Navidades sin dios.

He leído en algún sitio piadoso una disertación sobre la Navidad convertida en una celebración profana donde Niño y Dios han desaparecido.

Antes de contender con alguien, siempre me pregunto si ese alguien se parará a considerar las razones que se le dan o seguirá anclado en sus propias “actitudes”, contra lo que nada se puede hacer. Lo digo por la “experiencia religiosa” de contender sobre tales temas en estos días. Lo dejo aquí.

He leído en algún sitio piadoso una disertación sobre la Navidad convertida en una celebración profana donde Niño y Dios han desaparecido. Mal, muy mal, fatal. Nadie discute que, evidentemente, la Navidad tenga un origen cristiano celebrando que Dios se hace hombre en la persona de un niño. ¿O sí? Pues sí, se discute y, además, con razón.  Ni era difícil, ni hay aquí tortilla sin huevos; en todo caso un soberbio tomate histórico que cualquiera que haya hozado en la cultura romana puede desconocer. 

Dicen, con evidente dosis de ironía, que los que han conseguido una Navidad SIN Dios son los listos, los progres, los agnósticos, los influyentes... Según eso, los de la Navidad CON Dios serían tontos, carcas, crédulos y menesterosos. No creo que quieran ser tildados de tales. Y, por supuesto, la cosa no es así.

Podríamos aportar un argumento simplón: si Dios, protagonista de la Navidad, se ha volatilizado, ¿qué Dios es ése tan debilucho que desaparece, en un “juego laico de prestidigitación”? Los que creen hablan de “la Navidad de siempre...”.  ¿A qué Navidad se refieren, a la de hace veinte años o a la de hace veinte siglos?

Bastante carente debe andar de cultura quien tal afirma: la Navidad de siempre fue la enorme suplantación que el cristianismo hizo de las famosas saturnales, los cultos al Sol que en estas fechas moría para volver a renacer.

Tampoco es cuestión, a estas alturas del conocimiento, de discutir sobre algo ya aclarado por los especialistas, a saber,  que Jesús no pudo nacer ni un 25 de diciembre ni en Belén (estaba por decir que quizá ni nació, pero ya sería entrar en otro berenjenal) ¿Es mucho que se le pague ahora al cristianismo con la misma  moneda con que él pagó a los cultos oficiales de Roma, de los que no dejó piedra sobre piedra ni documentos, ni templos, ni posesiones ni siquiera personas?

Se habla del nacimiento de Jesús, no se suele decir todavía “Jesucristo”. Pero suponiendo que sean el mismo personaje,  ¿a quién de los dos nos referimos? Porque, en verdad, son dos personajes completamente distintos: el primero “supuestamente” real, pero sin confirmación alguna histórica de su existencia; y el segundo, este sí, real y verdaderamente…¡ inventado por Pablo de Tarso!, un refrito de mitos helenísticos, judíos, egipcios y mesopotámicos.

Según eso, esa Navidad “sin Dios”, no hace sino poner las cosas en su sitio: hoy día, a fuerza de, al fin, “habernos dejado pensar”, somos capaces de entender que el cuento de los Reyes Magos no implica sólo a los Reyes Magos, sino a todo lo que viene detrás. “Cuando yo era niño…”, de que hablaba Pablo.

En el ámbito del consumo, la Navidad de los comercios es ajena a cualquier “referencia a Dios”. En esas lujosas revistas sobre Navidad en ningún momento aparece eso del Niño-Dios. Yo soltaría la carcajada si en el folleto de El Corte Inglés sobre juguetes apareciera “Gloria in excelsis Deo – et in terra pax hominibus”.

 Se suele contraponer paz, amor, solidaridad, fraternidad (Navidad cristiana)... frente a guerras, egoísmo, avaricia, consumismo, odios (Navidad mundana)... Este guión teatral está mojado,  “no prende”: en ninguna manifestación pidiendo PAZ y AYUDA para los despojados de todo, hay referencia alguna a ese Dios-amor-que nació en Belén- para traer el amor y la paz... Son precisamente los que hacen de la Navidad un sentimiento y una fiesta, donde prima la familia, los más pacíficos, fraternos y solidarios. O en todo caso, iguales en sentimientos.

Sólo queda añadir el tópico felices fiestas… que, por cierto, no sé qué quieren decir estas dos palabras o cómo conseguir la felicidad a través de estas fiestas.

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