Entrevista con el teólogo Juan José Tamayo Jesús de Nazaret: Indignado con la sociedad y la religión patriarcales

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En defensa de la dignidad y la subjetividad de las mujeres 

__ Juan José, sigamos dialogando sobre otras actitudes de indignación de Jesús de Nazaret que demuestran su talante subversivo. Tú te mueves en el horizonte de la teología feminista e incluso te defines como teólogo feminista, ¿verdad? ¿Qué te parece si hablamos de Jesús, pero del que anda indignado con la sociedad y la religión patriarcales de su tiempo y defiende la dignidad y la subjetividad de las mujeres?

JJT. Adelante, Jesús. Me parece un tema fundamental. Empiezo por decir que el modelo de reconstrucción crítico-feminista de los orígenes del cristianismo sitúa los comienzos del movimiento profético galileo en un marco multicultural más amplio que el puramente religioso, que lleva a rastrear las estructuras patriarcales de la sociedad y de la religión, y las luchas de los movimientos emancipatorios guiados por la lógica de la igualdad.

En la cultura griega, romana, asiática y judía ya existían movimientos que luchaban contra la opresión patriarcal, en los que se inscriben las luchas emancipadoras de las mujeres de la Biblia. Según la teóloga y biblista Elisabeth Schüssler Fiorenza, las primeras seguidoras del profeta Jesús de Nazaret fueron mujeres galileas que se reunían para compartir comidas en común, eventos de curación y llevar a cabo reflexiones de carácter religioso. Gozaban de autonomía económica.

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Es en este contexto en el que hay que situar la indignación de Jesús con la sociedad y la religión patriarcales de su tiempo. El cristianismo histórico ha mantenido oculta esa actitud indignada durante muchos siglos, ya que las iglesias cristianas se han configurado patriarcalmente y necesitaban legitimar dicha configuración a través de una imagen igualmente patriarcal del propio Jesús, de su mensaje y su práctica.

Tampoco la exégesis y la teología fueron capaces de descubrir esa indignación, ya que han operado hasta muy recientemente con métodos histórico-críticos androcéntricos, que, por muy rigurosos que se presentaran, resultaban patriarcales en la comprensión de la realidad, en la traducción e interpretación de los textos y en las imágenes que ofrecían de Jesús en la predicación, la catequesis, los tratados de teología y los libros de piedad.

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__ ¿Cómo se ha logrado romper esa imagen?

JJT. Pues es gracias, sobre todo, a la hermenéutica, a las teologías feministas de la sospecha y a los estudios de antropología cultural y de sociología del Nuevo Testamento, del cristianismo primitivo y del Jesús histórico. Se pone de manifiesto la importancia e incluso la centralidad de la indignación de Jesús con el patriarcado religioso, político, social y jurídico [1].  

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Las mujeres sufrían una marginación total en Israel tanto en la vida política y religiosa como en la familiar a lo largo de toda su vida. Hasta que llegaban al matrimonio, eran propiedad del padre. Cuando se casaban, pasaban a ser propiedad del marido, que podía repudiarlas con relativa facilidad. A él le debían obediencia, como antes al padre. Y la obediencia debida se consideraba una virtud. En la vida cívica y religiosa, la mujer era asimilada a los niños, los ancianos y los paganos, y, como estos, carecía de derechos. Un buen ejemplo de dicha asimilación discriminatoria era la oración que tenía que recitar a diario todo judío piadoso: "Bendito sea Dios que no me hizo gentil; bendito sea Dios que no me hizo mujer; bendito sea Dios que no me hizo esclavo".

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__ ¿Y cómo rompe con esta actitud excluyente y se reconoce a las mujeres la dignidad que el judaísmo les negaba en todos los órdenes: antropológico, cultural, familiar, social, político, religioso, jurídico, etc.?

