Pequeña reflexión…

...respecto a quienes ven con pesimismo la deriva de este mundo.

Las visiones catastrofistas son válidas, frecuentes y hasta necesarias: el mundo va muy mal, la naturaleza se subleva con cambios climáticos desastrosos, hay muchas sociedades en desequilibrio total que generan guerras interminables, la sociedad del bienestar sólo se mueve por el dinero, nadie hace caso a líderes bienintencionados, hay poca solidaridad entre individuos y entre naciones, vemos cómo el instinto de dominio, de acaparamiento y hasta de muerte cuando se enfrenta a los intereses contrarios…

Y quienes más ven maldad en la humanidad son los homiléticos domingueros que claman contra la ínsita maldad del hombre, entregado a los placeres y al vicio. Siguen la inercia de siglos pasados, sin ver que el mundo, poco a poco, va logrando espacios de justicia y bienestar inconcebibles en épocas pasadas. Como disculpa se podría decir que es parte de su labor, la denuncia del pecado.

¿Se puede ver el mundo de otro modo? Sí. Se puede hacer otro análisis menos determinista y más expansivo. En primer lugar, porque frente a las calamidades citadas, se alzan movimientos y acciones que luchan contra eso.  Y sobre todo, porque existe un deseo general, el deseo de la inmensa mayoría de la gente de que todo mejore, porque todos desean el bien, comenzando por los más próximos.

Es la idea optimista de muchos de nosotros, pero, por proceder de mentes no sujetas a credos, resulta inaceptable para los que necesitan otras seguridades en las afueras del yo. Insistimos: sí, hay otra visión del mundo sin los anteojos que proporciona la credulidad.

Un ejemplo: frente a las manifestaciones multitudinarias e idolátricas hacia el líder –sea el futbolista de turno o el Gran Dignatario Blanco sacado a pasear— hay otra multitud silenciosa que piensa, critica, recapacita, opina y, muchas veces, decide; a la larga, éstos se imponen, no en un mundo regido por guías sino en otro donde la soberanía reside en el pueblo y, a fin de cuentas, en uno mismo.

Aquéllos, gritadores entusiastas, buscan “a alguien” porque se sienten "nadie"; éstos, en el recóndito rincón de su diario quehacer, siempre están inquietos por “algo” que añadir a su afán de compleción.

Pero, con relación a ansias y preocupaciones,  manifestación por manifestación, frente a las de jóvenes “que buscan el sentido de la vida” --si lo buscan es porque no lo tienen-- y sólo aclaman a un líder, las manifestaciones de jóvenes contra la violencia, la guerra, el terror... lo hacen porque ya tienen un sentido de la vida.

La religión también busca a “alguien” al que creen “salvador”, a veces encarnado en el mismo líder que se lo anuncia. De hecho lo lleva buscando desde hace ¿diez mil? ¿seis mil? ¿dos mil? años.

Los que piensan buscan “algo y alguien”, algo que está dentro, bien de ellos mismos, bien de la sociedad o bien de la naturaleza. Y el “alguien” es uno mismo, al que, al fin, algunos pueden acceder.

Hay quienes buscan y buscan y nunca encuentran, nunca están satisfechos; otros, en el recóndito de su cubil y de su propio yo, siempre encuentran, ¡encuentran tantas cosas! La una les lleva a la otra y su vida es un perenne buscar partiendo de la perenne satisfacción insatisfecha.

Es su felicidad hecha de "felicidades". El saludo hecho deseo que pide para el otro "muchas felicidades".

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