CUESTIONES QUODLIBETALES: HUELGA FEMINISTA/a


Why can’t a woman be more like a man? // ¿Por qué una mujer no puede ser como un hombre? (musical My Fair Lady)
No hay hombres ni mujeres, hay humanidad (Emilia Pardo Bazán)

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Para el día mundial de la mujer del 8 de marzo se ha propuesto por primera vez una “huelga feminista” para reclamar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, en coherencia con lo que proclama el artículo 14 de la actual constitución española.

Tal novedosa protesta va dirigida contra la discriminación de la mujer en los distintos ámbitos sociales, pero muy especialmente en el mundo del trabajo (la denominada “brecha salarial”) y sobre todo contra esa “epidemia” endémica a la que se le aplica los nombres de “violencia machista” o también “violencia de género”.

Si el ateniense Aristófanes viviese hoy y pudiese hacer comedias, es probable que para encontrar la paz en la actual “guerra de los sexos”, escribiese una nueva “Pisístrata”, emulando la solución a la guerra del Peloponeso entre espartanos y atenienses: no una huelga laboral, sino una huelga de sexo en la que las mujeres se negasen a tener sexo con los varones, una medida potencialmente revolucionaria.

Siendo la igualdad de género un problema de derechos humanos, absolutamente central y que afecta en mayor o menor medida a todos los países, a todas las culturas, a todas las sociedades, a todas las clases sociales y a todos los individuos humanos, conviene hacer algunas reflexiones teóricas, que puedan coadyuvar a orientar la praxis diaria, pues esta problemática tiene una dimensión global, que nos concierne a todos los humanos, no solo al género femenino, en orden a construir una convivencia más igualitaria entre hombres y mujeres.

Si una huelga viene calificada como “feminista”, habrá que clarificar qué se entiende por feminismo y especificar sus distintas versiones. Y si se habla de “violencia machista” o “violencia de género”, términos usados habitualmente por los medios de comunicación, por los políticos y por los ciudadanos, será necesario explicar también el significado de estas expresiones. Una de las funciones de la filosofía, especialmente en su corriente analítica, es la clarificación lógica del lenguaje, que a su modo ya realizaba Sócrates, para evitar confusiones y falacias en las frecuentes diatribas sobre el tema.

El término “machismo”, que tiene marca hispana y que se convirtió en préstamo lingüístico sin traducir a otras lenguas, lo mismo que “guerrilla”, no denota la diferencia biológica del macho humano frente a la hembra, sino un atávico prejuicio social, análogo al racismo, que afirma la supremacía del hombre sobre la mujer y se manifiesta de formas muy diversas, no solo en las ideas y creencias, sino en las actitudes, valores, conductas o en el mismo lenguaje, en cuanto reflejo de la sociedad.

El vocablo machismo es de uso muy popular y está en boca de todo el mundo para calificar conductas y hacer juicios de valor de carácter crítico. La conducta machista afecta básicamente a los varones, pero no es exclusiva de ellos. También afecta a muchas mujeres que han interiorizado su estatus de inferioridad, de acuerdo con los roles y estereotipos de género. En el ámbito científico, sin embargo, se utilizan términos más académicos, como “género”, “sexismo”, “androcentrismo”, “patriarcado”, “feminismo”, etc., para diferenciar el nivel teórico del uso popular.

En los textos de sociología, de antropología cultural o de psicología, se suele incorporar algún capítulo sobre el “género”, que conecta con los llamados Gender studies (estudios de género), realizados en muchas universidades.

Para poner solo un par de ejemplos, Anthony Giddens en su libro Sociología, dedica el capítulo 6 al tema “Género y sexualidad”, tratando problemas como género y biología, la socialización por género, la identidad de género, el patriarcado, movimientos feministas, formas de violencia de género, orientaciones sexuales etc. Igualmente, Jesús Mosterín en su obra antropológica La naturaleza humana, en el capítulo 10 trata la problemática bajo el título “Hombres y mujeres”. Y así otros muchos.

En este tipo de estudios teóricos se hizo habitual diferenciar claramente entre “sexo” y “género”. El sexo hace referencia, se dice, a los aspectos puramente biológicos (genéticos, hormonales, anatómicos etc.) que diferencian al macho o varón de la mujer en cuanto hembra. En cambio, el término “género” hace referencia a un constructo histórico, social y cultural, que diferencia las categorías de masculino y femenino (cfr. Marvin Harris: Introducción a la antropología general, cap. 20: “Roles de género y sexualidad humana”, Madrid, Alianza).

Ello implica que la masculinidad y la feminidad denotan categorías sociales construidas por la educación y el aprendizaje, no cualidades biológicas de carácter innato.

Naturalmente, también existe el género gramatical, masculino y femenino, pero nada tiene que ver con la biología. Dada la compleja interconexión entre naturaleza y cultura en la especie humana, a menudo resulta difícil diferenciar los aspectos biológicos de los sociales o culturales, lo que genera no pocas confusiones en las controversias teóricas, como en el polémico caso de la Sociobiología de Wilson (Cfr. E. O. Wilson: Sobre la naturaleza humana. Madrid, F.C.E.)
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