¿Seguimos o no?

Comencé, revolví, seguí. ¿Pero hay que continuar?

Cuando comencé a escribir en este reducto de RD donde rondan tan sabios tratadistas y comentaristas, lógicamente tuve que acudir a fuentes más solventes que mi propia inspiración. O al menos para que no se agotaran en pocos días los argumentos que mi sesera tenía. Descubrí casi con asombro fuentes con mucho caudal. No podía imaginar que en la otra banda de la vida en que se desvelan secretos que la credulidad no admite, había tantas personas, escritores, dedicadas a ponerlos en evidencia.

Los dos primeros fueron “Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica” y “La religión. ¡Vaya timo!”. Seguro que también los creyentes más concienciados los habrán ojeado para saber por dónde camina “el enemigo”. Luego descubrí los doce tomos de “Historia criminal del cristianismo”, que desgraciadamente no llegó a nuestro tiempo por fallecimiento del autor. O “Dios no es bueno”, “Lo que oculta la Iglesia”, “Adiós a Dios”, “El gran fraude”, “El credo falsificado”... Y así hasta noventa y siete de los que tengo constancia en el ordenador, que ahí andan, todos subrayados, anotados y destripados.

Había momentos en que a mí mismo me decía si no era suficiente. Y me rebatía también a mí mismo pensando en los cientos que habían alimentado mi credo y credulidad durante lustros. Sí, es cierto, cientos. Pero todo tiene su término y creo estar llegando a él. Después de catorce años a ello dedicado, lo que ahora siento es un descomunal cansancio, un enorme relativismo y todo ello adobado con la salsa del escepticismo.

¿No son todos iguales? ¿Merece la pena empeñarse en batallas que no tienen final? ¿No pertenece la mayor parte de los hombres, de la humanidad, a la especie “homo crédulus”? Sí, está visto que el hombre necesita creer en algo que esté por encima de los hechos sensibles, pensados y racionalizados. Su lado emocional lo necesita. Pero, aun así, ¿puede evolucionar la humanidad hacia la racionalidad o hacia la credulidad? ¿Y yo, granito de arena en la playa de la humanidad, puedo “perder el tiempo” en convencer a media persona de que está en el error? Así están las cosas.

Y me sigo encontrando con pensamientos impactantes que me incitan a seguir, porque los dueños de tales pensamientos murieron “con las botas puestas”. Decía Friedrich Nietzsche:

“Yo condeno el cristianismo, yo formulo contra la Iglesia cristiana la más formidable acusación que jamás haya expresado acusador alguno. Ella es para mí la mayor de todas las corrupciones imaginables, [...] ella ha negado todos los valores, ha hecho de toda verdad una mentira, de toda rectitud de ánimo una vileza. [...] Yo digo que el cristianismo es la gran maldición, la gran corrupción interior, el gran instinto de venganza, para el que ningún medio es demasiado venenoso, secreto, subterráneo, bajo; la gran vergüenza eterna de la humanidad [...]”.

Creo que Nietzsche se pasaba un poco. ¿Pero y si tenía razón? ¿Y si él descubrió o sintió o pensó cosas que a los demás no se nos alcanzan? Todavía no sé si aliarme con su pensamiento o no, porque muchos le siguen.

A Karl-Heinz Deschner lo conocí por fotos, que cuando yo llegué a él era un tanto mayor y estaba muy malito. Seguía en sus trece de demostrar, con el consabido rigor alemán, que él tenía razón. Ya no sé dónde encontré esta frase relacionada con su labor de historiar el pasado criminal del cristianismo:

 “...no me consideraría refutado por haber omitido lo que también era verdadero, sino únicamente cuando alguien demostrase que he escrito algo falso”.

Lo que en esos tomos de “Historia criminal...” dice, es excesivamente fuerte. Pero resulta que ningún creyente va a dejar de creer, diga lo que diga un “rebotado”, como nos suelen llamar a quienes fuimos en otro tiempo piadosos y fervorosos practicantes. Y refutan con expresiones que ellos mismos se creen:

“¡Qué cosas tan malas han hecho algunos cristianos en el pasado! Pero también qué cosas tan buenas. Y además... la religión no es eso, no prescribe eso, no justifica tanta maldad”.

Sucede lo mismo con cualquier comunista, o socialista, que lea ese éxito editorial que se titula Memoria del Comunismo. Y lo dirán no por principios morales sino porque ahora reciben sustancioso peculio del Estado y no es cuestión de cambiar de ideología por un quítame allá esas pajas que a nada conducen sino volver a ser cajera de un supermercado. Ya saben a qué me refiero.

Seguro que muchos curas y frailes han llegado a las mismas conclusiones que Deschner. Pero, ah, ya está escrito en los Evangelios: “Para cavar no sirvo”. Eso: qué van a hacer si a los 50 ó 60 años se encuentran frente a su propia inteligencia y dicen que todo lo que sustentaba su vida es purafilfa, piltrafa crédula, señuelo de la plebe, alimento de aire, etc. etc.

Es que... Ya es fuerte leer aquello de los jesuitas, la regla 13ª, que hoy día muchos han tachado de su existencia religiosa:

que lo que yo tengo por blanco no es tal, sino negro, si lo manda la jerarquía eclesiástica”

Pues lo que digo arriba respecto al escepticismo.  Vale, sí, muchos caímos en la cuenta de lo mismo que esos curas y frailes encuadrados en el pensamiento de aquel famoso párroco francés llamado J. Meslier... ¿Y qué? Eso llevaría a lo que en mi entorno oigo y en lo que de momento no participo: "Que cada uno siga su camino y“al que Dios se la da, San Pedro se la bendiga”. Amén.

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