Reinos espirituales con esclerosis múltiple

Católicos, protestantes, judíos, musulmanes, animistas... El sastre que los viste comprueba que puede aplicar el mismo patrón a cada uno de ellos. Trabajo ahorrado. 

De vez en cuando aparecen datos que la misma Entidad Sacra propala sobre su propio organigrama y sobre institutos selectos de su ámbito sacro. Hablamos de la casta dirigente y de los consagrados a Dios en sociedades semi secretas, como puedan ser órdenes y congregaciones. Vienen luego plumas de otras torres con pinta de cigüeñas a airearlos y someterlos a crítica piadosa, cosa que se agradece.

A la vista de los mismos,  parece que la Iglesia se desmorona en este nuestro Occidente culto y avanzado, reconociendo, eso sí, que la Iglesia, en muchos aspectos, lo ha configurado con su cultura...y su mano dura.

Decir el obligado "porqué" depende del analista, entrevistador, sociólogo, teólogo o "martirologista" de turno, como anotábamos ayer aquí. Digamos de paso que no podemos ser “nos” los analistas o comentaristas,  por ser lo que somos. “Nos”, debemos no ver y sí callar. Nos dicen y repiten que no somos quiénes. Y parecen añadir que, cuando algo nos deslumbre, es obligación añadida el parecer tontos. Léanse comentarios del nauseabundo Elí, un sufridor lector algo coprófago que se recrea en la m… que aquí defecamos.

Lo primero que nos debiera venir a la mente son las palabras evangélicas de Jesús respecto a lo que era su Reino (y que Pilato no debió entender así, dado que lo mandó crucificar).

Y es que “Jesús anunció el Reino de Dios y lo que surgió fue la Iglesia”. Frase ocurrente de Alfred Loisy repetida y oída hasta la saciedad. Pero tiene razón, porque la Iglesia organizada poco tiene que ver con el Reino de Dios preconizado. Arteramente arguyen que la Iglesia no son los obispos. Ya. Pero, ¿qué es “la Iglesia”?

Esta Iglesia organizada, burocratizada, poco a poco se ha ido convirtiendo, con su grandioso “consejo de administración”, en una gran multinacional, la que denominamos con frecuencia aquí  Multinacional del Rezo. En el fondo, en la Iglesia sucede como en los cuadros dirigentes de las sociedades anónimas: mantenerse como sea y, cuando los resultados no cuadran, ni  pensar en dimitir. 

Es normal, porque también sucede en la sociedad civil: cualquiera que consiga un cargo privilegiado o relevante, lo que pretende es disfrutarlo, aprovecharse de él y subir en el escalafón. Ya se encargará la edad de ejercer su profilaxis biológica, aunque algunos muy a regañadientes abandonan lo apañado. Recordemos a su santidad Rouco y su reino de Madrid.

Una empresa que continúa sustentando un poder espectacular; una sociedad siempre en el candelero merced a la labor mediática de sus “popes”, en permanente “loor” de multitudes; una sociedad semisecreta en su funcionamiento interno, opaca incluso para los prosélitos del rezo que no saben nada de los entresijos de sus Dicasterios. En el fondo y en la forma, mejor para éstos porque, como dice el refrán inédito, si sabes los entresijos, odiarás los amasijos.

Salgamos al exterior para ver cómo tampoco ni los montes ni praderas donde las credulidades echan raíces son orégano. La iglesia protestante, que en su pretensión primera nació ávida de liberarse de tanta tramoya, tampoco puede echar sus cuartos al pregonero: su famoso “libre examen” ha derivado en un exceso de sectas paradójicamente sometidas a normas rigurosas, cerradas y vueltas sobre sí mismas, copiadoras en su régimen interno de lo que de más censurable hay en la Iglesia católica. Ya es sintomático que "la cabeza" de la iglesia anglicana sea el rey, desde 1534, de Enrique VIII hasta Carlos III,  o durante setenta años, la reina. ¡Normal! Sostén perfecto. 

Triste espectáculo el de personajes regidos por sus acartonados principios morales, fieles evangélicos, que en nada difieren intelectual o espiritualmente de los denostados líderes católicos o islámicos: basta echar un vistazo a las biografías de sus fundadores y líderes. De pena su religiosidad acartonada.

¿Y qué decir del mundo islámico y de la religión musulmana? Dirán, y dicen, que el fanatismo y el integrismo que la desborda nada tienen que ver con esta religión, en esencia pacífica y espiritual. Eso oímos alguna que otra vez, pero, de hecho, todos los países de mayoría musulmana se rigen en sus leyes fundacionales y fundamentales por preceptos coránicos, si es que no se da una superposición, un solapamiento o usurpación de funciones entre sus estratos políticos y religiosos.Y eso porque a los dirigentes les interesa “políticamente” controlar a los que creen, haciendo tramoya de credos y ritos.

A los rectores islámicos, cuando menos, les debiera hacer dudar el que "precisamente" esos mamporreros de fusil y aleya, "sólo" surgen en sus oasis coránicos. Comparen y vean cómo tal metodología expansiva ha desaparecido del cristianismo o el budismo.

Parece que, a la vista de determinados personajes –léase dirigentes iránicos, sátrapas de Arabia, los mil nuevos Bin Laden que infectan todas las capas sociales— el sentido de lo trascendente ha desaparecido.

Y, sobre todo, que su Corán memorizado sólo ha parido una sociedad esclava de sus creencias donde el valor de la vida humana depende de filiaciones, adscripciones o comuniones. O sustentando la religiosidad en que las mujeres se tapen hasta las cejas y caminen detrás del pavo.

Dejando aparte hinduismo y budismo, que de religión al uso tienen poco, ni siquiera puede uno acercarse con un mínimo sentido de la dignidad, intelectual o humana, al mundo de las religiones africanas, asiáticas o latinoamericanas, todas pletóricas de superstición, de costumbres más que dudosas y plagadas de ritos irracionales que tanto poder tienen sobre capas muy extensas de población. Una casta de magos de aldea ascendidos a sacerdotes controla de manera férrea creencias, ritos y hábitos sociales.

Meditar en todo eso y aplicar el sentido deductivo a lo que se conoce, conduce a un saludable escepticismo, que desprecia excentricidades y busca lo que es importante en la vida.

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