Continuando con tel tema.

Los nuevos vientos ponzoñosos relacionados con la educación y la sanidad. 

Las dos áreas donde la Iglesia ha tenido más incidencia con relación a servicios públicos han sido la enseñanza y la sanidad. Colegios, universidades, clínicas, centros asistenciales y centros de mayores.

Los más acérrimos defensores de la enseñanza pública quisieran ver defenestrada definitivamente la enseñanza privada, hoy concertada en su mayoría.  Por haber sido director de un colegio concertado, sé de lo que hablo. En primer lugar, hay que poner de relieve el hecho de que cuando la enseñanza general básica (GB) se hizo obligatoria desde determinada edad, el Estado no podía en ese momento llevarla a efecto al 100 por 100 por carencia de centros para todos y falta de profesores, carencia muy cercana al 30%. No tuvo más remedio que acudir a la iniciativa privada, subvencionando la enseñanza. Poco a poco el porcentaje ha ido bajando.

¿Y qué decir de la enseñanza concertada? En primer lugar, algo que no reconocerán los acérrimos de la raedera, pero la enseñanza privada supone un coste menor para el Estado. En segundo lugar, es opinión de la mayoría de los padres, a la hora de elegir colegio, que desearían matricular a sus hijos en centros privados concertados, aunque luego se sientan satisfechos con la calidad de la enseñanza pública.

En los inicios de la II República, justo es reconocerlo, la preocupación mayor de los políticos fue la enseñanza y la sanidad, seguidos por otros en los que hincó el diente como la reforma agraria y la reforma del ejército. En la Constitución de la República, consta la prohibición de ambas actividades (enseñanza y beneficencia) al clero. Resabios de aquel pensamiento se oyen en la actualidad, insidias contra la enseñanza concertada y diatribas contra el estamento religioso principalmente. No caen en la cuenta de que muchos centros concertados están dirigidos por personas ajenas al clero.

Tal prohibición o tal animadversión no es que fuera fruto de abusos o privilegios exacerbados, la mayor parte supuestos por parte de tales centros regentados por religiosos: el fondo era conceptual, era la animadversión por la predicación de determinada moral y por sustentar durante siglos la misma cultura, “opresora” según opinión de los nuevos opresores.

Estos furibundos predicadores de la libertad, del bienestar del pueblo, de la igualdad, de la regeneración de la sociedad apenas si asomaban sus orejas de lobo cuando se mostraban como pastores benéficos de la sociedad. Ya vimos las funestas consecuencias de su adoctrinamiento. Más aún, ya estamos viendo la nueva deriva de quienes pretenden resucitar las dos Españas.

Es triste constatar cómo los dos gobiernos más funestos de nuestros días, el del malhadado Zapatero  y el del siniestro Sánchez,  han sembrado la doctrina y han marcado el rumbo de la destrucción a trozos del orden social, ajenos a lo que se puede lograr con una instrucción seria y profunda y una educación alejada de sus viciados valores “progresistas”, que nunca un término ha sido la mejor definición de la figura literaria oxímoron, diciendo una cosa y haciendo la contraria.

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