"¿Qué voy a hacer? ¿a qué me voy a dedicar? ¿dónde y cómo podré encontrar trabajo? ¿de qué voy a vivir?" El drama personal, y el testimonio vital, de quienes abandonan el sacerdocio o la vida religiosa

Curas 'secularizados'
Curas 'secularizados'

Es un colectivo de personas que, cuando menos, provoca una cierta curiosidad. Un colectivo con un tremendo drama a sus espaldas. Personas intelectualmente muy formadas, bien que en algunos aspectos sesgadamente formadas

Personas con una inquietud cultural, vital y social dignas de elogio muy por encima del nivel medio de la gente sedicente culta. Y además con un afán de superación que ya quisieran muchos. Demos todo esto por descontado, porque es cierto.

Pero personas que, como tales "ex", importan poco a la sociedad y que la sociedad incluso desdeña y hasta denigra con frases irónicas cuando no sarcásticas.

Ex

Personas "vitandas" por sus antiguos compañeros; personas que no suelen encontrar asideros iniciales en su nueva incardinación social. Todavía en mi pueblo a una ex monja que hace cincuenta años que se abandonó el convento, obnubilada por la pasión que encontró en el hoy su marido, la siguen denominando "la monja".

Si la decisión de abandonar el estado clerical o religioso es relativamente fácil y no traumática cuando son jóvenes --antes de los 30 ó 35 años--, pasada esta edad cobra tintes de verdadera angustia, es un drama vital, no sólo por tener que dar de lado lo que ha sido un periodo crucial en su vida, la juventud y madurez, sino sobre todo porque no tiene a nadie a quien recurrir.

Padres muy mayores, retorno imposible a dicho hogar, hermanos ya situados en la vida y con sus propios problemas, amigos sociológicos, vínculos sociales inexistentes...


Y las preguntas martilleantes: ¿qué voy a hacer? ¿a qué me voy a dedicar? ¿dónde y cómo podré encontrar trabajo? ¿de qué voy a vivir?


El pasado domingo fue un día especialmente grato para mí: reunión de compañeros de colegio e incluso algún que otro profesor del mismo --con lo que de diferencia de edad comporta--, tertulia donde unos a otros nos quitábamos la palabra para aportar su granito de memoria colectiva... vida común a raudales... fotos... tertulia escindida del elemento femenino y del masculino...


Para lo que aquí pueda interesar, una presencia inquietante: un profesor de instituto ya jubilado, verbo siempre precipitado, alegría vital a raudales y un pasado digno de comentar. Había sido cura o fraile, que no importa al caso. Después de cerca de veinte años de ministerio, dio un paso crucial en su vida: abandonó "la religión". A los seis años y sin pasar por la legalidad imposible de lo canónico, felizmente casado o acompañado, que tampoco importa al caso.


Mi pregunta a bocajarro:
--"¿Cómo vives el hecho de que, si no canónicamente, sí por aquello de 'sacerdos in aeternum' puedas hacer presente ahora y aquí a Cristo, es decir, puedas consagrar?".


Su mirada fue no sé bien cómo calificar: ¿de perplejidad? ¿de 'y esto a qué coño viene'? ¿de 'pero éste en qué mundo vive'?

No, tampoco eso, porque preguntado de otra manera contestó:


--"¿...que si creo todavía que yo...? Creer… siglo creyendo. Pero respecto a lo otro, vamos, eso tiene cierto contenido mientras lo crees; en cuanto dejas de creer en ello, parece que se ha desvanecido, se ha volatilizado, tu poder mágico se ha evaporado, parece como si nunca hubiera existido esa convicción, que ha sido un velo del que te has despojado. No, de ninguna manera puedo creer ahora que todo ese tinglado de creencias, tinglado del que formé parte, a su vez forma él parte de la realidad. Desde luego no de la mía "
En ningún momento dijo que todo eso era mentira, pero la sensación fue verdaderamente curiosa: todo un sacerdote durante dos decenios, una persona entregada a su misión, un confesor, un vehículo del misterio, un "transformador" del pan en el cuerpo de Cristo... no dando valor alguno a aquello en lo que había creído.


Y siguió comentando:

--"En mi buena fe, pedí hasta tres veces a Roma la secularización. Yo quería hacer las cosas bien, de manera legal. Pero a los tres requerimientos me contestaron con la misma cantilena: que mi petición era precipitada, que no me veían maduro para renunciar a mi estado, que debía dejar pasar un tiempo para reflexionar..." "Eran, dijo, años en los que no concedían dispensa alguna por orden o decisión de Juan Pablo II".


Cuando uno se interesa por el devenir vital de otra persona, es cuando se da cuenta de esos pequeños dramas desconocidos que se cuecen en el interior del individuo y que pueden degenerar en verdaderas neurosis. Como el caso que comentó de un compañero suyo, ex fraile, economista, guía de turismo... y al fin muerto de inanición vital, de depresión en su madurez joven.


--"¿Y cómo fue el abandono?"


--"Pues ni más ni menos que tomando ejemplo del que había sido mi profesor ¡de Moral y Dogma!, que se largó sin decir oste ni moste. Si él lo hizo con plena tranquilidad de espíritu, yo no iba a ser menos, sufriendo, como estaba sufriendo, la demora y que la cosa se estaba alargando en exceso".


Y ante estos casos, surge la reflexión consecuente: ¿hasta qué punto pueden influir las creencias inducidas para que la persona esté convencida de que aquello en lo que cree ¡¡es real, existe, vive, forma parte de la vida de uno!!? Al día siguiente de abandonar el recinto sacro, todo eso se evaporó, dejó de existir, dejó de tener virtualidad y consistencia. Como si nunca hubiera sido parte de su vida...


Hay otro elemento de sociología barata: todos aquellos que han ejercido una profesión similar al sacerdocio (pongamos abogacía, medicina, psicología, asistencia social y similares) jamás reniegan de su pasada condición. Se sienten orgullosos de ella. Viven de su pasado.


Rara vez encontraremos a un ex fraile o ex cura que se sienta orgulloso, comente, viva, continúe pensando en su pasado como algo digno de ser revivido, algo magníficante... No. Generalmente se oculta se oculta la condición de "ex". En todo caso dirá que gracias al paso por el seminario, no terminó destripando terrones como sus ancestros. Pero su condición de " ministros del Señor”, “vehículos de la gracia", "dispensadores de los misterios", "pastores gregis", jamás se trae a colación. Y si lo piensan, podrán decir: ¿Pero alguna vez pude yo ser todo eso? ¡No, mejor olvidarlo!

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