La Inmaculada Concepción.

Cuanto más arcano es el concepto, mayor empeño hay en que se crea y se acepte.

 Y cuando se pone en solfa, mayor es la ira de quienes lo sustentan con su credulidad. Es el caso de la transustanciación eucarística y, hoy, de la concepción inmaculada.

Los escritos de papas, obispos y teólogos explicando esos “misterios”; las celebraciones festivas más bulliciosas; los sublimes cantos compuestos para tal fin; la parafernalia del culto; la ostentación floral y folklórica… todo y mucho más encaminado a hacer asimilable, creíble, verosímil y admisible algo que supera la capacidad asimiladora del fiel creyente.

Nada le cuesta a ese mismo fiel aceptar verdades extractadas de las enseñanzas directas de Jesús plasmadas en los Evangelios. Los mensajes de amor, de buena conducta o de sacrificio se asimilan y admiten sin contienda intelectual alguna. Aunque el pueblo soslaye la realidad de los milagros que aparecen en el texto sagrado, por lo general se dan por entendidos y admitidos, ya que se suelen explicar de manera simbólica.

Pero “lo otro”, que las más de las veces es fruto de elucubraciones y razonamientos deductivos teológico/filosóficos de siglos muy avanzados, eso… es harina de otro costal o comulgar con ruedas de molino.

Tanto el dogma, o sea, la creencia oficializada  como la fiesta de la Inmaculada, incrustada en las celebraciones litúrgicas con calzador, lo admitió o embuchó la catolicidad simplemente porque se impuso cuando el poder de convicción e imposición de la Iglesia era ilimitado, omnímodo e incuestionable.

Y la aquiescencia del poder político, porque la religión era la del estado, lo incorporó sin más, obligando al pueblo a celebrarlo con holganza laboral incluida e incluso amarrando bajo su patrocinio virginal a determinadas entidades del Estado. Dudar de ello o ponerlo en solfa era enfrentarse a toda la sociedad crédula, con el añadido de que un día de asueto dentro del calendario laboral no se puede suprimir así como así.

El dogma que sustenta la fiesta de la Inmaculada Concepción es una aberración más del credo católico que, según dicen sus detractores, no tiene fundamento alguno en doctrina bíblica previa, por más que la fundamenten en Génesis 3, 15 (…ella quebrantará tu cabeza) o Lucas 1, 28 (…llena de gracia). Es una simple deducción filosófica o lógica de crédulos del pasado al que dio carta de naturaleza dogmática Pío IX (Ineffabilis Deus y Ubi primum) un 8 de diciembre de 1854.

Por no quedar cortos en la información, hay que retrotraer explicaciones de tal creencia a “santos Padres” y grandes tratadistas cristianos como san Justino, san Ireneo, Tertuliano, Firmio, san Cirilo de Jerusalén, san Epifanio, Teodoto de Ancira,  Sedulio, san Hipólito, Orígenes (…inmaculada entre inmaculadas), san Ambrosio (virgen inmune de toda mancha) y san Agustín. Y por añadir música, la hermosa composición de Josquin Despres, "Ave vera virgínitas - inmaculata cástitas".

Larguísima es, por otra parte, la lista de escritores cristianos que en todos los tiempos han entrado a discernir este asunto, y por señalar alguno, Raimundo Lulio, San Bernardo y Duns Scoto, así como las disposiciones de ciudades o universidades que han estatuido fiestas con tal advocación (Barcelona, París, Oxford…). Hubo también nombres ilustres detractores de tal título, curiosamente, entre ellos, fray Juan de Torquemada y, en general, los dominicos.

Por hozar entre los vivos y conocer su opinión, en cuanto me reúna con los contertulios, sobre todo “contertulias”, de mi pueblo de adopción, preguntaré qué entienden por “inmaculada concepción”. Estoy seguro de que nadie sabrá explicar de qué va el asunto. Me dirán, lo presupongo, que María nunca cometió en su vida pecado alguno, cosa que, por supuesto, yo puedo hasta admitir. Pero ahondar todavía más, referir el asunto al “primer momento de la concepción”, referir la cuestión a la placentera situación de San Joaquín encabalgando y fecundando a Santa Ana, afirmar que el zigoto implantado en el útero de la santa esposa no pudo ser mancillado con el pecado original… es esbozar la sonrisa sin llegar a la risa.

Y eso es lo que presupone la asociación de estos dos conceptos, “concepción” más “inmaculada”. Todo ello reconoce o implica otra irracionalidad, la que tiene como presupuesto la creencia de que el pecado de Adán y Eva fue transmitido a la humanidad a través del acto sexual fecundante. ¡Chocan tantas cosas reales con este mito…!

No se trata de creer cualquier cosa, por más que ésta de “la inmaculada” digan que proviene del principio de los tiempos cristianos. El mito del pecado original, del que fue librada la virgen María, es otra irracionalidad más. Y creerlo sin más es convertirse uno en crédulo.  

Celébrese tal fiesta año sí y año también. ¡Suena tan hermoso eso de “la Inmaculada”! Ya que ellas son abanderadas obreriles, me pregunto si sabrán las defenestradas Ione Bellarra e Irene Montero el porqué de esta fiesta y el sentido de la misma. Pues al rebufo de su complacencia festiva, encabálguense fiestas religiosas con civiles para regodeo de aquellos que propugnan el bienestar obrero. Yo me encuentro al margen de todo, porque vivo en fiesta perenne. Pero no por eso admitiré que atenten contra mi inteligencia. O menos, contra mi sentido común, que algo me queda.

8 diciembre 2023

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