Pongámonos a inventar a Cristo, se dijeron

Algunos escarceos en pro y en contra.

La cuestión que aquí tratamos, la mitificación del personaje Jesús hasta convertirlo en Cristo, siempre ha sido una espada de Damocles para la creencia y no han podido quitársela de encima. Siempre la duda de si será verdad lo que dicen de él o no. Y como réplica, el panegírico "usque ad nauseam" y la apología más encendida.

Siempre ha sido así, pero hay que ver cómo se las gastaban en otros tiempos cuando alguien osaba “tocar un pelo de su cabello”.

En otros tiempos, en algunos casos no tan lejanos, poner en duda la esencia de la doctrina cristiana –sobre todo la que aquí nos trae, Cristo Dios y hombre— o atacarla como abiertamente se hace hoy, podría haber sido peligroso en determinados círculos creyentes y políticos.

No sólo en España. Quien tal dijera, con seguridad estaba destinado al ostracismo social, a ser tratado como raro, loco o tarado, a perder su prestigio, incluso su trabajo dado que ser creyente iba unido a admitir el sistema político constituido.

Albert Churchward, nacido en el siglo XIX, se atrevió a ello en diversas publicaciones. Frase suya es:

Se puede demostrar que los Evangelios canónicos no pasan de ser una colección de proverbios extraídos de la escatología y de los mitos egipcios.

Puestos a buscar precedente, no otra cosa decía Orígenes (Contra Celso), tenido por uno de los más grandes apologistas cristianos, respecto a los 20 Evangelios de que él tenía conocimiento:

Hay cosas que se nos refieren como si fueran históricas y que jamás han sucedido y que eran imposibles como hechos materiales y otras, aun siendo posibles, tampoco han sucedido.

En su libro “La falsificación del cristianismo”, Joseph Wheeless, contemporáneo de Churchward afirma:

“Los evangelios son todos ellos falsificaciones sacerdotales realizadas un siglo después de sus fechas que se les asignan”.

Pero no sólo los Evangelios canónicos. La actividad febril de los primeros siglos produjo una cantidad elevada de Apócrifos y Cartas. Se presupone que muchos de sus autores escribían con propósitos “piadosos”, pero no se puede ser indulgente con tales yerros o inventos si tratan de hacerlos pasar por “históricos” cuando está en juego la buena fe de tantos millones de fieles que pueden llegar, y llegan, a creer todo eso como real. A ellos se refería Orígenes a la hora de poner coto a tanta desmesura.

Y puestos a desmontar mentiras o a deducir, tanta entidad verídica tienen los milagritos que se atribuyen al niño Jesús en tales Apócrifos como la transustanciación deducida con fórceps del relato de la última cena. Y viceversa, la misma verdad hay en el segundo relato como en los primeros.

Porque, ¿qué criterio rigió a la hora de declarar canónicos unos Evangelios y otros no? No nos digan que el Espíritu Santo, porque eso sólo convence a los niños y no a todos. El único criterio que les sirvió fue el de la verosimilitud de los relatos. Nada más. Y quizá cierta coincidencia en los relatos. ¡No van a coincidir, si los unos copiaban al otro! . Pues, según eso, ¿a qué tanto amontonamiento de milagros o hechos extra naturales que repugnan al sentido común?

Una consecuencia lógica de este vaivén entre lo humano y lo divino fue la doctrina gnóstica, que deificó de tal manera el humanismo de Cristo que éste se desvaneció. Pero, a pesar de ser una “secta” perseguida con saña, muchas de las características de su Dios y del Hijo de Dios, proceden del gnosticismo. Eso dicen algunos del Evangelio de Juan.

Sucede siempre: cuando se rebate una afirmación, ésta queda más reafirmada por el extremo contrario, sin medias tintas. Y de Cristo se rebatió y se afirmó todo lo imaginable: repásense las herejías. Ahora bien, lo que pretendían los gnósticos pasaba de la raya. Y a su vez, lo que “los otros” decían de Cristo era un insulto para los gnósticos. Siglos tardaron en erradicar esta “corriente”.

El Jesús que pretendieron hacer Cristo, sin ser ni lo uno ni lo otro, vino a ser una fuente inagotable ¡de herejías! Tocaron a rebato y... ¡puestos a inventar marica el último!

Pero lo que quedó después de tanta trifulca, que luego llamaron Tradición, ¿fue la verdad? Bueno, así lo dicen ellos y lo creen millones. Pero más moscas hay que chupan excrementos. 

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