Novell, Planellas, Omella, ... ¿alguna "ll" más?

¡Pobre Iglesia católica encastrada en el reducido recinto de Cataluña! 

Que la Iglesia catalana está en un barrizal de confusión y hasta confesión (pues debiera confesarse de ello), es algo que cualquier neonato en asuntos eclesiales conoce y sabe; que es patente su adscripción a causas ajenas a su misión, también es cosa sabida; que son muchas las sandalias que sacuden el polvo de sus antros de oración, a la vista está; que ni saben por dónde y a dónde van, los hechos lo confirman...

Lo vemos y lo sabemos: oficialmente la Iglesia “catalana” se ha alineado con una parte de la sociedad catalana, la más bullanguera, la más gritona y, por desgracia, la que mayor poder detenta. Se ha alineado y, por tanto, alienado.

Muchos son los catalanes que quisieran ver a “su” Iglesia apartada de tales lides partidistas, ser ella misma, ser católica, pero bajan la cabeza con desilusión ante lo que ven y sufren. Poco pueden hacer las “ovejas” cuando el pastor y sus perros dominan el cotarro.

Mientras tanto, por los agujeros de la cesta eclesial se escapa el agua de la fidelidad que exige la fe. Si la Iglesia de Cataluña quiere ser independentista, separatista y catalanista, más de media Cataluña católica les está diciendo a sus próceres jerarcas que se queden con el santo y seña, o sea, con la catedral, el palacio episcopal, las parroquias de Sarriá y Gracia, que a ellos sólo les resta creer en Dios, que a todos nos hizo iguales.

No debe ser cosa general, pero sucede que en la camisa blanca destaca demasiado la mancha de tomate en la pechera. No es de extrañar que surjan casos, como el del obispo Novell, la monja Caram y antes sor Teresa Forcadas, el nuevo abad de Montserrat, el silencio de Planellas, las misas únicamente en catalán, las banderas en las torres de los templos... Sugiero leer “Germinans Germinabit”, el blog que da cuenta de tantas y tantas manchas de tomate en la “impoluta” camisa eclesial.

El nacionalismo violento del País Vasco ha quebrado, aunque pervive en sus modos civilizados; el catalán, que ha crecido larvadamente durante los 40 años de democracia sin que el Estado hiciera nada por aplicar vacunas, ha estallado quizá antes de tiempo. Y quizá haya sido bueno esto para que la curva quiebre. Es un quizá, pero es posible que la “tripa de Jorge” haya llegado al límite de su expansión.

El Nacional-Catolicismo que nació en 1939 se evaporó. Seamos igual de optimistas: así se evaporará el nacional-catalanismo cuando toda esta sarta de delincuentes e iluminados vayan retirándose a sus cuarteles de invierno o fenezcan por consunción.

Si esto en política es imaginable, en la concepción de una religión universalista, la Iglesia Católica, no lo es porque no debiera haberlo sido. Igual que el Estado ha dejado sus funciones cuando había que enfrentarse a una bestia que asomaba, lo mismo ha sucedido con Roma. Todo lo que iba sucediendo, lo sabía el Vaticano. ¿Ha hecho algo? No. La religión debe aunar conciencias, sumar voluntades, unificar criterios, incorporar nuevos miembros… En Cataluña ha primado, como dice Germinans, el deseo de figurar; el ser más que nadie; el ir por delante para ser los primeros de la foto… ¿Quería atraer a su redil a los que sabe que jamás acudirán a él? Por querer salvar a una oveja, está perdiendo el rebaño entero. 

Ha faltado, en todos, claridad en los conceptos, ser consecuentes con los ideales, ser inflexibles en las consecuencias… pero, en el fondo de todo, sentido común o deseo de que todos nos rijamos por una norma aceptada  –se votó una Constitución—y a la que todos nos debemos someter. ¡Y piden diálogo los que no quieren dialogar!

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