Vivencias 29
| Andrés Ortiz-Osés
---No quiero ser ateo, quiero que haya un Dios del universo: pero sospecho que es un Dios-duende o daimon ambivalente como Abraxas y sufriente como el Dios cristiano.
---La armonía de los contrarios es disarmónica: atonal.
---Alguien me llama luminoso: pero mi luminosidad es oscura.
---Lo demónico en la clave del mundo: y expresa la cruz de la contradición real.
---Lo demónico como coimplicidad lacerante de lo real: la complicidad de todo con todo.
---Hay una hermosura soberana: y una hermosura cautiva.
---Apenas si he podido con este mundo: me ha sobrepasado finalmente.
---El amor no se hace, nos hace: el odio no se tiene, nos retiene y deshace.
---El amor media extremos: y es mediado por ellos.
---El otro te saca de ti mismo: quizá esta es la clave de la sociedad abierta.
---La empatía como forma de cohesión social: y la simpatía como su realización interpersonal.
---El otro nos ayuda a ser nosotros mismos: abiertamente.
---Es el débil quien quiere el poder: el fuerte ya lo tiene.
---A menudo criticamos lo que no alcanzamos: son las uvas inmaduras de la ira.
---La salud de un hombre está como la de todos, en entredicho, o sea, en pronóstico reservado al tiempo.
---El día que estoy inspirado, escribo: el día que no lo estoy, expiro.
---Una vida sana suele ser insana: culturalmente.
---El pensador como un pesador o prensador: que acaba en peso pesado.
---Un momento/memento: le sonrío a una preciosa chinita, y me devuelve su sonrisa irisada a pie de calle.
---El sufrimiento es ahora mismo mi fuerza débil.
---Siempre he visto la vida como un desvencijamiento: que ahora me toca a mí.
---A la larga no podré con la enfermedad: pero podré hasta el final.
---La enfermedad solo agrava una situación grave: la existencia de la existencia.
---La vida es la enfermedad de la propia materia bruta.
---Asumir la vida mitad de cachondeo y mitad destinalmente: azar y necesidad.
---La saudade como un sabor de miel y lágrimas (E.Lourenço): un sabor de regaliz y cenizas.
---Soy un tanto psicopomposo: se revela en mi escritura y su pompa anímica.
---(Retrato retratado) En mi retrato por Teo Félix comparezco como un duende o daimon ancestral, sentado en la escalinata de la vieja casona cuyo maderamen chirría, portando un gorro de alquimista: destacan las manos amasadoras de materia y el rostro hermético, transfigurador de la materia bruta en configuración simbólica.