Ritos De Paso, Voracidad Religiosa Y Primeras Comuniones.
Trasciendo la fiesta a la que asistí el pasado sábado para situarme en estratos más psicológicos.
| Pablo HERAS ALONSO
Meses de mayo y junio, tradicionalmente meses de Primeras Comuniones. Mayo por ser mes de las flores, mes de la Virgen, mes de la pujanza de la naturaleza... mes del despilfarro vegetal y también de festejos eucarísticos, en fenomenología superficial. Y Junio por ser del Corazón de Jesús, del amor, del Corpus... Sin embargo, algo profundo subyace en esa compulsión a celebrar la I Comunión como fiesta-dispendio familiar-exaltaciónprincipesca del niño.
Las etapas de la vida no pueden pasar de forma banal, hay que prepararlas y, sobre todo, celebrarlas: nacimiento, uso de la inteligencia y del pensamiento, adolescencia, matrimonio... Son hitos importantes en las primeras etapas de la vida, de las que dependerá el futuro adulto.
La I Comunión celebra el paso de una etapa a otra, celebra la nueva situación del niño. Se podría hablar del paso de la infancia a la niñez, compleción de la primera infancia. En este paso hay una serie de hechos mentales y físicos importantes: paso del niño a la pre-adolescencia, la conclusión del proceso de adquisición de los valores morales, el uso pleno de las facultades racionales, acceso al uso eficaz del lenguaje, formación de las representaciones del universo, de la causalidad y el azar, comprensión de la interacción social, el papel de los afectos...
En resumidas cuentas, que en la celebración de la I Comunión hay "algo más". Y como en tantas ocasiones, de nuevo nos encontramos con ese afán proselitista, acaparador y rapacero de la Iglesia --de todas las Iglesias y religiones-- respecto a la infancia.
No en vano hay algo que tienen bien claro los próceres eclesiásticos: El que controla la infancia controla la juventud, primera madurez y, posiblemente, toda la vida.