El amor sublima (y Paseo por la contingencia)

EL AMOR SUBLIMA

El amor sublima el animal en hombre, lo animalesco en humano, el sexo en eros y la erótica en afecto o afección. El amor sublima la vida natural en coexistencia cultural. Mas el amor sublima o eleva nuestra condición porque es sublime, en realidad lo más sustantivo o esencial de nuestra existencia, sin duda lo único importante e interesante, decisivo. El amor inspira nuestra vida con un entusiasmo divino, como reconocían los sabios griegos, amplificando nuestra vivencia en convivencia y experiencia límite y radical. El estupor se apodera del amante por el amado o amada, descubriendo otro yo trascendental en el horizonte marino de nuestra cotidianidad. Por el amor el demon o demonía de nuestra vida se convierte en duende o ángel según los casos.

El amor es el núcleo atómico de nuestra existencia, un núcleo radioactivo que siempre deflagra estrepitosamente para bien o para mal. El mal amor es el amor reprimido y represor, el buen amor es el amor liberado y liberador. Por eso el amor sublime es un amor sublimado o elevado, purificado por el propio fuego que define al amor. El amor es un fuego sagrado que abrasa la carne trasmutada en humo, aire o espíritu alado. Mientras que en el amor-pasión el espíritu es devorado por la carne, en el amor-compasión la carne es consumida y consumada por el espíritu. El espíritu es así finalmente el que sublima el amor hasta hacerlo sublime.

En nuestra cultura occidental la gran sublimación del amor comparece con el Sócrates platónico y su visión o versión sublimatoria del eros o erótica. Curiosamente inspirado por una mujer, Diotima, nuestro filósofo que está casado y con hijos, realiza una trasposición del erotismo sexual al erotismo sensual y cultural, así como del amor masculinista procreativo a un amor más abierto, creativo o íntimo, más femenino, anímico o transversal, oblicuo (podríamos ya llamarlo un amor-queer). En la filosofía socrática el alma masculinista se feminiza de acuerdo a una sublimación de carácter sensible y sapiencial, en la que prevalece la sofía o sabiduría femenina basada no ya en la gesta heroica sino en la interioridad del sentido existencial.

El segundo gran momento amoroso, capital en nuestra cultura occidental, está representado por la figura sublime de Jesús y su evangelio del amor. Jesús continúa religiosamente la sublimación socrática, revirtiéndola en sacrática o sagrada, por cuanto consagra el amor como religación sublimadora de la vida. Situado humanamente entre Juan y la Magdalena, los apóstoles y las mujeres, el espíritu de Jesús es un aire fogoso que quema la carne en un altar sagrado hasta que exhala su alma, es decir, lo anímico y afectivo. Si la sublimación socrática del amor es filosófica o cultural, sapiencial, ahora la sublimación jesusiana del amor es religiosa o sagrada, íntima y espiritual.

Bien lo comprende san Juan de la Cruz cuando en su poesía mística el amor comparece como sublime elevación de lo terrestre a lo celeste, del cuerpo al alma y del alma al espíritu. Aquí la noche se hace cómplice de un amor que sublima el dolor de la ausencia amada, y se sublima en éxtasis de contemplación y unión. Pero como en Sócrates y Jesús, en nuestro Juan de Yepes el amor vuelve a feminizarse frente al masculinismo clásico o tradicional, en una especie de transición romántica de signo interior, íntimo o anímico en la que resplandece lo más oscuro: las profundas cavernas del sentido.

Hay un texto simbólico excepcional, firmado por Thomas Mann, que significa el último aporte a esta gran tradición del amor sublime o sublimado. Me refiero a Muerte en Venecia, que no es sino la representación moderna del Simposio socrático-platónico, y en el que reaparece de nuevo un amor íntimo y cuasi femenino, sublimador del eros turbulento en afecto o afección cuasi angélica. El autor germano, pagano y cristiano, describe en su fino libreto el amor que sublima el sexo en senso o sentido, a través de la mediación cuasi alquímica de la música romántica de G.Mahler en la versión fílmica de Visconti. Una sublimación musical que acaba trasportando la vida al borde de la muerte, por causa de una peste como la del coronavirus. Pero ante la muerte el amor realiza su última sublimidad, una sublimación trascendental abierta a la eternidad.

