Lo que Dios no quiere ver.

Primero, cuando tales noticias nos invaden día tras día; luego, cuando echamos la vista atrás y vemos el pasado reciente no podemos gritar sino "esto es demasiado".

El hombre ya no consiente que “todo eso” lo consienta Dios.

"Ojos que no ven..." Lo que no se conoce no se siente ni, menos, provoca heridas en la razón. El conocimiento de lo que sucede en el mundo lleva a un sentimiento de hermandad entre los hombres que ya no “consiente” nada al “rector” del Universo.

El siglo XX ha sido el coletazo final de una Civilización con base cristiana: genocidio de armenios, I Gran Guerra, II Guerra Mundial; judíos y gitanos; Hiroshima y Nagasaki; Stalin y Mao seguidos de cien millones de caras; Camboya; Ruanda; ancianos y fetos...

¿Algo más? Pensemos en el argumento que sustenta a Dios: lo más grande lleva al “más grande”. Con toda lógica lo más monstruoso lleva al “monstruo”. Pero el hombre rehúye los monstruos. Y ahora que puede, se enfrenta a ellos.

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