JJT.► Poniendo en cuestión las leyes penales que condenaban con más severidad a las mujeres que a los varones, como la lapidación por adulterio y el  libelo de repudio. En la escena evangélica de la mujer adúltera hay dos elementos a tener en cuenta en la conducta de Jesús: echa en cara a los acusadores su doble moral y perdona a la mujer, eximiéndola del castigo que le imponía la ley: la lapidación. Jesús se opone al libelo de repudio porque suponía dejar a la mujer en terreno de nadie, totalmente desprotegida y objeto de todo tipo de abusos. Me parece exegéticamente deshonesto utilizar la oposición de Jesús al libelo para fundamentar la oposición al divorcio, como a veces se hace. Jesús elogia públicamente a la mujer que se presenta en casa de Simón, donde Jesús estaba comiendo, y derrama sobre su cabeza un frasco de perfume muy caro al tiempo que afea la actitud de los discípulos que, desde la lógica economicista, reprueban el gesto de la mujer. El comportamiento de esta mujer sin nombre demuestra cercanía, e incluso ternura, hacia Jesús y reconocimiento simbólico de su profetismo y de su mesianidad.

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El anonimato con que aparece la mujer en el relato evangélico tiene su contrapunto en la vinculación que hace Jesús del gesto profético de la mujer con el anuncio de la Buena Noticia de la salvación y en la memoria de dicho gesto que se torna central en el cristianismo: “Dondequiera que se proclame la Buena Noticia, en el mundo entero, se hablará también de lo que esta ha hecho, en memoria de ella” (Mc 14,9; cf. Mt 26,13).  En memoria de ella es precisamente el título del libro de Elisabeth Schüssler Fiorenza, una de las obras pioneras de la reconstrucción feminista de los orígenes del cristianismo.

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En otra ocasión osa afirmar, con harto escándalo para las autoridades religiosas, que las prostitutas, los pecadores y los publicanos precederán en el reino de los cielos a los fieles cumplidores de la ley.  Tal modo de actuar entra en conflicto con la rigidez de los guardianes de la ley, quienes toman nota de lo sucedido para poder acusarle de transgresor de los preceptos tenidos por "divinos". Aquí no se juzga a las prostitutas moralmente, y menos aún se las condena, como sucedía en el ambiente religioso. Todo lo contrario, las prostitutas son valoradas socialmente como personas marginadas por ser mujeres y por tener que ejercer la prostitución para sobrevivir y por eso tienen prioridad en el proyecto liberador de Jesús de Nazaret.

__ ¿Hay alguna otra práctica de Jesús que demuestra su reconocimiento de la igual dignidad de las mujeres y de los hombres?

JJT.  Sí, una que no puede pasar desapercibida porque es quizá la que mejor expresa su ruptura con el patriarcado (entonces vigente en la sociedad y en la religión judía). Jesús incorpora a las mujeres a su movimiento en igualdad de condiciones que los varones, con el mismo protagonismo y sin cargas especiales. El ser mujer no es motivo de discriminación en el movimiento de Jesús.

El elemento común a mujeres y hombres dentro del movimiento que Jesús pone en marcha es el seguimiento del Maestro, que consiste en compartir su estilo de vida en pobreza, acoger su enseñanza y acompañarlo en el anuncio del reino de Dios como Buena Noticia de la Liberación para las personas y los colectivos empobrecidos y marginados.

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El seguimiento de las mujeres se pone de manifiesto en un texto del evangelio de Lucas que ha pasado desapercibido durante mucho tiempo: "Recorrió a continuación ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios; le acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que le servían con sus bienes (Lc 8, 1-3).    

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__ ¿Y tal actitud no provocaba escándalo en una sociedad y una religión tan patriarcales?

JJT.  Claro que sí. La actitud integradora e inclusiva de las mujeres tenía que provocar necesariamente conflicto en aquella sociedad y constituía un desafío a las estructuras patriarcales del judaísmo y a su discurso androcéntrico. El discipulado igualitario tuvo, por tanto, unas consecuencias revolucionarias en aquel entorno socio-religioso misógino.       

__ ¿Fue, entonces, importante la contribución de las mujeres a la expansión del movimiento de Jesús fuera de las fronteras de Israel?

