LA OPCIÓN BENEDICTINA /1

Apártate de la cultura dominante (Rod Dreher)

===============El pasado año Ediciones Encuentro publicó un polémico libro del periodista norteamericano Rod Dreher con el título La opción benedictina. Una estrategia para los cristianos en una sociedad postcristiana, versión de la edición inglesa publicada en 2017 (el subtítulo original es “nación postcristiana”, no sociedad).

El autor, casado y con tres hijos, editor y bloguero de The American Conservative, en el pasado Enero estuvo promocionando su libro con conferencias en varias ciudades españolas. Afirma haber pasado por tres confesiones cristianas, la metodista, la católica y la ortodoxa oriental. Con 26 años se convirtió al catolicismo, pero debido al escándalo de los abusos sexuales en EE. UU., se convirtió de nuevo a la Iglesia ortodoxa oriental, que considera más próxima a un cristianismo más auténtico.

En su controvertido libro recibe inspiración filosófica de Alasdair MacIntyre e influencia teológica de Joseph Ratzinger, el papa emérito Benedicto XVI. El filósofo católico MacIntyre, en su obra Tras la virtud, considera fracasado el proyecto ilustrado de fundamentación racional de la vida moral, propio de la Ética de Kant, lo que desembocó en el emotivismo y el relativismo moral de la sociedad contemporánea, acorde con el subjetivista “politeísmo axiológico” de Max Weber (en cuestión de valores cada cual tiene su dios particular).

La propuesta preilustrada de MacIntyre consiste en regresar a la ética de las virtudes de la tradición aristotélico-tomista. Frente al individualismo abstracto del liberalismo, intenta recuperar el comunitarismo aristotélico, que integra al individuo en su comunidad, entendida en sentido fuerte.

Al final de su obra afirma que esperamos la llegada de un nuevo san Benito, aunque obviamente muy diferente del primero, y propone “la construcción de nuevas formas de comunidad” para dar continuidad a la vida moral en épocas de barbarie y oscuridad, como la que vivimos, en opinión del autor.

De forma semejante, el papa conservador Benedicto XVI, cancerbero de la ortodoxia católica en el pontificado de Juan Pablo II, pensaba en el futuro de una Iglesia organizada en pequeñas comunidades de fieles, que vivieran su fe intensamente en contraste con la sociedad secularizada.

El periodista Rod Dreher, que utiliza también análisis sociológicos y relatos de experiencias personales, realiza su diagnóstico en el contexto de una Norteamérica postcristiana, inundada por el “diluvio” de la modernidad, con su “nihilismo secular”, materialismo, hedonismo e individualismo, que desafían de forma alarmante los valores de la moralidad cristiana. Como terapia, el autor defiende una propuesta contracultural y radical de regreso a las raíces de la fe ortodoxa propia de la Iglesia primitiva, fundamentada en la autoridad de las Escrituras.

Frente al declive del cristianismo y a la hostilidad creciente hacia sus valores, la nueva estrategia consiste en crear pequeñas comunidades cristianas (lo pequeño prima sobre lo global), tomando como modelo la vida monástica de san Benito de Nursia (s. V-VI e. c.) con su regla y sus virtudes, las cuales podrán guiar a los cristianos en su vida familiar, en la educación o en el trabajo. De ahí el nombre de “opción benedictina”.

El autor, que visitó la comunidad benedictina de Nursia, en el centro de Italia, recogiendo información sobre la organización de la vida monástica de acuerdo con la regla de san Benito, encuentra una analogía entre la época actual y en fin del imperio romano con la invasión de los bárbaros.

La grave crisis actual, espiritual y cultural, de la civilización occidental, piensa el autor que se gestó durante siglos y que sus raíces hay que buscarlas desde el s. XIV en el nominalismo filosófico, en la Reforma protestante, la Ilustración con su defensa de la soberanía de la razón, el individualismo liberal, el capitalismo y finalmente la revolución sexual desde los años sesenta del s. XX con el triunfo del Eros y el culto a la satisfacción individual.

Este largo proceso de secularización, que Max Weber interpretaba como un “desencantamiento del mundo” y al que el filósofo Charles Taylor llama “era secular”, viene calificado por Dreher como “edad oscura”, por el ocaso de los principios del Evangelio. Ese profundo cambio, que originó el “giro postcristiano de la cultura norteamericana”, se convirtió en el mayor enemigo del cristianismo. No en vano el autor denomina “guerra cultural” al clima de hostilidad política hacia la libertad religiosa, debido a “la corrosiva filosofía anticristiana que se ha adueñado de la vida pública”, situación similar a un estado de sitio.

Frente a la invasión del secularismo y a “las fuerzas culturales que llevan siglos separando a Occidente de Dios” (p. 130) la opción benedictina pide a los cristianos resistir a la cultura dominante, volviendo a ser testigos del Evangelio (con mayúscula), imitando a la Iglesia primitiva, que supo hacer frente a los fuertes embates del paganismo.

Se necesita, pues, un cambio cultural inspirado en la sabiduría monástica y en los textos de los Padres de la Iglesia, para ponerse “al servicio del reino de Dios”. San Agustín sería un buen ejemplo a imitar en su defensa de la “Ciudad de Dios”, frente a la ciudad secular del paganismo. Esta estrategia contracultural podría aprender de los escritos de Václav Havel y de la resistencia clandestina de los cristianos checos al totalitarismo comunista.

Ya no sirve la vía de la política oficial de un partido político, como el republicano, para defender “desde arriba” el cristianismo. Es necesario crear una polis paralela, sin recluirse en guetos, a imitación de la Iglesia antigua. Por su resistencia antipagana, siendo fieles a la verdad de Cristo, confesores y mártires sufrieron tortura o la muerte. De igual modo, los cristianos actuales deberían estar dispuestos incluso a morir por su fe, como lo hizo el pastor protestante Dietrich Bonhöffer en su heroica resistencia antinazi.

El autor menciona también la actitud ejemplar de san Policarpo (s. I-II e.c.) quien, al ser amenazado con la hoguera por negarse a dar culto al emperador, respondió que ese fuego era solo temporal comparado con el fuego eterno que les esperaba a los impíos paganos.

Pero sin llegar a tales situaciones extremas, los cristianos de la opción benedictina, han de estar dispuestos desde la periferia de la sociedad a resistir como testigos de la verdad frente a la gran mentira del sistema, aunque sea pagando por ello un alto precio, como el sacrificio de disminuir su estatus profesional o perder dinero y patrimonio en defensa de sus convicciones.

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