Diario senti-mental 16

ÁNIMAS

El miedo a la muerte
es el miedo a nacer
(I. Olecha)

Día de las ánimas
resucito
con todos mis difuntos
difuminados muertos redivivos.
Que no se acabe el día
de nuestros amores resuscitados
de nuestros dolores concitados
de nuestros temores absueltos.

Tu alma vaga en mi entorno
y me circundas
madre
con tu aureola en arcoiris
y tu sonrisa melíflua
y de cristal.
Que no se arredre el día
del trasmundo entreabierto
por los seres que nos precedieron
y amaron
amarrados hoy a su destino
transfinito.

Vivieron lucharon y murieron
pero su tumba retumba
con los ecos de antaño
con los miedos de hogaño
con el corona-virus.
Aprendamos que solo renace
quien se juega la vida
quien enjuga su llanto
por el otro
quien se jugó la muerte
por amor
quien entendió su existencia
como coexistencia.

O bien como el humano
que ofrenda su ánima
a quien se la inhaló o insufló
primero: el Alma alada y animada
del mundo.
Como dijo un poeta
que me entierren haciendo
un agujero en mi madre:
para renacer en el seno
de la eternidad.
(Que el miedo a morir
solo es miedo a nacer).


ALTAR

Te amo para amarte
(G.Sand).


Te tengo en un altar
amor amigo
junto a la Madona
sobre un pergamino de música
gregoriana
y un libro mío ofrendado
con otro nietzscheano.

Así me acompañas de día
y te acompaño
te velo y me desvelo de noche
contemplando tu psicografía
presidida por al árbol de la vida
que es también el árbol
de la muerte
rodeado de extrañas escenas
oníricas vitales.

A la vera de tu retrato
pictórico
alegre y colorista disperso
y disipado
te escolto y ausculto
desde un retrato oscuro
e intimista
de viejo introvertido
despertado de su letargo
por tu algarabía.

Así se aúnan tu belleza
y mi melancolía
tu movimiento y mi quietud
inquieta
tu gracia amorosa y mi querer
moroso y concentrado
mimoso de tu amor
amigo.

Te venero en mi altar
como un venero de efluvios
de gracia
abierto y manifiesto
por tu beso de drácula
piadoso
y mi querer entrecortado
y recio.

Que amar es hacer
del corazón
un alto en el camino
revertido en altar
y una ofrenda del alma
convertida en oferta:
oferta y ofertorio
de un amor sigiloso
y audaz.

ULTRA-AMOR Y POESÍA

(Publicamos el Prólogo de A.Ortiz-Osés al libro “51 poemas de ultra- amor”, de próxima aparición).

El amigo de proyectos culturales Eugenio Mateo me pide unas palabras para sus “51 poemas de ultra-amor”, y con él me embarco en su barco de bardo. Me ha gustado la belleza de su poesía amorosa, sensitiva en medio de la naturaleza y sensible en medio del tráfago mundano, secuestrado empero por el pandemonio de la pandemia a la que exorciza. Amor y poesía es un binomio consustancial, ya que el amor es poético o pro-creativo, mientras que la poesía es emotiva y afectiva.

El amor es la cura o cuidado de nuestra escisión o herida mortal, así pues de nuestra finitud o confinamiento en este mundo, al que el amor abre a un trasmundo afincado empero en los intramuros del propio mundo. De ahí la sensación de resurrección típica del amor en medio de las ruinas terrestres, el esplendor y ascensión que significa e implanta en nuestro ser así renacido, la vivencia de sobrepasar la finitud en infinitud.

Es el amor como apertura radical al otro/otra el que trasciende la muerte y lo mortal o mortífero. Ahora bien, el amor como sutura de nuestra desgarradura existencial obtiene un sentido surreal, ya que traspasa la realidad por debajo (sub-realidad) y por encima (supra-realidad), lo cual está de acuerdo con su condición de transrealidad, lo que nuestro poeta Eugenio Mateo proyecta en el propio amor como trans-amor.

Esta es una poética presidida por la sensibilidad de un autor entre culturalista y naturalista, cuyo primer deseo amoroso es descubrir el secreto del tú amado, pasando del ensimismamiento a la alteración de la alteridad, tal y como lo exige el querer humano. Querer saber del otro/otra para saborear su piel desnuda, un saber-sabor poético del amor. Pero enseguida se enfrenta con el fatum o hado, el destino interpretado por el tango, el cual circunscribe su deseo entre la cercanía y la distancia, el día solar y la noche lunar, la presencia y la ausencia.

Eugenio Mateo prosigue su poética pesquisa amorosa hasta celebrar su alborozo como una elevación, un hollar las huellas de la amada flotando sobre la tierra pesante. El enamorado es un náufrago o superviviente que surca el mar de la amada, pero que sufre la encerrona de la pandemia causada por el coronavirus. El amor romántico, valga la redundancia, encuentra así sus límites físicos pero también sociales, representados por las dudas y los celos, las grietas y los grilletes del amor.

Los límites propios del amor se deben fundamentalmente al tiempo y su trascurso, así pues a la temporalidad del hombre en el mundo. Y aquí Eugenio Mateo proyecta a través del amor la figura del trastiempo, en un intento de “vencer el reloj siendo la arena”. La arena mienta en nuestro autor la encarnación del hombre en la mujer, “capaz de convertir en materia las ideas” y, por tanto, de encarnar el amor como pro-creación poética. De esta guisa, el amor se define como poético o creativo, y la poesía se redefine como querencia amorosa de fondo.

Pero entonces estamos describiendo el amor y la poesía como románticos o nada. Y, en efecto, el amor o tiene un trasfondo romántico o es mera benevolencia o benedicencia; y otro tanto pasa con la poesía, o es romántica o resulta mera escritura prosaica. Esta sería la enseñanza final de este librito de bella sensibilidad, firmado por el amigo Eugenio Mateo, y cuyo lema reza así: “no renunciar a lo que quiero”. Y lo que quiere es amar poéticamente y poetizar amorosamente.

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