El Colegio que se cargaron Rouco y Fidel.

1998: Rouco quiere el edificio de Pza. San Francisco en Madrid. 2001: quiebra la resistencia de la sociedad gestora no por decisión judicial sino por chantaje de Fidel a la comisión del APA. 

Por estas fechas de septiembre, algunos de los que formábamos la sociedad gestora del Colegio Nuestra Señora del Carmen, hoy Colegio Arzobispal, nos lamíamos las heridas provocadas por la ruina del colegio, por la pérdida de nuestros trabajos, por la quiebra de nuestra vocación educativa y por la mala fama que el arzobispado –Fidel-- supo esparcir entre la comunidad educativa, es un decir, padres de los niños que estaban recibiendo instrucción en el inmueble en litigio desde hacía casi dos años.

Mucho tiempo hemos padecido las pesadillas que provocó tal enfrentamiento. Porque en asuntos relacionados con la educación, con la vocación de enseñantes, no sólo priman los asuntos legales. Hay mucho de entrega personal, de sentimientos, de relaciones humanas. Y sobre todo porque comprobamos, sufrimos más bien, que los rectores del rezo y del credo –no diré la Iglesia-- huyen de la justicia y temen la publicidad como si fueran a sufrir la peste.

Se me amontonan las ideas, brotan los recuerdos, incluso retornan ciertas emociones, a pesar de los veinte años transcurridos de aquello. Y si me pongo a rememorar es porque ahora retornan a nosotros preguntas que se hace algún que otro sacerdote relacionado con el Colegio Arzobispal. ¿Y qué pasó? ¿Cómo sucumbió el colegio? ¿Quién llevó el negocio? ¿Cómo os lo arrebataron? ¿Qué papel tuvo Rouco en todo ello?

Ya importa poco todo esto. Simplemente el Colegio desapareció; Rouco se hizo con el edificio (los idearios cristianos le importaban un comino, y ahora menos); el negocio fue redondo en cuanto a cifras desembolsadas; las monjas huyeron como pudieron por la gatera... y con dinero fresco para las pocas que quedan; Fidel tuvo que soportar mis andanas, denuestos e invectivas que le largué ante profesores, abogados, representantes de padres, etc. en aquella tarde del 17 de mayo de 2001... No sé ni cómo lo pudo soportar, porque luego se acercó todo “cariñoso” a consolarme. Sigue con su palabra babosa. Lo de siempre, primero te clavan el puñal, luego te consuelan y finalmente te dicen que no te quejes. No creo que a día de hoy a ninguno de los concernidos les embargue sentimiento alguno de culpabilidad por el daño que provocaron.

Sí, veinte años es tiempo suficiente. Los alumnos mayores tienen ahora 34 años; los más pequeños, 23. ¿Alguno de aquellos recordará algo?

Decir lo que sucedió y por qué sucedió se puede resumir en pocas palabras, a pesar de que el contencioso se inició el 23 de diciembre de 1998 y terminó el 17 de julio de 2001 con la entrega de llaves. La sociedad tenía la Titularidad del Colegio; el obispado, la Propiedad de un inmueble que sólo podía ser centro educativo. ¿Quién tenía razón? Lógicamente, el asunto debía dirimirlo un juez. Nunca llegó a juicio.

El edificio de Pza. San Francisco 5 era propiedad de las Carmelitas de la Caridad “Vedruna” por donación escriturada en 1868 de tres benefactores; en 1989 las monjas lo abandonan por carencia de tituladas; se hace cargo del Colegio la Sociedad de profesores; en 1998 Rouco Varela les manifiesta a las monjas el deseo de adquirir el inmueble y éstas así nos lo comunican; la Sociedad está en esos días tratando de adecuar las instalaciones para poder impartir Secundaria y preparando la solicitud de renovación de Concierto con la Administración...

Y comienzan las negociaciones y las infinitas reuniones, los informes, los abogados, algún que otro chantaje pecuniario o moral; nosotros esgrimiendo la Titularidad, las monjas la Propiedad del edificio. Se lee, se relee, se interpreta el documento original de cesión de los años 1856, 1868 y 1877. El arzobispado ofreciendo “cantidades indemnizatorias” para una avenencia y nosotros alargando el tiempo para llegar a la renovación del Concierto... “engañando” al ínclito Fidel con cantidades exorbitantes que Rouco no puede aceptar, o que sí: “Que termine esto y que termine de una vez”. Fidel se acordará de aquella hora y media que me tuvo al teléfono a las 11:30 de la noche.

Cuando los del APA, con la arrogancia de quien no tiene ni idea de las cosas y de cómo se las gastaba Fidel, casi a punto de solucionarse el asunto a nuestro favor, entraron a hacer de “terceros en discordia”, Fidel se los zampó. Les convenció de que sólo queríamos dinero. Era palabra de obispo. Dije: “Año y medio llevo tirando de la cuerda con Fidel, a vosotros en una hora os ha merendado”. Fidel consiguió ponerlos en nuestra contra.

La Administración educativa, del PP, laboraba en favor del Arzobispado, pero sin concluir expedientes; los sindicatos a nuestro favor; la comisión de conciertos había emitido informe positivo para concedernos el Concierto... pero ya el Colegio estaba roto. Unas cifras: Rouco llegó a ofrecer 98 millones (todavía pesetas) para indemnizaciones; al final, el Arzobispado y monjas pagaron 37.

Y la bicoca adquirida: en conversación con un arquitecto, una tarde de un sábado examinando las dependencias, me dijo que el edificio, por la zona y por la superficie, podría valer 900 millones; debido al hecho de ser un edificio histórico (el neomudéjar madrileño), a que no se podía destinar a otra finalidad distinta a la actual, etc. su precio rondaría los 600 millones. El Arzobispado lo adquirió ¡por 300 millones!, descontando de éstos la parte correspondiente a indemnizaciones.

Última consideración: si las monjas nos exigieron mantener el espíritu “Vedruna” (que ni ellas mismas sabían cuál era con aquello de “el espíritu se vive, no se expresa”) y seguir siendo colegio católico, si el colegio funcionaba bien, si tenía su prestigio en la zona (alrededor de 300 alumnos), ¿no les remuerde la conciencia a todos ellos, monjas, Rouco, Fidel, por haber destrozado de ese modo esta comunidad educativa?

¿Y a cambio de qué? Un Colegio Arzobispal y un edificio más. Rouco, después de nuestro invierno, nos veremos en el infierno.

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