PASEO POR LA CONTINGENCIA

---Un paseo por la contingencia: un paseo por que ocurre y sus ocurrencias.

---El universo es tan contingente que los astros chirrían: y la tierra rota achatada por los polos.

---El ser está atrapado en su ser: como los seres.

---La realidad está atrapada en un ser que desemboca en no-ser ---El poder quiere que estemos regular: para así poder regularnos.

---Atacar la catadura de este mundo: y no acatarla.

---Nacemos llorando y gritando: y morimos llorados y gritados en silencio.

---Políticos: retóricos pletóricos. -

---Ando irascible: para poder andar y evitar no andar.

---Estoy leyendo bastantes tonterías: quizás influyen en las mías y viceversa.

---Me hubiera gustado no molestar tanto: y no tener tantas molestias.

---No rebatir nuestro fracaso: porque es irrebatible.

---El fracaso vital es el fracaso mortal: y el fracaso existencial es el fracaso coexistencial, al no saberlo compartir humanamente (compasivamente).

---La pandemia ha dejado una presencia ausente y una ausencia presente.

---Querer dormir y no poder dormir sin sueño: sin sueños.

---Lo trágico tiene mala prensa, pero es lo que nos trae y contrae, lo que nos traemos entre manos.

---Más que confesar que he vivido, yo confesaré que he “morido”.

---Proyectamos el sentido desde el sinsentido, el cielo desde la tierra, la eternidad desde el tiempo.

---Tanta falsedad, tanta falsía, tanto falseamiento.

---Pueden destruirte, pero no aniquilarte.

---Los bandos se componen al menos de dos: y no precisamente son bardos.

---La vida humana resulta inhumana: y finalmente inhumada.

---Codiciamos la vida: yo os la regalo íntegra.

---Pero el maná solo comparece en medio del desierto: como exquisito dessert o delicatessen.

---El amor es rojo de sangre y azul de cielo: violeta.

---Solo tú, Señor de la transustanciación, puedes transustanciarme.

---El amor no es mera estructura: el amor es urdimbre existencial.

---Ahora mismo que el tiempo se detiene suavemente en el cénit del cielo, vuelvo a estar contigo en el espacio redondo que me incluye y absorbe: delicadamente.

---En la ontología clásica el ser es un fantasma, y en la teología tradicional Dios es un fantasma: seres fantasmagóricos de la onto-teología (como la llamó Heidegger).

---Y sin embargo hay el ser junto a la nada: y hay lo divino junto a lo diablesco.

---Lo divino como trascendencia interior.

---Lo divino no es lo suprahumano: sino lo intrahumano.

---Los fantasmas filosóficos suelen sobrevolar a modo de duendes: el fantasma de la verdad y de la razón.

---Luego hay otros fantasmas peligrosos: el absoluto político, el capital como eje del mundo, la abstracción pura o puritana de la cruda realidad.

---El puro fantasma es un espectro exterior y abstracto: el duende es un espectro interior e imaginal.

---El dinero es fantasmagórico, pero externo y real, objetivo: el amor es un duende interior, surreal y subjetivo.

---Decir la verdad sería decir la mentira del mundo.

---Cuando cede el dolor exterior emerge la adormición nirvánica interior: la cual trasciende los amores y dolores mundanos en un reposo no abstracto sino místico.

---Lo místico no conduce al Dios exterior, sino a la divinidad interior

---Lo místico no es lo suprahumano, sino lo intrahumano.

---El amor es divino y demónico o diablesco: es la única prueba de la existencia de Dios y del daimon o demon.

---Quoniam tu mecum es (Salmo 23).

---El amor nos ofrece la archiescritura de nuestro mundo: la significación o significancia de la realidad en su sentido.

---Dos almas en un cuerpo es el amor (eros): dos cuerpos en un alma es la amistad (filía).

---Finalmente recibo morfina en mi tratamiento oncológico: la recibo como si fuera la Morfina personalizada, la deletérea novia de nuestro Pedro Saputo (el sabido y sapiente).

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