"El encendido de las luces de Navidad ya es un sacramental laico" Encendido de las luces de Navidad: "En muchas ciudades de Europa, el niño Jesús se ha ido, de puntillas, por la puerta de atrás"

Encendido de las luces de Navidad
Encendido de las luces de Navidad

"Durante más de 25 años he estado yendo anualmente, cada Navidad, a São Félix do Araguaia, en el Mato Grosso brasileño, «en el corazón geográfico de Brasil», metáfora de que se servía a Casaldáliga para ubicar la desconocida ciudad-sede de su diócesis en el mapa"

"Ya entrados en en nuestro siglo XXI, el predominio de Santa Claus sobre el Niño Jesús se hizo evidente, y comenzó a hacerse aplastante. Prácticamente, Santa Claus y su séquito se hicieron omnipresentes, hasta constituirse en las únicas imágenes «políticamente correctas»"

"La tensión entre la navidad cristiana y la imaginería de Santa Claus, encontraba una vía de superación en la eliminación de ambas líneas: ni el Niño Jesús, ni Santa Claus; ni renos, ni angelitos; sólo motivos abstractos, geométricos, sin texto, sin palabras"

English below. Em português no final.

     Vuelvo a casa después de asistir al encendido de las luces de Navidad, en mi ciudad. He estado muchos años fuera del país, y quería ver por dentro cómo viven ahora las personas este hecho. Y sí, me ha hecho pensar, y me parece quizá útil de compartir.

Hace mucho tiempo, cuando yo era pequeño, las incandescentes bombillas de la Navidad, dibujaban motivos literalmente navideños: la Virgen, san José, la mula y el buey, los angelitos, los pastores y las ovejas, y, en medio de todo, el niño Jesús, invariablemente. Todo giraba en torno suyo. Ah, y los Reyes Magos, anunciándose anticipadamente. En aquel tiempo, incluir cualquier figura o motivo que no fuera realmente religioso, hubiera sonado a despropósito, algo así como una profanación. (Tampoco la guitarra, ni mucho menos la percusión, podían sonar en los templos, porque los únicos instrumentos religiosos eran el órgano, por derecho propio, y el modesto armonium...).

Luces de Navidad
Luces de Navidad

Durante más de 25 años he estado yendo anualmente, cada Navidad, a São Félix do Araguaia, en el Mato Grosso brasileño, «en el corazón geográfico de Brasil», metáfora de que se servía a Casaldáliga para ubicar la desconocida ciudad-sede de su diócesis en el mapa. Para llegar allá desde São Paulo (que en aquel tiempo era la única entrada internacional practicable para llegar a Brasil en avión), tenía que recorrer casi 2000 Km, rodados por carretera, cruzando por la mitad de ese gigantesco país, de dimensiones continentales, todo un día, con su noche, casi emborrachado en una incesante sucesión de imágenes típicas brasileñas: las calles, las casas, los anuncios, las vallas publicitarias, las luces navideñas... empapándome, desde la ventanilla del autobús.

     Recuerdo que, los primeros años, las figuras de las luces navideñas eran, casi indefectiblemente, las del niño Jesús y sus padres, los ángeles, el buey y la mula. Era todavía el siglo XX, y esto sucedía en el país católico más grande del mundo. Y así debió ser incluso antes de que fuera posible adornar las calles son luces eléctricas. Pero era una tradición que estaba a punto de evolucionar hacia su metamorfosis.

     Durante más de diez años fui testigo de la evolución de esa ornamentación luminosa navideña. Una figura imponente se asomó a esas vallas publicitarias y vino para quedarse: Papá Noel. Pasó a ser compañía obligada del Niño Jesús. Y con Papá Noel, o Santa Claus, o simplemente «Santa», venía toda su séquito navideño: ciervos, renos, trineos, abetos... 

Luces de Navidad
Luces de Navidad

 Ya entrados en en nuestro siglo XXI, el predominio de Santa Claus sobre el Niño Jesús se hizo evidente, y comenzó a hacerse aplastante. Prácticamente, Santa Claus y su séquito se hicieron omnipresentes, hasta constituirse en las únicas imágenes «políticamente correctas». Las imágenes clásicas de Belén, ya no quedaban bien en una sociedad en plena secularización. Todo el mundo se siente más cómodo ante Santa Claus y sus renos, que ante un Niño que, aunque sólo sea un niño, desafía desde su silencio.

