Diálogo rural con León XIV como motivo.
| Pablo Heras Alonso.
A propósito de la nueva etapa que comienza en la Iglesia, he preguntado a mi alrededor, entorno rural, presentes tres fieles de fe más ritual que profunda, pero con suficiente criterio y con muchos años “sirviendo” a la fe. Formulo preguntas elementales bien que oportunas: ¿Qué se espera hoy de un papa, de este papa? ¿Cuáles son los criterios que podemos tener para juzgar su labor? ¿Cómo lo ve la grey católica y cómo las sociedades no católicas? ¿El papa actual versus sus predecesores? ¿Y en qué puede repercutir el inicio de un nuevo papado en este pueblo cada vez más alejado del rito dominical?
Hablamos de él, de lo que hemos oído en TV… Comentamos que está bien preparado académicamente, lo cual le procura una base sólida para juzgar acontecimientos y situaciones; domina varios idiomas para entenderse con distintas sociedades más avanzadas, lo que le puede reportar cercanía; ha sido jefe de una organización religiosa, los agustinos, por lo que el entramado de los religiosos se puede sentir más tranquilo; ha dirigido y controlado el cuerpo episcopal de la Iglesia; es norte y sud americano, cosa interesante y novedosa, que puede hacer que crezca la comunidad católica usamericana... y su dinero.
Quizá haya sido el mejor candidato en estos momentos, dicen. Presenta como tinte de gloria emocional el haber regido la diócesis de Chiclayo. Ha sido misionero, pero una de ellas apunta: ¿misionero ¡en un país que es y ha sido católico!? Habría que ver cuáles fueron sus actividades y logros. Hablar de “misión” cuando el 90% o más de los peruanos son católicos es un tanto extemporáneo o raro, no hay sentido misionero. Y por otra parte, ¿puede influir su pasado misionero en su papado o es indicativo de por dónde irán sus actos? No.
Todas mis contertulias afirman que su primera impresión ha sido buena, su físico, su “juventud” (tendría que añadir que la media de edad de tales “damas” supera los setenta), su sonrisa precavida o tímida, parece que es una persona sencilla...
Con relación a sus predecesores, les parece que la personalidad de León XIV tiene poco que ver con el carácter de Francisco. De éste sí podemos juzgar lo que ha conseguido, el rumbo que ha dado a la Iglesia, la división que ha propiciado, el populismo… Una de las contertulias no siente mucha simpatía por el desaparecido papa y resalta su afinidad hacia tendencias izquierdistas, así como su buena sintonía con líderes “no recomendables”, algo que ha sido negativo para un sector amplio de los católicos.
¿Y para este pueblo qué puede suponer?, pregunto. Una leve risotada: ¡nada! ¡Pero nada de nada! La gran Iglesia seguirá igual, con sus fastos y su quincallería, mientras nuestra diócesis, la que podría influir algo, tiene esclerosis múltiple. ¿Va a conseguir que renazcan los seminarios para que este pueblo llegue a tener misa todos los domingos? Aquí no llegarán las encíclicas, nunca han llegado, tan lejanas en el contenido como lo está Roma; además, lo que diga tendrá que pasar el filtro de quienes vienen con sus homilías escritas que nada nos dicen; estos pueblos despoblados no significan nada para las altas y rancias autoridades.
León XIV tiene delante de sí dos mundos teóricamente relacionados pero a la vez excluyentes o de imposible asimilación. El uno, el mundo de los feligreses que nada tienen que ver con la rectoría de iglesias y nula relación con el reducto de los obispos. Vienen a ser, más o menos, meros espectadores del rito dominical. Para estos fieles de infinita policromía en el credo y en las prácticas, el papa siempre será un ser cuasi divino, segregado del mundo, cerca siempre de Dios o próximo a él. O un jefe de estado más revestido de otra manera. Para los más jóvenes, más que papa es un líder al que venerar, gritar y aplaudir. O desestimar.
El otro mundo con el que ha de bregar es quizá más difícil de lidiar: la curia vaticana y el entramado de cardenales y obispos. Poco a poco se irán configurando grupúsculos de opinión, unos afines e incondicionales al personaje León y otros a verlas venir, pero no conformes con las primeras medidas tomadas o previsibles. Siempre ha sido así. Esto se verá a medio plazo.
De ninguno de estos dos mundos se puede desligar. Tampoco puede preterir uno en favor del otro, pero la distancia con los fieles de base siempre será insalvable, aunque él pretenda hacer creer que no es así. Las comparecencias en la “sala Pablo VI”, sus apariciones en la Pza. Bernini, sus saludos desde el balcón, la distancia y lejanía en misas públicas… Todo es lejanía. Cierto que es difícil, imposible, mezclarse con los presentes en tales fastos, pero ello es indicativo del hiato que existe entre un papa y la plebe creyente.
Démosle sus cien días, incluso alguno más, hasta la vuelta de vacaciones, para poder aquilatar lo que da de sí este papa. Termina la tertulia pero es opinión común que, haga lo que haga, no ocurrirá nada, todo seguirá igual y no pasará a la historia de la Iglesia por haber sido quien fue. Porque, ¿qué vuelco puede dar la Iglesia que marque un hito en su historia? Y esto lo dicen “mujeres”.