La España cristiana… ¿o clerical?

Una frase del Duque de Wellington, el héroe de Waterloo (se pronuncia /váterloo/), me llevó a interesarme sobre lo que significaba la Iglesia dentro del Estado y sobre el poder de la Iglesia en España todavía a principios del XIX, en los años en que la Revolución Francesa había intentado raer del suelo francés la poderosa institución católica. En referencia a la Guerra de la Independencia, dice Sir Arthur Wellesley:

"En España el auténtico poder lo ejerce el clero; fue él quien mantuvo firme al pueblo contra Francia"

Extraigo algunos datos del libro "España: 1808-1975" de Raymond Carr.

"El auténtico poder". La Iglesia llevaba ostentando poder, consiguiendo tierras, erigiendo edificios... desde hacía más de seis siglos. Más todavía, era, ha sido, el referente espiritual y cultural único: sus ideas no podían ser discutidas por nadie y quien lo intentara se encontraba frente al imperio absoluto de la Iglesia en comunión con la Monarquía.

Ese poder lo era de manera ostentosa en lo material: la Iglesia era el mayor terrateniente de España; era la única institución de beneficencia en un tiempo donde gran parte de la población necesitaba ayuda para sobrevivir; era, asimismo, "un patrono con empleados a sueldo en una economía mendicante".

Las grandes ciudades con catedral vivían alrededor de iglesias y monasterios. En Valladolid 1 de cada 20 habitantes dependía totalmente de la Iglesia. Un tercio de los habitantes de los pueblos laboraba en las tierras de los monasterios y de las iglesias y catedrales. La labor asistencial de los pobres de las ciudades que patrocinaban el palacio episcopal y los conventos representaba un enorme presupuesto para las iglesias locales.

Respecto a edificios dedicados al culto, dejando aparte inmuebles de su propiedad, unos ejemplos significativos:

Burgos, con una población de 9.000 habitantes (hoy, unos 170.000) contaba con 14 parroquias y 42 monasterios o conventos Olmedo, con 2.000 habitantes tenía 7 iglesias y 7 monasterios. Para el servicio de la Catedral de Zaragoza había 349 sacerdotes. Un viajero inglés escribió: "León se mantiene en vida gracias a la Iglesia".

Aunque en lo doctrinal o espiritual no había diferencia entre mundo rural y mundo urbano, causa cierta perplejidad conocer la miseria en que vivían los párrocos rurales y su bajo nivel de formación, frente a la opulencia de ciertas órdenes religiosas, así como de obispos, arzobispos y cardenales residentes en urbes importantes.

Era omnímodo el poder, incluso coactivo, que la Iglesia desplegaba desde todas las instancias oficiales y privadas sobre el pueblo. Por una parte, cómo grandes capas sociales dependían de las órdenes religiosas y del clero secular, bien por el sustento  directo o bien por laboreo de las tierras enfeudadas; por otra parte y merced al poder civil, las gentes no podían alzar su voz reclamando mejoras sociales o poner  término a tanta prebenda.

Alguien podrá argüir que la Iglesia estaba en su derecho de adquirir posesiones y de ejercer su poder doctrinal y asistencial, pero cualquiera que tenga un poco de honradez intelectual verá que la praxis clerical estaba en franca contradicción con los ideales evangélicos. La Iglesia se alzaba como un estado paralelo que constreñía con sus tentáculos al estado civil, ése cuya función era organizar la vida de los pueblos. Por último, todo lo adquirido por la Iglesia provenía de donaciones seculares de reyes o de nobles y de impuesto del diezmo, es decir, una depredación legal ejercida sobre los pecheros.

Compárese lo que sucedía en otros tiempos con lo que hoy día es la Iglesia, muy lejos, de todas formas, de lo que se podría entender por "religión". ¿Qué situación se acerca más a lo que debe ser una institución espiritual, religiosa?

De ahí que nos resulte hoy paradójica, chocante y hasta provocativa la afirmación que JP2 dijo en una de sus visitas a España, loando lo que ha sido la Iglesia española a lo largo de la historia, “fecundamente cristiana”. Cierto, pero aun reconociendo que España es un país “cristiano”, la sombra del cristianismo ha opacado durante siglos otro posible florecimiento más humano. Dios ha dispuesto que España, hoy, haya dejado de ser católica.

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