     Hoy día, en aquellas carreteras brasileñas y por muchas otras, se puede dar ya por descontado que sólo excepcionalmente aparecerán símbolos navideños de Belén. La presencia de Santa Claus los ha barrido. Un Santa Claus que había sido creado como símbolo publicitario de la Coca Cola (por eso: de rojo y blanco), llegó a opacar toda la imaginería navideña tradicional y a desterrar al Niño Jesús. «Papá Noel se robó el Niño Jesús», tituló Casaldáliga un poema ad hoc de aquellos años.

Pero tuve que venir a Madrid una de aquellas navidades, y quedé de piedra cuando comencé a ver algo nuevo: las luces navideñas madrileñas no se repartían ya entre la imaginería navideña tradicional y la de Santa Claus y sus renos: la creatividad humana había dado un paso más, había encontrado una salida distinta, muy significativa. Ahora los adornos comenzaban a ser de figuras abstractas, principalmente geométricas. La tensión entre la navidad cristiana y la imaginería de Santa Claus, encontraba una vía de superación en la eliminación de ambas líneas: ni el Niño Jesús, ni Santa Claus; ni renos, ni angelitos; sólo motivos abstractos, geométricos, sin texto, sin palabras. 

Luces de Navidad
Luces de Navidad

     Ya estoy de vuelta en Europa, y en muchas ciudades, su iluminación navideña ha recorrido la misma senda: se ha consumado la opción secularizada de la imaginería abstracta. El niño Jesús se ha ido, de puntillas, por la puerta de atrás. Esta sociedad secularizada cada vez gusta menos de la exhibición de signos religiosos en los espacios públicos. De hecho, en estos mismos días, la Unión Europea acaba de aporobar que en determinados ámbitos las empresas puedan exigir a los empleados o a los funcionarios prescindir de todo signo religioso, para propiciar la neutralidad de la sociedad.

     En resumen: no es una moda pasajera, o sólo propia de algún lugar o sector poblacional; y no ha sido sin querer, ni se nos ha ido de las manos: es más bien un criterio firme, bien pensado y repensado, y que se va asumiendo y regulando como ley o costumbre transnacional. Lo dicho: el Niño Jesús ha hecho mutis por el foro, y una modernidad tolerante y pluralista se ha hecho cargo de la Navidad social.

He dicho que escribo tras volver del «encendido de las luces de Navidad» de mi ciudad. Quería comprobar cómo estaba este tema en mi ciudad, tantos años después. Iba sin negativismo, y expectante. Y sí, me he sentido muy bien. Me ha llamado la atención ver ríos de gentes, viniendo de todas las direcciones, caminando hacia el centro de la ciudad, y los tranvías y autobuses llenos en esa misma dirección, inabordables. Una verdadera fiesta popular, urbanita, muy acogida y sentida por la gente popular y las familias, con sus niños.

Luces de Navidad
Luces de Navidad

     Causa un sentimiento especial ir por la calle acompañado por esa multitud que se siente convocada por la Navidad, la Antigua Navidad, la de nuestra infancia y la de los belenes, una fiesta religiosa destacada, interiorizada ahora sin sobresaltos en una sociabilidad pluralista, con tolerancia para todos los credos, teístas y posteístas. Esta Navidad, desetiquetada con paz, sin chauvinismos ni reclamos, con tolerancia y sintonía festiva ciudadana, es la Nueva Navidad, la propia de la sociedad actual secularizada, que, seguramente, todavía no ha acabado de transformarse.

     Muchos de nosotros nos acordamos de un famoso librito (casi fascículo) de Leonardo Boff, «Los sacramentos de la vida» (accesible en la red), cuando hablaba de «el sacramento de la colilla de cigarro» que quedó de recuerdo de su padre y que unió a toda la familia... Decía Leonardo, con toda razón, que para él aquello era un verdadero sacramento, y que los sacramentos son eso, pequeñas realidades que nos remiten a vivencias trascendentes...

     Creo que el actual «encendido» de las luces de la Navidad en nuestras ciudades, despojadas de textos y de imágenes belenistas, son un «sacramental laico», un acto de la nueva liturgia desacralizada y ecuménica de nuestra sociedad secular. Yo he recibido el mensaje, sin palabras, y me ha caldeado el corazón. Gracias a tantísimas personas que acudieron. Incluso a los que asistieron, desde sus casa, por la televisión, al encendido. Bien por esta nueva liturgia laica y popular.

Luces de Navidad
Luces de Navidad

In English. Em português depois. 

