LA IGLESIA Y EL NÚMERO. Calidad frente a cantidad.

Que los cristianos católicos son muchos en número no es ninguna novedad. Es la religión más numerosa y extendida por el mundo. Bien por ella, pero también los dinosaurios fueron muchos y ahora son objetos preciados en los museos naturales. El tiempo de una religión ya sabemos cuál suele ser, puede llegar a los 4.000 años. Por eso no tienen que preocuparse.

Hemos hecho referencia al número. ¿Pero el número hace relación también a su cualificación? Por supuesto que no. Cantidad y calidad son dos aspectos bien diferentes de la misma realidad y todos concedemos que importa más la calidad que la cantidad.

Esa calidad conformarían los que podríamos definir como “creyentes auténticos”, aunque bien difícil sería cuantificar tal cantidad. E incluso, todavía no estaría clara la catalogación de los mismos. ¿Quizá los que siguen? 

  • Fieles a la doctrina,
  • Cumplidores de sus preceptos,
  • Con conocimiento cabal de lo que creen, practican y veneran.
  • Que tratan de acomodar su vida al espíritu del Evangelio.

Insistiendo entre cantidades y calidades, ¿cuál puede ser la cantidad de esa calidad, discerniendo, primero dónde encontrar los tales “auténticos”?   

Como la tarea es difícil, por no decir imposible, la burocracia católica se contenta con cuantificar el número de bautizados, legalmente católicos. Hay un problema, entonces, de definición, porque según este recuento estadístico la definición de Iglesia sería “Sociedad Censal de Bautizados”. Y no es el caso.

A los criterios para contabilizar creyentes, se pueden añadir otros, criterios que pueden ser de lo más heterogéneo:

  • ¿Los bautizados como decimos?
  • ¿Los que responden al CIS diciendo que son católicos?
  • ¿Los que "cumplen con el domingo" tras un censo dominical de asistencia?
  • ¿Los que, además de “cumplir”, viven espiritualmente su religión?
  • ¿Los consagrados al Señor, como desideratum de todos los bautizados?

Del número ingente de bautizados que integran el rebaño católico --¿1.000, 1.300, 1.500 millones?--  si comenzamos a quitar y quitar y quitar para llegar a los "fieles auténticos..." de que hablamos, ¿en qué cantidad nos podríamos detener? Seguro que todavía será enorme.  Serán lo que en otros tiempos llamaban “el resto de Israel”, sin saber cuántos.

Pero hay otra perspectiva que es en la que la Iglesia se mueve: católicos, sí, son los bautizados, lo digan estos o no. Y por ellos la Iglesia labora y se preocupa de que todos ellos vuelvan al rebaño,  se arrepientan (y se confiesen), retornen a las prácticas salutíferas que la madre Iglesia ofrece, etc. etc.  Son puros deseos, desde luego, porque la realidad va por otro lado. Según esto, la Iglesia podría definirse como “Sociedad de Expectantes” o "Sociedad de los Deseos".

¿Y en qué lugar poner a quienes desistieron, a los reacios, a los recalcitrantes, a los irreductibles? Porque también los hay que, siendo bautizados, voluntariamente se retiran de esa lista y  engrosan la cantidad de los por ellos llamados  rebotados, agnósticoslos que transmigran, sea a la nada o sea a otros credos más humanos o más vitalistas.

Las cifras no importan tanto cuanto las categorías. Puestos a resumir, en esa amalgama de fieles cumplidores, “fidedignos”, podríamos diferenciar dos grupos: los conformistas y los inconformistas, por llamar así a quienes están a gusto con lo que la Iglesia tradicional es y ha sido, y los que no admiten ni en su fuero interno ni muchas veces externo la deriva de la Institución “divina”.

Para los primeros la Iglesia no tiene ni puede ni debe evolucionar; es eterna, inconmovible e inamovible. Los otros en cambio perciben que se cuartea, que se está diluyendo, que camina hacia la marginalidad social y, a la postre, hacia la desaparición. Son éstos los que con más intranquilidad o desasosiego viven su caminar eclesial.  

Pues… sólo les quedan tres vías posibles: seguir acatando todo siempre al límite y hasta que la úlcera del inconformismo reviente; encerrarse en una religión interior individualizada e individualista; o abandonar.

Volver arriba