Dejar de creer simplezas, también es convertirse. 2.

¿No es también conversión darse cuenta de la inanidad de las creencias, regirse por el propio cacumen y tener como guía la conciencia propia?

A lo largo de la vida unas creencias son sustituidas por otras y la mayor parte de la gente normal ha realizado esa necesaria conversión dejando atrás las creencias de niño. Más que nada para poder guiarse en el sendero de la vida y poder convivir consigo mismo. Entre ellas, las creencias religiosas

Me viene a la memoria el caso de un conocido mío, sacerdote, que hoy tiene 72 años. Fue ordenado a los 28 años, ejerció su ministerio sacerdotal durante más de 25 años y ahora vive ajeno y apartado de sus creencias primeras, a las que ha servido, “converso” de creencias incrustadas en su mente desde la niñez.  Algún mal pensado dirá que son datos autobiográficos: bien podrían ser, pero afirmo que no, que es testimonio ajeno el que hoy traigo a colación. 

Cualquiera, lo sé, puede aportar frente a ese uno, cien o mil casos de sacerdotes que todavía al final de su vida mantienen viva la llama de su fe, que es la que ha regido su pensamiento y sus criterios de vida y a la que ha acomodado su conducta. No afecta al asunto. 

Hablar de experiencias ajenas quizá sirva de poco, todo lo más como anécdota. La trayectoria vital no es transferible, es cierto, aunque la exposición, la verbalización de la misma sí lo es. Cada uno tropieza en las piedras de la vida sin que sirvan las advertencias de los demás para evitarlo. Siendo cierto todo esto, hablar de cómo alguien ha superado determinados escollos sirve al menos de estímulo.  Y puede evitar temores sobrevenidos. 

Dejaremos para otro día lo que este sacerdote “convertido” afirma de su pasado crédulo/creyente. Para no desviarnos de la idea principal, la conversión, la credulidad habla de conversión cuando uno encuentra el verdadero camino, el de la fe. Suele ser camino de ida. La normalidad no suele ser camino, por lo que, hablando de caminos, también se puede hablar de un camino de vuelta, nueva conversión.

En ello no quieren incidir los asentados en la ida o no se dan cuenta de que también puede ser al revés. ¿No es también conversión darse cuenta de la inanidad de las creencias, regirse por el propio cacumen y tener como guía la conciencia propia? El que ha sido creyente desde el vientre materno no podría opinar de este tipo de conversión porque no tiene experiencia de ella. Mantiene sus creencias con el pensamiento de que es lo único que puede llenar su vida. ¿Qué puede pensar de quienes abandonan esas creencias? ¿No se convierten… en “personas normales”? 

Sabemos lo que dicen: han abandonado la fe; se dejan llevar por la depravación, por sus pecados, por la perversión; han sido capturados por el demonio. Acudiremos a sus juicios, diciendo lo mismo "de ellos":  “Perdónales, Señor, porque no saben lo que dicen”  esos tales perdona-vidas; evidentemente porque no admiten las opiniones de quienes sí pueden hablar de la experiencia de dar de lado ese fenómeno psico-social que es la religión creída.

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