     I am returning home after attending the Christmas lights switch-on in my city. I have been many years out of the country, and I wanted to see inside how people live this event now. And yes, it has made me think, and I find it perhaps useful to share.

     A long time ago, when I was a child, the incandescent Christmas bulbs literally depicted Christmas motifs: the Virgin, St. Joseph, the mule and the ox, the little angels, the shepherds and the sheep, and, in the middle of it all, the baby Jesus, invariably. Everything revolved around him. Oh, and the Three Wise Men, announcing themselves in advance. At that time, to include any figure or motif that was not truly religious would have sounded like nonsense, something like an unacceptable profanation. (Neither the guitar, much less percussion, could be played in the temples, because the only religious instruments were the organ, in its own right, and the modest harmonium).

     For more than 25 years I have been going annually, every Christmas, to São Félix do Araguaia, in the Brazilian Mato Grosso, "in the geographical heart of Brazil", a metaphor used by Casaldáliga to locate the unknown city-headquarters of his diocese on the map. To get there from São Paulo (which at that time was the only practicable international entrance to reach Brazil by plane), I had to travel almost 2000 km by road, crossing half of that gigantic country, of continental dimensions, a whole day, with its night, almost drunk in an incessant succession of typical Brazilian images: the streets, the houses, the advertisements, the billboards, the Christmas lights... soaking myself, from the bus window.

     I remember that, in the early years, the figures of the Christmas lights were, almost unfailingly, those of the baby Jesus and his parents, the angels, the ox and the mule. It was still the 20th century, and this was happening in the largest Catholic country in the world. And it must have been so even before it was possible to decorate the streets with electric lights. But it was a tradition that was about to evolve into its metamorphosis.

     For more than ten years I witnessed the evolution of this luminous Christmas ornamentation. An imposing figure appeared on those billboards and came to stay: Santa Claus. He became the obligatory companion of Baby Jesus. And with Santa Claus, or Santa Claus, or simply "Santa", came his entire Christmas entourage: deer, reindeer, sleighs, fir trees?

     As we entered our 21st century, the predominance of Santa Claus over Baby Jesus became evident, and began to become overwhelming. Practically, Santa Claus and his entourage became omnipresent, until they became the only "politically correct" images. The classic images of Bethlehem no longer looked good in a society in full secularization. Everyone feels more comfortable in front of Santa Claus and his reindeer than before a Child who, although only a child, challenges from his silence.

     Today, on those Brazilian roads and on many others, it can be taken for granted that only exceptionally will Christmas symbols of Bethlehem appear. The presence of Santa Claus has swept them away. A Santa Claus that had been created as an advertising symbol of Coca Cola (that's why: in red and white), came to overshadow all the traditional Christmas imagery and to banish the Baby Jesus. "Santa Claus stole the Baby Jesus", Casaldáliga titled an ad hoc poem of those years.

     But I had to come to Madrid one of those Christmases, and I was stunned when I began to see something new: Madrid's Christmas lights were no longer divided between the traditional Christmas imagery and that of Santa Claus and his reindeer: human creativity had gone a step further, had found a different, very significant outlet. Now the decorations began to be of abstract figures, mainly geometric. The tension between Christian Christmas and Santa Claus imagery found a way out in the elimination of both lines: no Baby Jesus, no Santa Claus; no reindeer, no angels; just abstract, geometric motifs, no text, no words.

     I am back in Europe, and in many cities, their Christmas lighting has followed the same path: the secularized choice of abstract imagery has been consummated. The baby Jesus has gone, on tiptoe, through the back door. This secularized society likes less and less the display of religious signs in public spaces. In fact, in these very days, the European Union has just approved that in certain areas companies may require employees or civil servants to dispense with all religious signs, in order to promote the neutrality of society.

     In short: it is not a passing fad, or just a fad of some place or sector of the population; and it has not been unintentional, nor has it gotten out of hand: it is rather a firm criterion, well thought out and rethought, and which is being taken on board by the world's leaders. 

Em português

     Estou voltando para casa depois de participar do acendimento das luzes de Natal em minha cidade natal. Estive fora do país por muitos anos e queria dar uma olhada em como as pessoas vivenciam esse evento agora. E sim, isso me fez pensar e talvez seja útil compartilhar.

