderos precursores del Niño que viene.