Aspectos benéficos de la religión.
| Pablo Heras Alonso.
Muchos somos los preocupados por la religión, tanto en sus aspectos teóricos como en lo relacionado con la práctica y su incardinación social. Hay quienes sólo se detienen en los "detalles" perniciosos de las creencias, como si las prácticas religiosas contuvieran dentro de sí un germen vírico que desprovee a las personas de su capacidad racional.
No se pueden mantener posturas rigoristas donde todo es blanco o todo es negro. Siempre, en todo lo que se relaciona con el hombre, hay una escala de grises que es preciso tomar en consideración. Esto también entra dentro de la reflexión religiosa, que no puede echar por tierra aquellos aspectos benéficos que ha reportado la religión a la humanidad.
Una de las aportaciones de la religión, cualquiera de ellas, ha sido la de contribuir al orden social y a la igualación e incluso dignificación del hombre, al afirmar que todos somos hijos del mismo Padre. Cierto que luego vienen las diferencias de clase que algunas mantienen, pero no puede dejar de reconocerse esa primera aportación de las creencias.
Unida a esa aportación, y como fundamento de la misma, la predicación de la justicia y el amor. Todas las religiones coinciden en esta prédica aunque luego los humanos la desdigan en su conducta. Es triste reconocer que, a pesar de esa insistencia doctrinal, la humanidad no ha avanzado mucho en que ese sea el ámbito en que se mueva la sociedad. Pero al menos hay una conciencia general religiosas de que las cosas deben caminar en esa dirección.
Otra de las aportaciones de la religión, especialmente la cristiana, es la creación de una cultura avanzada y refinada que ha generado aportaciones importantes al progreso de la humanidad. Que esto tiene su contrapartida en abusos, genocidios y demás, no es óbice para decir que muchos pueblos se han visto liberados de prácticas aberrantes existentes fuera de la religión.
Tanto el cristianismo como otras grandes religiones han servido para superar creencias localistas, tiránicas y divididas, englobándolas en una gran sociedad, donde las personas encontraban mayor libertad y reconocimiento de su dignidad.
Esto ha supuesto algo relacionado con lo dicho anteriormente, que el hombre se ha sentido más unido al resto de los hombres. Es algo similar a lo que ocurrió con la expansión del Imperio Romano y la cultura romana. Los hombres libres se sentían ciudadanos del Imperio y por lo tanto protegidos por las leyes imperiales. La gran sociedad creyente consiguió así el hermanamiento de todos sus miembros.
Hay otro aspecto que incide en la personalidad de los creyentes y que las religiones han favorecido, bien que pudiera ser estableciendo creencias poco acordes con la racionalidad. El hombre también es un animal de instintos, los más fuertes de ellos el de supervivencia, el afán de dominio, el miedo, el instinto gregario, la sexualidad, el instinto de protección de la prole, etc. Bien sea por temor al castigo o por el premio consiguiente, las religiones han sabido o procurado encauzar y controlar los instintos humanos, procurando conducir a los hombres a esferas espirituales donde primaran lo dicho arriba, la justicia y, sobre todo, el amor a los demás.
Y como corolario de esta consideración, la religión ha incidido en el mayor temor de los humanos, la muerte, precedida y acompañada muchas veces de dolores, desgracias, desdichas, infortunios y sus consiguientes tribulaciones personales. El control o consuelo que la religión ofrece no es elemento menor a considerar. La religión ha servido para tranquilizar ante la adversidad; para ofrecer alternativas gratificantes; para dar otro sentido a tales adversidades; para fortalecer el psiquismo y desviar hacia otras consideraciones lo que la racionalidad no puede asimilar.
Habría que añadir algo que no afecta tanto a la humanidad en general cuanto a los mismos creyentes. Esto lo podría decir, como añadido, cualquiera que admitiera la existencia de un Dios que nos cuida y protege: la religión es el medio para descubrir a Dios y de relacionarnos con él. La religión nos dice cuál es su voluntad, qué quiere de nosotros, qué medios ofrece para superar las dificultades y las tentaciones y qué felicidad nos tiene reservada.
Y, por último, añadimos algo que también es corolario de las creencias religiosas: el arte. Es un capítulo de la historia de la humanidad que no se puede obviar y, sobre todo, que hay que proteger, conservar, cuidar y mantener. Sin el arte religioso el mundo no se podría entender, algo que la enseñanza debiera tener en consideración.