Hoy es fiesta en Madrid.

Almudena es lo mismo que "al-mudayna", dicen, que significa "ciudad pequeña", o sea, ciudadela. Mejor que en Madrid, que venera una imagen, seguro que en Mallorca o en la provincia de Alicante los festejos son "a lo grande". 

Hoy los madrileños están de asueto laboral, si no es ya suficiente asueto el casi cerramiento de sus murallas. El asueto es mental por la encerrona del martilleo continuo de las ondas. Bueno, no dramaticemos: a los madrileños les hacen celebrar, aunque de grado, la fiesta de su patrona, la Virgen de la Almudena. Bienvenido todo lo que signifique descanso laboral, que se podría haber traducido, pero no, en huida de la ciudad, en puente con viaje a Alicante y todo, en escape al pueblo o en esconderse bajo el edredón hasta que suenen las doce en el campanario del compañero de vivienda. ¿O no?

En la consideración de patronazgos --detesto lo de “sponsors”--, hoy hablaríamos de:

  • El porqué de una patrona que nada patrocina
  • Cómo hacer que lo normal "a nivel" de calle, sea normal a nivel oficial.
  • Posibles fiestas por sustitución.
  • Y como sonrisa final: el inmenso amor de los madrileños a su patrona.

PATRONA. Todas las vírgenes "encontradas" lo han sido por aparición o por descubrimiento. La de Madrid eligió el segundo camino: un lienzo de muralla de la Cuesta de la Vega, en un tiempo "cuesta de los besos" (Galdós habla de ella), y luego cuesta de fusilamientos. La muralla se resquebrajó y allí que fue descubierta...

De hechos similares está la memoria y la conciencia popular saturada. Tales descubrimientos milagrosos, de mano casi siempre de omnipresentes pastorcillos, lo único que provocan en el pueblo, hoy día, es una mueca conmiserativa o una sonrisa sardónica. Esta Virgen fue descubierta en 1085, significativamente dos años después de la reconquista de Madrid en 1083 y a la par que la conquista de Toledo.

El Sr. Rouco dijo en su momento, parece que hace siglos:

hay una historia de amor nunca desmentido y siempre renovado entre la Virgen y Madrid. Un amor que se plasma en las más de doscientas advocaciones marianas que hay en Madrid, desde las más castizas (Santa María de Atocha, de la Paloma, del Buen Suceso) hasta las más universales”. 

Pues si él lo dijo y hasta ahora nadie lo ha desmentido, así será. Pero lo que fue, ni es ni tiene que ser lo que será.

LA NORMALIDAD oficial. Consignemos un dato revelador: tal festividad no es fiesta de precepto en Madrid. ¿Por qué? Extraño y contradictorio. Quizá porque el fundamento de tal fiesta, consecuente a una religiosidad en precario cuando no nula, es muy endeble dentro del sentimiento popular. Hablan de devoción antiquísima, desde su reaparición, continuada... (1) Paparruchadas ya en la papelera histórica.

¿Se lo cree la Jerarquía siquiera? ¿O dice que existe y existía para, por puro voluntarismo, crear con su palabra esa misma devoción?  Es fiesta oficial por decreto –acaudillaba el país un personaje ¿muy devoto? de tal virgen--; y es la patrona de Madrid por decisión del papa. Y nada más. El pasado religioso todos sabemos con qué tramoyas se sustentaba.

DE SUPLANTACIONES VENERANDAS.  Nuestra sociedad asiste a una sucesión ininterrumpida de fiestas de origen religioso que ya no siente ni celebra. Lo oportuno sería proceder a su concentración, sustitución y a veces eliminación. Resulta que todos los momentos significativos del “año agrícola", y su celebración festiva, están "secuestrados" por oportunas fiestas religiosas. 

No se trata de revivir los fervores revolucionarios franceses, sino de aplicar la normalidad de la vida a las fiestas. De manera imparable estamos asistiendo a cómo el sentir popular impone el nombre a ciertas fiestas de las que la Iglesia se apropió: el 1 de enero, “Santa María Madre de Dios” es ya la Fiesta de Año Nuevo; el 1 de mayo nadie se acuerda de San José Obrero, es la Fiesta del Trabajo; el 12 de octubre, rememoración de la gesta de Colón, aún oscila entre Virgen del Pilar y Día de la Hispanidad. Un so weiter, que dicen los alemanes, et caétera los romanos.

EL NINGUNEO MADRILEÑO, que hoy se traduce en huida o descanso en casa. Madrid no parece haber sentido nunca un fervor excesivo por construir morada digna a su Patrona. Nunca se le ocurrió erigir una “Notre Dame” a lo parisién. Tal Virgen, quizá presintiendo las hodiernas dificultades juveniles por encontrar piso, transitó  fatigosamente por varios “apartamentos”: Alfonso VI erigió un templo sobre la antigua mezquita y allá que se fue; luego vivió en la Iglesia del Sacramento; más tarde fijó su residencia en la intitulada por defecto catedral de San Isidro; posteriormente bajó humildemente a la cripta de la catedral de Madrid a la espera de que le arreglaran una capilla, muy visitada, por cierto, en el lateral derecho de la catedral (por otra parte, ¿hay algo más que visitar en esta novísima catedral?).  Tiene, pues, una larga experiencia en mudanzas.

Como no quiere ser menos que las trianeras o las rocieras o las joteras –no ella, sus roucos señores--, tiene su Cofradía de la Esclavitud y una Corte de Damas de la Almudena, que se emperifollan con mantilla y todo, en el día de su fiesta. Últimamente, en parangón con la “pilarica”, hasta tiene su floreada ofrenda. ¡Originales!

Pero ahora con aire más compungido: ¿qué porcentaje de madrileños acude a venerar a “su patrona” en el lugar más señero de Madrid, la Plaza Mayor? Es algo también a tener en cuenta, porque no es de recibo que, de 5 millones de madrileños, sólo 1.000 ó 2.000 –aunque sean 5.000-- estén presentes en un acto en la Plaza Mayor. Y hoy, con esto de huir de los actos multitudinarios, ¿cuántos en la catedral? ¿Son representativos de Madrid esos celebradores que marcan el paso al compás de sus celebrantes? La mitad de los que van allá quizá sea por turismo, snobismo, visionismo o “importantismo”.

Pero, a pesar de lo dicho, que está dicho muy en serio, lo importante es disfrutar del asueto y que cada uno pregone sus devociones como le pida el cuerpo, que para eso Madrid es mucho Madrid.

 (1) De la relación oficial se sabe que el Concejo de la Villa hizo voto hacia 1438 de guardar su fiesta, ayunar la víspera y hacer procesión en la Octava; a fines del siglo XVI empezó a usar esta imagen las armas de la Villa y el 18 de diciembre 1621 profesó ante ella el Concejo el voto concepcionista; el 8 de septiembre de 1646 el Municipio votó asistir perpetuamente, “para siempre jamás”, a su festividad.

Volver arriba