I Comunión vivida... ¿cómo?

En loor de quienes dedican su vida a muchas más cosas. 

Podría decir nombres y también el posible parentesco que con alguno de ellos me une, pero eso no tiene el mínimo interés para el asunto que hoy traigo a colación. Fueron diez los que ese día hicieron su I Comunión, para algunos, por imperativo familiar, la última.

Un acto que todos consideraron íntimo, familiar, simpático y hasta profundo, por lo que el celebrante nos dijo. Los niños llevaban ya dos años a vueltas con la doctrina. Aún recuerdo lo que aquel niño de 7 años nos endosó después de su primer o tercer encuentro con la doctrina: “Anda, que me van a decir a mí que el vino ese es la sangre de Jesús. Y resulta que [nombre] se lo cree”. No sé lo que ahora dirá, tras tantas sesiones de adoctrinamiento.

También vivimos como un acontecimiento su primera confesión, domingos antes del evento que tuvo lugar un 1º de mayo. Es alarmante, visto el asunto con ojos sacerdotales, cómo tal celebración la secuestren otros motivos: fiesta familiar, presencia de abuelos, tíos y primos, vestimenta, restaurante, regalos, muchos regalos... ¿Qué recuerdo le quedará a ese niño de nueve años de tal festividad? ¿Que recibió a Jesús? ¿Su primera recepción del sacramento de la Eucaristía? ¿O lo que vino después?

Ya hemos dicho en días anteriores lo que presupone la celebración de la I Comunión, que no es otra que cosa que una forma de celebrar “religiosamente” momentos importantes de la vida –ritos de paso--. Pero en la celebración del pasado sábado 1º de mayo encontré otros elementos sugestivos, interesantes, valiosos y dignos de resaltar: el párroco que rige la iglesia y su labor proselitista en el barrio. Proselitismo no únicamente, ni sobre todo, religioso. Algo digno de loa y de apoyo. Para quienes regentan la parroquia, el motivo que les mueve es religioso; para otros muchos que revolotean alrededor, el atractivo que allí les lleva puede ser otro sin desmerecer el principal.

Dicho párroco busca integrarse y constituirse en un elemento más del barrio, catalizador de experiencias humanas, ayuda de cuantos necesiten ser escuchados... Asimismo, y al disponer de un centro parroquial que en gran parte ha levantado él, este edificio puede ser en un futuro muy próximo lugar de reunión y de convivencia de cuantos adolescentes y jóvenes pretendan algo más que vivir de su móvil.

Lo tengo que decir: el párroco se llama Jaime; su novísima parroquia, todavía en construcción, se encuentra muy cerca de “Isla Azul”, en Carabanchel. Está dedicada a San Benito Menni, italiano, que murió en 1914 y fue canonizado por JP2º, reformador de la Orden Hospitalaria en España y fundador, entre otros muchos establecimientos, del hospital psiquiátrico de Ciempozuelos.

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