Muerto en "olor" de santidad.

Jocoso "equívoco" el que se encierra en el "olor". El futuro santificando fue virtuoso en sus días; o fue perseguidor de herejes; o fue un eximio orador; o reformó lo reformable... Y fue si no mundialmente conocido y alabado --no como hoy día, que hasta santas hay con avión privado--, sí lo fue en su extenso círculo de conocidos.

Fue estimado y loado en vida y por lo tanto tenía méritos suficientes para serlo también después de la muerte, como ejemplo para la comunión de fieles.

En un principio se decía que el futuro santo había muerto "en loor de santidad", es decir, con fama de santo.

La palabra "loor", por desuso, por desconocimiento de su significado y, sobre todo, por traslación o confusión fonética, se transformó en "olor". Así, de la primitiva expresión “muerto en loor de santidad” se pasó por traslación fónica, a "muerto en olor de santidad".

A partir de ahí, adviértase la subsiguiente degeneración, en este caso mental, y de cómo un uso impropio de las palabras origina el hecho en sí: uno de los fenómenos unidos a la santidad, "acreditado" por los presentes o por los forjadores de leyendas ulteriores, es ese "suave perfume a rosas, a violetas, a nardos... que exhala el difunto".

Entre los muchos testimonios traigo a colación el de la "Leyenda de Santo Domingo de Guzmán", fundador de la Orden de Predicadores o Dominicos:

Apenas hubieron retirado, con ayuda de barras de hierro, la losa y el cemento, se levantó súbitamente del sepulcro una ola de tan suavísima fragancia, que no solamente parecía estar perfumado el sepulcro, sino todo el recinto... Y no solamente lo exhalaban los huesos o el polvo del sagrado cuerpo o el féretro, sino también las manos de aquellos frailes que tocaban cualquier cosa de éstas. Por lo cual podemos pensar cuán inmensas son las delicias de que goza en el cielo el espíritu de aquel cuyo cuerpo aun sobre el polvo respira tanta suavidad.


Yo mismo fui testigo, hace algún verano, de un testimonio sobre olores. Se trata de un hermano lego jesuita, vallisoletano (por si alguien "de allí" lee esto) que nos visitó estando de vacaciones, alguien que había asistido a la muerte de un fraile con fama de virtuoso. El difunto había sufrido un absceso purulento canceroso que despedía un olor nauseabundo, algo que, según sus palabras, "tiraba p'atrás". Sin embargo al morir notó "...como un olor especial, grato, agradable, no sabría decir a qué..."

Y lo decía "como de pasada", "como si tal cosa", sin darle importancia, como lo más natural del mundo. Corolario añadido al "loor de santidad": la persona es santa. El "olor" lo certifica.

Mi hipótesis era otra, pero podría ser equivocada: la habitación olía a podredumbre cancerosa; al morir el enfermo, las células dejaron de producir miasmas pútridas; por un efecto "in contrario", lo que ya no huele que apesta, huele bien.

Pudiera ser incluso que alguien hubiera aventado un perfume para contrarrestar el olor. Todo podría ser.

O quizá el "loor" general propició el "olor" del lego. Sugestión, en todo caso.
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