Hablaba como niño… pero ya no.

Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, cuando me he hecho adulto he dejado las cosas de niño... Esta frase de San Pablo que parece chocar frontalmente con aquella de su maestro --“si no os hiciereis como niños”--, tiene mucha enjundia y desde luego presupone una serie de connotaciones que Pablo de Tarso no suscribiría hoy. Por supuesto la Iglesia, tan dada a hacer teología de cualquier pensamiento nimio de Pablo de Tarso, no sacó jamás las consecuencias globales que de ello se deduce.

La humanidad, adoctrinada por cualquier credo, ha venido “hablando” durante muchos siglos como un niño: ante cualquier estímulo natural o conceptual, sólo tenía respuestas infantiles. Algunas veces respuestas infantiles en boca de doctos doctores de nuestra Iglesia cercana. Recordemos las tonterías científicas proferidas por San Agustín o Tomás de Aquino. Prueba de la vaciedad y trivialidad de sus afirmaciones científicas es el olvido absoluto en que éstas han caído o la rechifla con que se citan.

Cuando la Humanidad pretendió ser adulta, la Iglesia vino a decirle que no, que debía seguir siendo niña. “Magístra dixit, etiam magister Paulus”. Ni quería ni le interesaba que la sociedad creciera y hablara por su cuenta.

Nos podríamos referir a ese “hablar adulto” de lossabios atomistas y mecanicistas griegos, aquellos a quienes Platón y Cía., espiritualistas ellos, taparon la boca. Más tarde la Iglesia se la cerró de tal modo que ni siquiera tenemos constancia de que alguna vez pensaran, descubrieran, hablaran o escribieran algo: su testimonio escrito desapareció del horizonte culto, quizá devorado por alguna oportuna hoguera. ¡Son tan cristianas las hogueras!

Hubo otro intento de hablar adulto en el Renacimiento, pero sus derroteros enfilaron otros rumbos. Tuvo que ser a finales del XVIII y comienzos del XIX cuando resonó el “habla adulta” con toda su fuerza, sin que pudieran hacerla callar los despreciativos gerifaltes de la credulidad, a pesar de toda su fuerza organizada y voceadora. ¡Cuántas risas ha provocado la ascendencia simiesca del homo sapiens!

Una frase me ha hecho detenerme en uno de ellos, Pierre-Simon de Laplace (1749-1827) matemático y astrónomo francés, estudioso y profundizador en la mecánica celeste, continuador de los estudios de I. Newton. Lo que hoy son asuntos que aparecen en cualquier libro de “Conocimiento del Medio”, asuntos hasta superados, interesaron mucho en su tiempo.

Entre otras digresiones, y a modo de anécdota, Laplace postuló la idea de un colapso o implosión gravitacional, como si de un “big bang” o de “agujeros negros” se tratara. Dichos adelantos científicos venían a desmontar teorías religiosas imposibles de defender matemáticamente. Pero teorías religiosas pseudo científicas con las cuales encandilaban las mentes de los crédulos para "demostrar" a Dios. Teorías por otra parte en las que se sustentaba una de las patas de la creencia, el orden cósmico que derivaba de los “conocimientos” de la Biblia, cantados por uno de sus poetas, el Rey David.

Tanta fue la fama de Laplace que hasta el emperador Bonaparte se interesó por sus obras y por sus maquetas celestes, aunque quizá este juguete le cautivara más que conocer en profundidad sus investigaciones.

Entre los temas por los que el Emperador se interesó, ha quedado para la posteridad una respuesta dada por Laplace. Al ser preguntado por qué en sus estudios no aparecía la figura “Dios”, éste contestó de manera impasible, quizá altanera, pero con gran enjundia doctrinal: “Je n’ai pas besoin de cette hypothèse” (No tengo necesidad de tal hipótesis). Respuesta que, dicha en otro ambiente, le habría llevado directamente a los calabozos del Tribunal de la Inquisición.

Poco habría que comentar de respuesta tan categórica, pero en relación a lo dicho en los prolegómenos respecto al hablar adulto, destaco dos consideraciones, hablando también de forma adulta:

  1. El mundo funciona bien y se explica mejor sin necesidad de recurrir a instancias extrínsecas, ajenas al mismo mundo, como pueda ser Dios. Otro mazazo más a la Providencia secular de Dios. Con tales pensadores la credulidad tuvo que cambiar de discurso, acomodándolo a las evidencias científicas.
  2. Laplace formula el “asunto Dios” como una hipótesis más, digna de ser estudiada. Como tal, debe ser demostrada para constatar su veracidad ¿Podemos seguir considerando a Dios como una hipótesis? Hasta ahora Dios-personal-ser supremo-independiente del hombre ¡no ha podido ser demostrado ni es patente a la razón!

Ya la Humanidad se está cansando de buscar razones que inmediatamente derivan en contra-razones. O sea, dejó de hablar como niño y se está haciendo adulta. O sea, como dijo San Pablo sin querer decir los que dijo. 

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