Seguimos con Einstein y la religión.

La cosa más hermosa que podemos experimentar es el misterio. Es la fuente de toda verdad, arte o ciencia... ...Es este conocimiento y esta emoción constituyen la verdadera religiosidad. En este sentido, y sólo en este sentido, yo soy un hombre profundamente religioso.

La crispación que suscitaron las opiniones de Einstein en la puritana y "superreligiosizada" sociedad americana condujo a exabruptos antológicos.

Einstein, por su categoría científica, ha sido paradigma para muchas cosas, una de ellas su posición ante la creencia en Dios. No es casual que los más furibundos ataques que recibió provinieran de la misma sociedad que lo había acogido, de la sociedad que él en un principio admiraba, pensando que el ideal democrático era allí una realidad, cuando lo imperante era la más exacerbada credulidad. Algunos, mezclando todo, profieren desatinos como éste, el de un afamado abogado católico usamericano:

Sentimos profundamente que Ud hiciera esa afirmación... en la cual ridiculiza la idea de un Dios personal. Esa su calculada afirmación repetida por Ud en los últimos diez años ha conseguido que la gente piense que Hitler tenía algo de razón para expulsar a los judíos de Alemania (¡¡!!). Concediéndole a Ud el derecho a expresar libremente su pensamiento yo todavía digo que su afirmación le constituye a Ud en una de las más grandes fuentes de discordia en los EE.UU. de América .


El presidente de la Sociedad Histórica de N.Jersey le escribió una carta que es una muestra sin igual de la debilidad mental que aqueja a las mentes religiosas y es muestra de la pobreza de su pensamiento:

Nosotros respetamos sus enseñanzas, Dr. Einstein, pero existe una cosa que Ud parece no haber aprendido: que Dios es un espíritu y no puede ser encontrado a través del telescopio o del microscopio, no más que la emoción o el pensamiento humanos pueden ser hallados analizando el cerebro.

Como todos saben, la religión está basada en la FE, no en el conocimiento. Cada persona pensante, quizás, es asaltada a veces por dudas religiosas. Mi propia fe ha divagado muchas veces, pero yo nunca le conté a nadie mis aberraciones espirituales por dos razones: primero, temí que pudiese, por mera sugestión, perturbar y dañar la vida y las esperanzas de algún compañero; segunda, porque estoy de acuerdo con el escritor que dijo: “Existe una sombra de maldad en cada uno que destruirá la fe de otro...”

Yo tengo esperanzas, Dr. Einstein, de que Ud haya sido erróneamente citado y que Ud dirá algo más placentero a la vasta cantidad del pueblo de EEUU que se deleita en hacerle honores a Ud.


En el sentido cristiano o judío del término Einstein no era teísta, desde luego. Estamos por asegurar que tampoco era deísta como Voltaire o Diderot. El panteísmo que reflejan ciertas expresiones suyas puede ser la continuación del que defendía Baruch Spinoza, al que profundamente admiraba.
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