España a dos pasos del infierno de Dante.

14 de septiembre de 1321. Muere Dante Alighieri. 

Los aniversarios bien pueden servir para recordarnos hechos del pasado que conviene interpretar e incluso revivir. Seguro que cuantos por aquí recalan habrán advertido que el día 14 de este mes conmemoramos la muerte en 1321 de Dante Alighieri, que entre otros libros estuvo escribiendo casi hasta el día de su muerte el que él tituló “Comedia”, que más tarde un editor bautizó como “La Divina Comedia”.

Ahora, con más acervo cultural que en mis treinta años, me he puesto a releer esta imprescindible obra, con la ventaja de que tal o cual personaje en ella citado se puede verificar en Internet sin tener que acudir al Espasa (65 tomos, edición de 1921). Me encuentro “nell mezzo dil camin dell’inferno” y, por lo tanto, procede hablar del Infierno.

La religión siempre ha sido una interpretación de lo humano, así como una apropiación de pensamientos, actos y celebraciones humanas. En religión nada es natural, todo ha de ser definido en clave supra humana, en términos y referencias sobrenaturales. Es el caso del INFIERNO.

En nuestro tiempo hasta los papas han vagado sobre si existe o no. Los papas “ireneicos”, pacifistas, bonachones, etc. dirán que, más o menos, el infierno está dentro de cada uno, que ese “lugar” repleto de condenados y atormentados... como que no. Pero sí, al final, todos creemos que existe. Y desde luego, existe. Y no debiera la Iglesia dar tantos bandazos, porque si no, ¿cuál sería la “venganza” de los buenos?

Volvamos a nuestro punto de vista, el que interpreta lo religioso como asunción de lo humano: el infierno claro que existe, pero está en esta tierra. Existe porque existe el mal, especialmente el mal generado por el hombre. Resulta que el mal es, muchas veces, un gran negocio. Ése es el infierno. Y que hay demonios, por supuesto, sobre todo en EE.UU. donde matan a decenas. Buscar las biografías de Jeffrey Dahmer, Albert Fish,  Ted Bundy, John Wayne Gacy...  

Que las distintas religiones hagan transferencia de este mal a realidades imaginadas es otro cantar.  Y les aseguran a los incautos que todos esos malvados que viven impunemente en este mundo y hasta mueren apaciblemente en su cama... ya lo pagarán. Curiosamente, resulta que ese infierno futuro también es un gran negocio para las religiones, porque es una forma de controlar al personal con el arma del miedo. O al menos así era antes.

El Infierno cristiano ha tenido también un recorrido de ida y vuelta: ahí está el arte, la literatura, la pintura, la iconografía en general. Cierto que el infierno cristiano ha derivado hacia lo tétrico y tremebundo, con tintes un tanto masoquistas.  Un infierno algo distinto al Hades que cantara Homero (Odisea, XI), al que descendieran Eneas u Orfeo a la búsqueda de Euridice. Distinto incluso al del Antiguo Testamento. El infierno medieval era mucho más vistoso y entretenido. Gracias, Dante.

Pero hay otros infiernos más cercanos, que es lo que me ha llevado a pergeñar el largo exordio anterior. Podría decir que España se está convirtiendo a pasos agigantados en un verdadero infierno, una España que se desmorona, una España cuyo reflejo está en el volcán de La Palma, a pesar de aquella frase atribuida a Bismarck y citada en su momento por Alfonso Guerra (España, el país más fuerte: lleva siglos tratando de destruirse a sí misma y no lo consigue).  

Como en La Divina Comedia, también en el infierno que es España hay diferentes círculos, donde debieran purgar, y que de momento no purgan, quienes propician tal “infiernización”.

En el canto II habla Dante de lo que se encuentra al llegar a las puertas del Infierno, pequeños destellos, pequeños signos... Aquí también los hemos tenido sin que nadie haya puesto remedio: los pitidos al rey y al himno nacional, la quema de banderas de España, las agresiones, las banderitas y lazos por doquier... Incluso con los Caronte de turno, se llamen Pujol, Mas, Torra o Arzallus.

En tierra de nadie, que Dante identifica con el limbo, están en España los inútiles, los indecisos, los que piensan que sí y que no, que jamás se decidirán por el respeto a la ley considerando la libertad de expresión por encima de ella. Siento decirlo, pero ahí está la otra Cataluña, la que ha llorado durante 40 años el abandono nacional sin hacer ellos nada: han consentido todo, la inmersión lingüística, el lavado de cerebro, la persecución de lo español... Están en el limbo nacional.

Pero llega el primer círculo y ahí tenemos a los cobardes, los consentidores, los que no han hecho nada por revertir la situación o castigar a los que se desmandan. No, no pensemos en los más punibles, las autoridades; también están los soldaditos de a pie que miran para otro lado o huyen cuando tales desmanes ocurren.

Nos alargamos demasiado y quedarían muchos círculos por descender. Ahí están los malversadores, ladrones, consejeros fraudulentos y falsificadores que abundan en la muy alta jerarquía del “Cunsell”.

Dante se recrea en el octavo círculo castigando a los sembradores de discordias, cuyas carnes son arrancadas a jirones: ¡cuánto de eso abunda en toda España, de N a S y de E a O!  

En el último círculo, Dante coloca a los traidores. ¿Y quiénes serían en nuestro solar patrio traidores si todos trabajan por el bien común? Podríamos buscar, como Dante, a personajes que se parecieran a Lucifer, a Caín, a Judas o a Bruto. No vamos a ser nosotros quienes lo hagamos, pero sí señalar a instituciones, gobiernos varios, organismos incluso internacionales y, también, la sociedad civil. De la cobardía a la traición sólo media el paso de la “conveniencia”.

Tres frases a este propósito que nos pueden hacer pensar a todos.

DANTE: El lugar más caliente en el infierno está reservado para aquellos que permanecen neutrales en tiempos de gran conflicto moral.

MANDELA: Los tontos se multiplican cuando los sabios guardan silencio.

ELIE WIESEL: Debemos tomar postura. La imparcialidad ayuda al opresor, nunca a la víctima; el silencio alienta al verdugo, nunca al torturado.

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