Breve averiguación sobre la felicidad

Conversaciones al hilo de discusiones veraniegas, tratando de solayar estos calores que parecen emanaciones de ese infierno que les espera a los extraviados como el señor escribidor (como dice alguien por aquí).

La felicidad es una de esas palabras altisonantes que los credos han contaminado con su sobeo untuoso cuando no con su aliento fétido de pretender hallarla en el sufrimiento o hablando de felicidades que nadie ha experimentado ni nadie conoce sino por palabrería del cariz citado.

Es hora de prescindir ya de referencias ultra-vitales. La felicidad sólo puede estar "aquí".

Es feliz el hombre que consigue realizar lo que desea; que encuentra satisfacción en lo que hace; que obtiene los frutos de su trabajo; que logra un equilibrio estable de sus pulsiones; que se integra en la pequeña o gran sociedad a la que pertenece aportando lo que sabe y puede; que alcanza a exprimir gozo de las pequeñas cosas que la vida ofrece...

Aparte de consideraciones más amplias, la felicidad tiene que incluir dosis necesarias de educación personal; de vida sujeta a los dictados de la razón; tiene que ver realizadas de alguna manera las aptitudes personales y las posibilidades que tiene el individuo de actuar dentro y sobre la sociedad; sentir la libertad y la gratificación de vivir según su autodeterminación; y, finalmente, comprenderse dueño y controlador del propio destino.

Si el hombre entrega un minuto de su vida a la búsqueda de la felicidad en las creencias, lo que hallará será remisión al futuro aumentando la insatisfacción del momento vital en que vive; en el fondo, decepción y vacío, segregado o superado por la sociedad de la que, en el fondo, busca su estima. 

Volver arriba