¿Esencias patrias por las que luchar?

Al P. Huidobro, engullido por la contienda civil, le movían ideales distintos a los que esgrimía la Iglesia oficial. ¿Qué queda de todo aquello? 

Occidente ha dejado atrás el siglo XX como si de una época desesperada se tratara. Las dos guerras mundiales provocadas "causalmente" por tres países que se consideraban "esencia" de las esencias europeas, Inglaterra, Francia y Alemania, supusieron una sacudida mortal para muchas posturas y muchos criterios mentales que se pensaban inamovibles. Entre ellos la esencia cristiana de Europa.

¿España también? Todavía no lo tenemos muy claro. 

Ha querido dejar atrás todo eso, pero  parece no encontrar corrientes de aire adecuadas para levantar el vuelo.  También la católica España sufrió la garra de la división. Hoy, en este descreído país parece impensable una contienda civil fuera del círculo de aquellos que siguen identificando la esencia patria con la fe secular. Parece imposible pero hace tiempo que las bases de la confrontación se siguen poniendo como lo hicieron desde 1934.

Sería simplista tildar de contienda religiosa la de nuestra Guerra Civil, pero la parte vencedora sí lo hizo: la intituló Cruzada de Liberación con otras martingalas añadidas.

Arrastrada por el ideario, o carencia de ideario, de la dictadura triunfante, la Iglesia suplió tal laguna, se creyó vencedora y como tal obró.

Había también un afán de resarcimiento por lo que había sufrido. Resarcimiento que hasta justificamos humanamente. La apuesta le salió bien y le duró cuarenta años.

La España de siempre, la España católica siguió conservando las esencias patrias, identificadas, claro está, con la fe de Don Pelayo, los Reyes Católicos, Santa Teresa... y Franco. Fue su canto de cisne histórico (Il dolce e bianco cigno cantando muore... de los renacentistas italianos).

Algunos siguen pensando así. Otros somos más relativistas y vemos las cosas con socarronería: ¿ideal patriótico? ¿esencia secular? ¿la fe de nuestros antepasados? ¡Pues vaya con los ideales, la esencia y la fe de siempre, que a la mínima sacudida democrática y con el mayor poder adquisitivo de los obreros y las ayudas europeas al desarrollo han corrido a esconderse en los Hogares Sacerdotales y pasar desapercibidos en las calles. 

Todo era palabrería. Cosa coyuntural, que dirían otros. Hoy impera el librepensamiento, que no hay que confundir con el liberalismo. El librepensamiento impregna el tejido social y es como el báculo de cualquier ideología o movimiento ciudadano, principalmente movimientos sociales, aunque también de ámbito político: "puedo pensar y decir lo que quiera, la imposición de las ideas debe pasar previamente por la discusión y la conveniencia y, sobre todo, el convencimiento".

Hubo un tiempo en que la lucha contra la beatería ideológica creó individuos clonados del clero, pero en sentido diametralmente opuesto: querían usar el incienso para asfixiar al creyente y el agua bendita para ahogar en ella al beato. Vulgares caricaturas del católico practicante convencido. Parecían pastores de una Iglesia atea. Pero cazurros y asesinos cuando les iban bien dadas.

Nuestra Europa de hoy y nuestra España postdictatorial han dado de lado ambas posturas, la de la creencia y la de la beligerancia contraria (excepto algunos --dirán aquí, en los ámbitos blogueros--, que todavía esgrimen la espada del ateísmo cerril).

Interprétese como se quiera la presencia de este blog en Religión Digital, con el simplismo que algunos esgrimen, pero su única función es hacer patente, evidenciar, lo que de manera natural y no racionalizada vive la sociedad, sacar a flote ideas que imperan en quienes no se paran a pensar en su propia postura.

Lo que prima es otra cosa que se podría concretar en tolerancia, indiferencia, desapego, despreocupación, omisión, incluso exclusión de lo sacro de la vida diaria si lo que pretende lo sacro es hacerse presente de manera petulante y obscena en la sociedad.

Todavía luchan contra la exclusión con “modas” extraídas del pasado: procesiones, misas funerales, bautismos sociológicos, consagraciones de lo que sea (me viene a la memoria la farsa celebrada en el Cerro de los Ángeles consagrando España al Corazón de Jesús por parte de un tal Rouco Varela (¿pero existió alguna vez tal personaje?)

Quienes militan bajo credos religiosos, creyentes, y quienes los dirigen o manejan, jerarcas, no niegan los hechos, se dan cuenta de la desafección popular... pero siguen defendiendo que lo que subyace bajo idearios civiles es sagrado; que la religión está ahí, oculta y escondida en el fondo de cada uno; que España sigue siendo católica...

Y "en el fondo" es cierto porque hasta las sustituciones de lo religioso parecen de lo más religioso: se organizan ceremonias civiles calcadas de sus correspondientes ritos sagrados: ingreso en la sociedad=bautismo, fiesta de la niñez= Comunión, Confirmación = fiesta de la juventud...

En aras de hacer más civil la vida ciudadana, hasta se ha llegado a cuestionar el repique de campanas, se pretende sustituir de los calendarios tanto santo del que sólo queda el nombre e implantar otros calendarios civiles, se busca suprimir las imágenes sagradas de entornos naturales...

En definitiva de una u otra forma se busca arrinconar lo sacro al ámbito totalmente privado. Ya no son actos aislados de vandálicos mentales; hay una nueva disposición intelectual, un nuevo modo de sentir y de pensar que hinca sus raíces en periodos gloriosamente humanos del pensamiento. Corrientes paralelas a las crédulas, que siempre se vieron sacudidas por ellas a manotazos: movimientos filosóficos grecorromanos antropocéntricos, Humanismo renacentista, Ilustración, Racionalismo, Modernismo...

Puede que hasta se queden con el santo y seña, porque lo que hoy tenemos ni ilusiona ni sirve para nada. Vacío intelectual, desafección que nada produce, idearios inexistentes, carencia de ilusiones, ausencia de estadistas. Und so weiter. 

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