JJT. Por supuesto, yo diría que fue fundamental. Así parecen indicarlo dos relatos evangélicos pertenecientes a dos tradiciones diferentes: el de la Samaritana, difusora de la Buena Noticia de Jesús en medio de un pueblo heterodoxo a los ojos de los judíos como era el samaritano (Jn 4), y el de la Sirofenicia, mujer pagana que pide a Jesús la curación de su hija, poseída por un espíritu inmundo (Mc 7, 24-30; Mt 15, 21-28) y consigue vencer sus iniciales resistencias, hasta convertirlo a la concepción universalista de la salvación.

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__ ¿Qué papel, o mejor, qué lugar ocupan las mujeres en los relatos de la Resurrección?

JJT. Pregunta fundamental, porque son los relatos evangélicos de la Resurrección los que rompen todos los esquemas patriarcales de la sociedad y la religión judías. Las mujeres, cuyo testimonio carecía de valor en los juicios porque se las consideraba mendaces por naturaleza, aparecen como las primeras testigos del Resucitado. Los mismos relatos presentan a los Doce como testigos indirectos que acceden al conocimiento de que Jesús ha resucitado a través de las mujeres. Su actitud ante el testimonio de estas concuerda con el comportamiento adoptado durante el proceso de Jesús: si entonces huyeron, ahora se muestran reticentes y desconcertados e incluso descreídos. Como judíos misóginos, no creen a las mujeres.

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__ Juan José, ¿ qué importancia tiene Pablo de Tarso en la exclusión de las mujeres como testigos de la Resurrección? 

JJT. Fue precisamente Pablo quien excluyó a las mujeres de la lista de las apariciones, sustituyéndolas por los Doce, y a María Magdalena por Pedro (1 Cor 15, 3-8). Y como el testimonio de la Resurrección era el criterio para el reconocimiento de una persona como Apóstol, al excluir a las mujeres de las apariciones, las excluía también del grupo apostólico. Pero dicha exclusión no fue óbice para que el mismo Pablo en la Carta a los Gálatas reconociera la igualdad entre los hombres y las mujeres en un texto que el filósofo de la esperanza Ernst Bloch llama “La Internacional de la Igualdad”. Dice Pablo: “Ya no hay distinción entre judío y gentil, entre esclavo y libre, entre hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28). Elisabeth Schüssler Fiorenza afirma que en este texto la eliminación de las desigualdades sociales, religiosas y patriarcales no se refiere solo a la comunidad cristiana, sino también a la sociedad. 

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Asimismo, Pablo reconoce el protagonismo que las mujeres ejercían en sus comunidades. No hay más que leer el capítulo 16 de la Carta a los Romanos para identificar a varias mujeres que ejercían cargos directivos en las comunidades paulinas. Pero hay que reconocer que, a pesar del silencio de Pablo en su relato de las apariciones del Resucitado y de la misoginia de otros escritos del Nuevo Testamento –por ejemplo, la carta a Efesios y la primera carta a Timoteo-, coincido con la teóloga Suzanne Tunc cuando afirma: "Ellas [las mujeres] son el eslabón indispensable de la transmisión del mensaje evangélico, e incluso el eslabón esencial para nuestra fe en Cristo resucitado"[2]. Pero yo voy más allá y afirmo: sin el testimonio y la experiencia de la Resurrección de las mujeres, quizá no hubiera nacido la Iglesia cristiana.  

֍ NOTAS:

[1] Cf. E. Schüssler Fiorenza, En memoria de ella. Una reconstrucción teológico-feminista de los orígenes del cristianismo, Desclée de Brouwer, Bilbao 1989;  id., Pero ella dijo. Prácticas feministas de interpretación bíblica, Trotta, Madrid 1996; id., Cristología feminista. Jesús, hijo de Miriam, Profeta de la Sabiduría, Trotta, Madrid 2000;id., Los caminos de la Sabiduría. Una introducción a la interpretación feminista, Sal Terrae, Santander 2004; J. J. Tamayo, Otra teología es posible. Pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo, espec. cap. 8 “Revolución feminista en la teología”, Herder, Barcelona 2012, 2ª ed.

[2] S. Tunc, También las mujeres seguían a Jesús, Sígueme, Santander 1999, 75-76.

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