     Há muito tempo, quando eu era criança, as lâmpadas incandescentes de Natal literalmente retratavam motivos natalinos: a Virgem, São José, a mula e o boi, os anjinhos, os pastores e as ovelhas e, no meio de tudo isso, invariavelmente, o menino Jesus. Tudo girava em torno dele. Ah, e os três reis magos, que se anunciavam com antecedência. Naquela época, incluir qualquer figura ou motivo que não fosse verdadeiramente religioso soaria como um disparate, uma espécie de profanação inaceitável. (Nem o violão, muito menos a percussão, podia ser tocado nas igrejas, pois os únicos instrumentos religiosos eram o órgão, por si só, e o modesto harmônio).

     Há mais de 25 anos vou anualmente, todo Natal, a São Félix do Araguaia, no Mato Grosso brasileiro, "no coração geográfico do Brasil", uma metáfora usada por Casaldáliga para localizar no mapa a desconhecida cidade-sede de sua diocese. Para chegar lá, partindo de São Paulo (que naquela época era a única entrada internacional viável para o Brasil por avião), tive que viajar quase 2.000 km por estrada, atravessando metade desse gigantesco país de dimensões continentais, um dia inteiro, com sua noite, quase intoxicado em uma sucessão incessante de imagens tipicamente brasileiras: as ruas, as casas, os anúncios, os outdoors, as luzes de Natal... absorvendo, da janela do ônibus.

     Lembro-me que, nos primeiros anos, as figuras nas luzes de Natal eram, quase que inevitavelmente, as do menino Jesus e seus pais, os anjos, o boi e a mula. Ainda estávamos no século XX, e isso acontecia no maior país católico do mundo. E deve ter sido assim mesmo antes de ser possível decorar as ruas com luzes elétricas. Mas essa era uma tradição que estava prestes a se transformar em uma metamorfose.

     Por mais de dez anos, testemunhei a evolução dessa ornamentação luminosa de Natal. Uma figura imponente apareceu naqueles outdoors e veio para ficar: o Papai Noel. Ele se tornou o companheiro obrigatório do Menino Jesus. E com o Papai Noel, ou Pai Natal, ou simplesmente "Papai Noel", veio toda a sua comitiva natalina: veados, renas, trenós, abetos?

     Quando entramos no século XXI, o domínio do Papai Noel sobre o Menino Jesus ficou evidente e começou a se tornar avassalador. O Papai Noel e sua comitiva se tornaram praticamente onipresentes, até se tornarem as únicas imagens "politicamente corretas". As imagens clássicas de Belém não eram mais bem vistas em uma sociedade secularizada. Todos se sentem mais confortáveis diante do Papai Noel e de suas renas do que diante de um Menino que, mesmo sendo apenas uma criança, desafia com seu silêncio.

     Hoje, nessas estradas brasileiras e em muitas outras, pode ser dado como certo que só excepcionalmente aparecerão símbolos natalinos de Belém. A presença do Papai Noel os varreu. Um Papai Noel que foi criado como símbolo publicitário da Coca-Cola (por isso: em vermelho e branco), veio para ofuscar todas as imagens tradicionais do Natal e banir o Menino Jesus. "O Papai Noel roubou o Menino Jesus", Casaldáliga intitulou um poema ad hoc daqueles anos.

     Mas eu tive que ir a Madri em um desses Natais e fiquei surpreso quando comecei a ver algo novo: as luzes de Natal de Madri não estavam mais divididas entre as imagens tradicionais de Natal e as do Papai Noel e suas renas: a criatividade humana tinha dado um passo além, tinha encontrado uma saída diferente e muito significativa. Agora as decorações começaram a ser abstratas, principalmente figuras geométricas. A tensão entre as imagens do Natal cristão e do Papai Noel encontrou uma saída na eliminação de ambas as linhas: sem Menino Jesus, sem Papai Noel; sem renas, sem anjos; apenas motivos abstratos e geométricos, sem texto, sem palavras.

     Agora estou de volta à Europa e, em muitas cidades, a iluminação de Natal seguiu o mesmo caminho: a escolha secularizada de imagens abstratas foi consumada. O menino Jesus saiu, na ponta dos pés, pela porta dos fundos. Essa sociedade secularizada gosta cada vez menos da exibição de sinais religiosos em espaços públicos. De fato, nestes dias, a União Europeia acaba de aprovar um regulamento que permite que as empresas em determinadas áreas exijam que os funcionários ou servidores públicos dispensem todos os sinais religiosos, a fim de promover a neutralidade da sociedade.

     Resumindo: não se trata de uma moda passageira, ou apenas de um modismo de algum lugar ou setor da população; e não foi algo não intencional, nem saiu do controle: trata-se de um critério firme, bem pensado e repensado, e que está sendo adotado. 

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