FILOSOFÍA GRIEGA Y CRISTIANISMO: ¿ANTÍTESIS O SÍNTESIS?/ 3

El pueblo griego es el pueblo filosófico por excelencia (Werner Jaeger)

Siguiendo la contraposición señalada por Ortega entre filosofía griega y religión cristiana, veamos algunas de las características básicas de estas dos concepciones antitéticas del mundo.

En primer lugar, la filosofía griega es cosmocéntrica, mientras la religión cristiana es teocéntrica. Los griegos conciben el ser humano como un microcosmos, es decir, como un ser natural integrado dentro del cosmos. El sujeto humano está subordinado al mundo objetivo de la naturaleza (phýsis). Incluso el alma individual (psyché) en cuanto principio de vida participa del alma del mundo, que tiene un carácter cósmico, como señala Platón en el Timeo.

La psicología en los filósofos presocráticos depende de la cosmología, al pensar el alma como una sutil materia de aire (Anaxímenes), de fuego (Heráclito) o compuesta de corpúsculos atómicos (Demócrito). En el naturalista Aristóteles, su tratado sobre el alma (perí psychês) se encuadra dentro de lo que hoy llamamos biología. Para el posterior estoicismo todo lo existente es corpóreo y el alma se integra en su visión monista y panteísta de la naturaleza como una chispa del fuego cósmico, siguiendo la interpretación de Heráclito.

En cambio, el cristianismo introduce una mutación radical al partir de un Dios personal que crea el cosmos y el ser humano, su alma espiritual en especial. El ser humano se concibe creado a imagen y semejanza del Dios bíblico, atribuyéndole un origen sobrenatural y divino. El libro del Génesis muestra a Dios, de forma antropomorfa, soplando en el rostro de Adán para insuflarle vida. Así pues, la idea de un Dios creador del resto de los seres, diferencia de forma radical lo cristiano de lo helénico.

Para la filosofía griega, el cosmos y la materia que lo forma son eternos y de la nada nada surge, por lo que la idea cristiana de creación es absurda para la razón y fue rechazada por todos los filósofos griegos. En efecto, la idea de creación convierte a todos los seres en criaturas, espirituales (ángeles y almas) o materiales, pues su existencia se debe únicamente a un fiat de la voluntad infinita de Dios.

Para los griegos el orden del mundo es necesario (necesitarismo), mientras que para los cristianos es contingente, por depender de la libre voluntad divina, la cual puede romper el orden de las leyes naturales mediante intervenciones milagrosas.

De aquí resulta una segunda e importante diferencia: el intelectualismo griego se opone  al voluntarismo cristiano. La filosofía griega defiende la superioridad del intelecto (noûs) sobre la voluntad, tanto en la antropología como en la ética y también en la teología.  El saber tiene primacía sobre el querer, lo intelectivo sobre lo volitivo y  lo racional sobre lo sensible. En Platón, por ejemplo, el alma racional (tò logistikón) ejerce dominio sobre las otras dos almas pasionales, la irascible (tò thymoeidés) y la concupiscible (tò epithymetikón).

El cristianismo, en cambio, es voluntarista porque la voluntad tiene primacía sobre el intelecto, por lo que el querer es más importante que el saber, lo volitivo es superior a lo intelectivo y racional.

La fe y el amor cristianos, enraizados psicológicamente en el sentimiento (o corazón), pertenecen al orden de la voluntad, no al orden racional del entendimiento, como subrayarán todos los teólogos de la corriente agustinista y voluntarista, Escoto,Occam y Lutero en particular.

El fideísta Pascal, en el s. XVII, influenciado por la teología mística, sobre todo la del Cuarto Evangelio, enfatizará la “razones del corazón” como base de la creencia cristiana, frente a los racionalistas como Descartes, que defienden un Dios geométrico, que no aparece en los textos bíblicos.

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